Manar apenas puede moverse. Tiene quemado el 90% de su cuerpo, sufre terribles dolores que no le permiten descansar, ha perdido un párpado, tarda casi dos horas en tragar una miga de pan y la fuerte medicación le está destrozando el sistema digestivo.
Hace un año, en la nochebuena de 2012, una bomba impactaba contra la casa de la familia Almustafa en la castigada Homs, la tercera ciudad más importante de Siria. En la explosión murieron tres miembros del clan, entre ellos una de las hijas de Manar. Su cuñada Samiha quedó gravemente herida en una pierna. Ella, Manar, se encontraba haciendo la cena en ese momento y, además de a los efectos de la bomba, sobrevivió a la posterior explosión de la bombona de gas. Quedó gravemente herida, apenas podía respirar. Todo su cuerpo estaba quemado; el cuello y el rostro quedaron totalmente desfigurados.
Tras ser operada de urgencia en Siria, Manar y su familia al completo huyeron al Líbano para ser tratada por un especialista. Allí volvió a pasar por quirófano, pero recibieron un trato racista y se negaron a atenderles debidamente, lo que propició su salida del país. Después de pasar varios meses en Egipto, donde Manar se sometió a siete operaciones más y su cuñada Samiha a otras cinco, y viendo que el estado de ambas seguía siendo crítico, decidieron intentar llegar a España pasando por la ruta del Magreb. Concretamente, su meta es llegar a Barcelona, donde Mohamed, otro hermano de Manar, vive y trabaja desde hace casi diez años.
Una vez en Nador, ciudad fronteriza con Melilla, pagaron 3.000 euros por unos pasaportes que les permitieran pasar la aduana de Beni Enzar: “Los pasaportes para 14 personas pueden costar hasta diez veces más, pero les dio tanta lástima la situación de mi hermana que apenas ganaron dinero con nosotros”, comenta Mohamed.
Solicitantes de asilo en Melilla: sin derecho a nada
Llegaron en Melilla el pasado 20 de octubre y cinco días después ya habían hablado con la Policía Nacional y con la delegación de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Melilla para tramitar su petición de asilo.
Hasta el 5 de diciembre no les entregaron las ‘tarjetas rojas’ que les acreditan como peticionarios de asilo. Un documento que únicamente certifica que su caso está en estudio y que no les permite moverse por el territorio nacional ya que sólo es válido para Melilla.
Llevan más de dos meses hacinados en un pequeño piso, situado en la periferia de la ciudad autónoma, en unas condiciones poco favorables para unas enfermas de esa magnitud. Tienen derecho a ser acogidos en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) pero no quieren: “Allí hay mucha gente, mucho ruido, muchos problemas. Las habitaciones son compartidas y los servicios están saturados. Manar y Samiha sufren fuertes dolores, necesitan una atención especial. Preferimos gastar dinero en una casa y saber que ellas están tranquilas. El CETI no es lugar para enfermos”, confiesa Mohamed.
El hermano de Manar asegura que tanto en la Jefatura Superior de Policía de Melilla como en la delegación de CEAR les han dicho que normalmente la concesión de asilo tarda entre seis meses y un año y medio, aunque suele alargarse todavía más. Lo que Mohamed no entiende es por qué no aceleran el proceso sabiendo la situación de urgencia que atraviesan: “La Policía tiene todos los informes médicos y sabe de la gravedad de las heridas de Samiha y Manar: ¿Por qué no les dejan ir a Barcelona para que las traten debidamente? No pedimos los papeles, ni la nacionalidad, ni queremos caridad. Sólo pedimos justicia. Huimos de una guerra en la que lo hemos perdido todo y casi morimos”.
Desde CEAR aseguran conocer el caso y saber que Manar y su familia son peticionarios de asilo en España, pero no han querido dar más detalles al respecto.
En Melilla no hay especialistas para poder tratarla
En el Hospital Comarcal de Melilla aseguran que la gravedad de las quemaduras que sufre Manar debe ser tratada por un especialista del cual carecen: “Nos han dicho que no pueden hacer nada por ella, que necesita un centro y médicos especializados”.
Los dolores que sufre son tan grandes que la dosis de morfina para mitigarlos es cada vez mayor. Sin ellos no podría conciliar el sueño. Además, la familia no puede seguir asumiendo el coste del tratamiento: sólo en analgésicos, antibióticos y cremas hidratantes y regeneradoras Manar y su cuñada gastan una media de 80 euros semanales.
“La primera vez que acudimos a urgencias no quisieron atendernos, decían que no teníamos derecho a asistencia médica. Mi hermana se moría de dolor y les suplicamos que hicieran algo por ella. A los dos minutos aparecieron cuatro guardias civiles de uniforme y tres policías nacionales de paisano como si fuéramos unos delincuentes”, cuenta irritado el hermano de Manar.Desde que tienen la tarjeta de solicitante de asilo les atienden con normalidad, pero cada vez que acuden al hospital aparece la policía para comprobar que son peticionarios de asilo y no se van sin hacerles un exhaustivo interrogatorio y fotocopiar sus ‘tarjetas rojas’.El caso, en la Mesa del CongresoLa situación de esta familia ha despertado el interés del diputado de Amaiur, Jon Iñarritu García. Tras visitar la ciudad de Melilla el pasado 21 de diciembre, tardó dos días en elevar a la Mesa del Congreso de los Diputados la historia y las circunstancias actuales de Manar. Esta formación política se pregunta cómo una herida de guerra con necesidad de tratamiento urgente permanece bloqueada en un lugar en el que no pueden atenderla debidamente por falta de medios.
A través del Grupo Mixto, el diputado pide respuesta por escrito al Gobierno español en este sentido, esperando que se aclaren los motivos por los que no se ha procedido a un traslado inmediato de Manar.También pide al Ejecutivo estatal que revele la fecha exacta en la que Melilla empezó a recibir personas de origen sirio heridas en el actual conflicto y que ponga plazo a la resolución del asilo pedido por la familia Almustafa.Mientras, sólo queda esperarManar no deja de sangrar. Sus heridas y quemaduras supuran constantemente y apenas puede cerrar los ojos. Mohamed cuenta que su hermana llora todos los días de dolor y que ya nada parece aliviar sus constantes dolores.Los miembros de la familia Almusafa que residen en la ciudad condal ha contactado ya con un centro y un equipo de especialistas que esperan la llegada de Manar y su cuñada para atenderlas debidamente.Mientras permanecen unidos, rezando y cuidándose los unos a los otros. Dicen que son sirios, que quieren morir siendo sirios y que, de no ser por la guerra, nunca hubieran dejado la tierra que les vio nacer y que tanto aman: “Un sirio nunca saldría de su bella tierra. Allí teníamos trabajo, posesiones, familia; pero lo hemos perdido todo. La gente allí pasa miedos, nervios; los problemas y las bombas no te dejan dormir. Por eso venimos a Europa, para sobrevivir y para poder darles un futuro a nuestros hijos. Jamás pensamos que esto nos iba a pasar en suelo español. Sólo nos queda esperar y pedirle a Dios que nos ayude”, concluye Mohamed.