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The Guardian

Por qué miles de haitianos han llegado a la frontera de Texas

Cada noche, Guy se iba a dormir con el ruido de disparos. Eran las bandas de Puerto Príncipe, la capital de Haití, librando batallas campales en el centro de la ciudad. Durante el día, era el momento de las protestas violentas por la escasez de alimentos y de combustible.

Las carreteras bloqueadas con neumáticos en llamas se convirtieron en algo habitual. La policía utilizaba las porras y gases lacrimógenos para reprimir las protestas. “Salir a la calle daba miedo”, dice Guy, que comenzó entonces a planificar su viaje hacia Estados Unidos. “No había más remedio que irse de Haití”. 

No ha sido el único en pensarlo. Las autoridades de la ciudad texana de Del Río declararon el viernes el estado de emergencia local después de que unos 12.000 migrantes, en su mayoría procedentes de Haití, se congregaran bajo un puente en la frontera con México.

La afluencia de migrantes ha desbordado la capacidad de respuesta de las autoridades locales. Se trata de un nuevo desafío para Joe Biden que pone de relieve la creciente crisis migratoria originada en Haití, tras las múltiples y superpuestas calamidades que han asolado el país.

Para muchos migrantes, cruzar el Río Grande es sólo el último tramo de una odisea que se extiende por el Caribe y Sudamérica. Una mayoría vuela desde Haití hasta Ecuador, donde los haitianos no necesitan visado, para buscar trabajo en Chile o en Brasil.

Otra opción es dirigirse al norte cruzando las peligrosas selvas del golfo de Darién para viajar hacia Centroamérica y México. En todas las etapas están a la merced de las fuerzas de seguridad, de los grupos criminales organizados que han puesto a los migrantes en su punto de mira, y de la enclenque infraestructura del negocio del contrabando de personas.

Guy es uno de los miles de emigrantes, en su mayoría haitianos, que quedaron varados recientemente en Necoclí, una ciudad costera colombiana donde los transbordadores locales hacia Panamá no dan abasto para satisfacer la demanda.

Como muchos otros estuvo viviendo en Brasil, donde trabajó de manera informal en el sector de la construcción. Pero la falta de trabajo y la idea de que el Gobierno de Biden sería más acogedor le empujaron a iniciar su camino hacia el norte. “Seguimos a los que fueron antes que nosotros”, dice Guy. “No importa si es peligroso”.

Otros eligen el viaje más directo pero igual de peligroso de cruzar por alta mar hacia Estados Unidos. Este lunes, los guardacostas estadounidenses interceptaron una embarcación de 35 pies a 18 millas de Florida y con 103 personas a bordo. Llevaban seis días en el mar.

Las razones

Hay muchas razones para huir de Haití. Acosada desde hace tiempo por la violencia, la corrupción y la escasez, la nación más pobre del hemisferio occidental sufrió en julio una crisis de inestabilidad aún mayor, con el asesinato del presidente Jovenel Moïse en circunstancias que aún no han sido aclaradas.

Exacerbadas por el cambio climático y por la mala planificación, las catástrofes naturales también azotan regularmente al país. El pasado 7 de agosto un terremoto catastrófico sacudió el sur de Haití provocando al menos 2.200 víctimas mortales y dejando sin hogar a más de 30.000 personas.

En Puerto Príncipe reina la inseguridad. Las bandas han lanzado una campaña de violencia -en muchas ocasiones con apoyo político-, que ha sido comparada con una guerra civil. Los civiles pueden quedar atrapados en el fuego cruzado, sufrir robos en cuestión de un instante, o ser secuestrados para exigir rescates. Los servicios públicos casi no existen, con la basura sin recoger y miles de hogares sin agua corriente ni retrete.

Como dice Louis Henry Mars, que en los barrios marginales controlados por las bandas de la capital promueve iniciativas de pacificación. “Ya no hay vida normal en Puerto Príncipe. Hay 165 bandas en Puerto Príncipe y están mejor armadas que la policía, por lo que no es posible acabar con ellas sin daños colaterales”, dice.

Según Michelle Mittelstadt, del estadounidense Instituto de Política Migratoria, la impresión de que el gobierno de Biden trataría con más amabilidad que Donald Trump a los migrantes es tanto un error como una clave para explicar el aumento de llegadas.

“Se pasó de una Administración Trump que básicamente hizo todo lo que pudo en la frontera para restringir la migración, legal o ilegal, a una Administración que en general ve a la inmigración como un activo, que no ve a los inmigrantes como una amenaza económica o de seguridad”, dice Mittelstadt. “La gente lo ha entendido como una oportunidad”.

Pero los haitianos que esperan una alfombra de bienvenida cuando termine su procesamiento pueden tener un duro despertar. El Gobierno de Biden había suspendido las deportaciones a Haití tras el terremoto que sufrió el país, pero ya ha revocado esa decisión. Esta semana comenzaron a salir los vuelos a Puerto Príncipe llenos de migrantes y ocho más están programados para la próxima semana.