En los alrededores del cementerio de Sidi Salem (Nador), no parece haber policía, pero pronto se hace saber que nadie es bienvenido. El control no se observa a simple vista, pero se evidencia sin reparo a los pocos minutos de aproximarse a su vallado. En este punto, en una zona apartada del camposanto, las autoridades marroquíes han ordenado la excavación de al menos 21 fosas para enterrar, con celeridad, sin identificación ni autopsia previa, los cuerpos de los fallecidos en el último salto a la valla, según denunció la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH).
Atravesar la puerta azulada que da paso al cementerio musulmán despierta los gritos de un grupo de personas desde uno de sus laterales. Varios hombres, ninguno con uniforme policial, se levantan de sus sillas acelerados y nos frenan el paso. Preguntan si somos periodistas. Uno de ellos recalca que tiene órdenes para no dejar entrar a “nadie” en el camposanto. No explica la razón. En caso de ser turistas, dice, la visita tampoco está permitida: “Hay órdenes de que ahora solo pueden entrar musulmanes”, sale del paso el supuesto agente con una amabilidad sobreimpuesta. Nos invita a salir.
A la salida, en la carretera que rodea el cementerio, un vehículo sin distinción policial está aparcado en las inmediaciones. Varios coches pasan con rapidez por la zona. Los conductores que trasladan a periodistas a este punto, en cuyas inmediaciones ya están excavadas al menos 16 nuevas tumbas según la AMDH, son advertidos de la “prohibición” de transportar a la prensa a la zona. Si lo hacen, hombres vestidos de paisano los identifican y toman imágenes de sus matrículas.
Al menos 23 cuerpos de los fallecidos en su intento de saltar a Melilla el pasado viernes aún continúan en la morgue de Nador que, según organizaciones locales, se encuentra atestada de cadáveres de migrantes y refugiados. El Hospital Hassani de la ciudad marroquí, donde se localiza el depósito, también está rodeado de un fuerte control policial. Pero del centro sanitario aún no ha salido ninguno de los cadáveres, que las organizaciones esperaban para este lunes.
La denuncia de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) de Nador y la atención mediática hacen sospechar a las ONG locales que las autoridades marroquíes han pospuesto el rápido entierro. Otras fuentes humanitarias apuntan a que la intención de las autoridades alauíes no era inhumar los cuerpos de las víctimas del salto a la valla del viernes, sino otros cadáveres que yacían en el depósito con anterioridad.
“No hay confirmación. Seguimos vigilando. Pero en el terreno ya no hay preparación ni trabajo para el entierro”, dice a elDiario.es Omar Naji, líder de la AMDH en Nador, que exigió el cese de esta actividad y la apertura de una investigación independiente de lo ocurrido. “Después de mostrar y denunciar la preparación del entierro con la excavación de 21 tumbas, las autoridades parecen posponer esta operación ilegal”.
Los voluntarios que suelen apoyar en las labores sanitarias o de identificación de personas en situación irregular, gracias al contacto con redes de familiares, no han podido realizar su trabajo desde el día de la tragedia.
Diferente actuación
“Normalmente dejan acceso a los cuerpos, sobre todo en las morgues. La morgue de Nador colabora mucho con la identificación. Te dejan acceso, ves el cuerpo, vas con una foto y a partir de ahí hay una preidentificación visual”, explica Helena Maleno, fundadora del Colectivo Caminando Fronteras que lleva años apoyando a los familiares y amigos en su intento de confirmar la muerte de sus seres queridos.
En ocasiones, son los propios amigos quienes se acercan a la morgue. Otras veces, el personal de organizaciones realiza fotografías para tratar de identificar a esos cuerpos almacenados sin nombre o enviar a las familias que reclaman a sus allegados desaparecidos.
No están dejando a las organizaciones sociales hacer nada. No han tenido acceso ni a la gente detenida, ni al hospital
“Con una preidentificación visual o con la presentación de documentos de las personas —en el caso de contar con amigos en Marruecos—, suele activarse la identificación oficial”, expone Maleno. Este trámite es fundamental para que las familias que temen haber perdido seres queridos en su ruta a la Unión Europea y llevan días sin recibir una llamada. Confirmar si su hijo, hermano o amigo está vivo o muerto permite empezar el duelo. La falta de respuestas acrecienta la incertidumbre y el dolor de familiares que, normalmente, se aferran a la mínima posibilidad de que su ser querido continúe vivo. El dolor se prolonga.
“El problema es que no están dejando a las organizaciones sociales hacer nada. No han tenido acceso ni a la gente detenida, ni al hospital para apoyar en la compra de medicamentos. Todo eso no se ha podido hacer hasta ahora desde el viernes”, continúa Maleno. Ya han pasado cinco días.
La activista e investigadora recuerda el caso de las muertes del Tarajal de 2015, cuando 14 personas fallecieron en su intento de rodear el espigón fronterizo con Ceuta a Nado. Tras este suceso, donde la actuación de la Guardia Civil era la que estaba en entredicho por el uso de pelotas de goma y botes de humo, las autoridades marroquíes llevaron a cabo las autopsias y la identificación de los cuerpos hallados en Marruecos. “Se hicieron muy rápido pero se hicieron”, apunta Maleno. Los que continúan en un nicho sin nombre en la ciudad autónoma fueron cuatro de los cinco cadáveres encontrados entonces en el lado español de la frontera, sometidos a una rápida autopsia e inhumados con celeridad sin identificar.
No sería la primera vez, sin embargo, que los jueces de Marruecos decretan entierros rápidos después de producirse una tragedia con un gran número de muertes de personas migrantes y refugiadas, según la experiencia de Caminando Fronteras, una de las organizaciones más activas en el apoyo de la identificación. “Lo hemos visto en la zona de Dajla y El Aaiún [Sáhara Occidental ocupado], sin obligar a hacer autopsias y sin nada”.
Además del intento de enterrar los cuerpos de la tragedia ocurrida en la frontera con Melilla el pasado viernes, Marruecos también se ha apresurado en acabar con los rastros de la catástrofe ocurrida en el punto de la valla donde decenas de cuerpos, heridos o fallecidos, se acumulaban en el lado marroquí. En el Barrio Chino, en el punto exacto donde tuvieron lugar buena parte de las muertes, rodeado de concertinas y un profundo foso que busca impedir el acceso de los migrantes, todo está limpio y reparado. Apenas una mochila negra cuelga de lo alto de un punto de la verja.
Pero aquí, también, el control policial es evidente. Los ojos de los gendarmes permanecen atentos a todo movimiento sospechoso de ser periodista. Los vecinos de la zona son los primeros que lo perciben y no siempre quieren hablar con la prensa. Dicen tener miedo a represalias.
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