La amenaza de una crisis humanitaria por hambre en América Central podría afectar a un total de dos millones de personas tal y como han alertado la FAO y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) a partir de los datos de los gobiernos de Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Las fuertes sequías de los últimos meses y la epidemia de la roya, que ha afectado al 30% de las cosechas de café en la zona, son las principales causas del agravamiento de la situación alimentaria de las familias centroamericanas.
El director regional del PMA, Miguel Barreto, reconoce que los fondos del programa para atajar la crisis son insuficientes: no alcanzan el 12%. Aunque no da cifras de las escasas aportaciones internacionales, exige mayor contundencia: “No tenemos más tiempo. Tenemos que empezar a recoger fondos ahora para empezar a trabajar”, alerta en una entrevista con eldiario.es.
“La situación climática, la falta de un clima estable y ahora el fenómeno de El Niño obviamente han afectado al empeoramiento de la situación”, asegura. Barreto ha aclarado que la sequía se está dando en un área conocida como el corredor seco centroamericano que reúne tres trágicas características: en primer lugar, el desarrollo económico de la zona depende casi en su totalidad de los cultivos de subsistencia, es decir, las familias consumen los alimentos que cultivan. Por otro lado, existe un sector de la población que depende del trabajo temporal en la cosecha del café y que esta temporada no ha podido trabajar. Por último, el corredor seco es una zona de “altísima inseguridad alimentaria” debido a la extrema dependencia del monocultivo del maíz y del frijol“.
Esas tres características responden a un perfil de población muy concreto: poblaciones muy pobres con escaso acceso a los sistemas sociales del Estado. “Cuando existe sequía y no llueve, como en estos momentos, los cultivos se ven muy afectados”, explica Barreto. “Hoy en día tenemos dos elementos negativos adicionales: la plaga de la roya que afecta a las plantaciones del café desde hace 18 meses y una subida de los precios de la cesta básica que se deben al fracaso de las cosechas”.
El panorama es preocupante. “No hay alimentos porque la cosecha se perdió, no tienes acceso porque no hay empleo para generar ingresos y al mismo tiempo estás deteriorando tu nutrición, lo que puede influenciar de manera directa en los más vulnerables que son los niños menores y las madres gestantes y lactantes”.
Sólo disponemos del 12% de los 80 millones necesarios
El PMA no puede corroborar la cifra, matiza Barreto, pero asegura que los datos de los informes que publicarán en septiembre no variarán mucho de los cálculos aportados por los gobiernos de los países afectados. Dos millones de personas pueden verse inmersos en una crisis humanitaria por inanición si la comunidad internacional no se vuelca en la ayuda para evitarlo. “Nosotros hemos calculado que al 100% de nuestra capacidad podemos atender hasta 1,4 millones de personas, el problema es que ahora sólo disponemos del 12% de los 80 millones necesarios”, explica. La concentración de los esfuerzos por contener la roya se ha llevado casi todo el presupuesto de la organización en América Central.
Las organizaciones de la ONU presentes en la región, la FAO y el propio PMA, han elaborado una evaluación rápida de la situación después de que los gobiernos de los países afectados hayan declarado el estado de emergencia. “En Guatemala, por ejemplo, 16 departamentos han declarado el estado de calamidad y todos los líderes han pedido ayuda a la comunidad internacional”.
Aunque todavía la población no se encuentra en un estado crítico, las familias están subsistiendo con las últimas cosechas y los últimos animales de los que disponen. Barreto advierte que si no se reacciona rápido, “la situación alimentaria de la población se va a deteriorar hasta llegar a una crisis humanitaria de desnutrición aguda que eleve los niveles de mortalidad infantil”.
“Estamos realizando una campaña especial para pedir a los donantes del PMA, entre los que se encuentra España, un esfuerzo mayor”, asegura el dirigente de la organización. Para Barreto es esencial generar políticas de nutrición, “es muy importante entender el efecto de no hacerlo”. Según un estudio del PMA con la Confederación Económica Para América Latina (CEPAL), cada Gobierno pierde el 10% de su PIB por no invertir en nutrición. Por otro lado, el impacto a medio-largo plazo de la desnutrición crónica influye en términos de seguridad pública: el hambre “eleva los niveles de criminalidad” y acelera los procesos migratorios de las poblaciones más pobres. “Son los más necesitados los que buscan en otros lugares un futuro mejor”.
Aunque el corredor seco centroamericano es una de las zonas más afectadas, la FAO calcula que en la totalidad de América Latina existen 47 millones de personas con hambre. “No estoy hablando de hambruna -dice Barreto- estoy hablando de personas que se acuestan con hambre. Los niveles de desnutrición crónica son graves en algunos países como Guatemala, Honduras, Haití, Bolivia... donde tenemos que trabajar a largo plazo”. Además, la desigualdad constante en todo el territorio dibuja un continente con “bolsas de riqueza” y desigualdades que van desde los niveles de Chile o Uruguay, con un 1% de población en situación de desnutrición, hasta Guatemala, donde el problema afecta a un 50% de sus habitantes.
Una política internacional a medio plazo
Durante los años 80, la comunidad internacional y los gobiernos de los países en vías de desarrollo se centraron en la producción de alimentos como solución al problema del hambre. Largos excedentes de alimentos no sólo para cubrir la demanda interna sino para exportar y generar beneficios a partir de la venta.
Barreto incide en que esta política ni ha sido ni es suficiente. “Los estados no hemos invertido durante los últimos cincuenta años en políticas destinadas a generar programas nutricionales que es la otra parte del problema”, sostiene. Chile es un ejemplo de este tipo de políticas: en el año 1950 tenía índices de desnutrición crónica del 50% y hoy tiene del 1%. “Desarrolló una política sostenida de nutrición a través del fortalecimiento de alimentos, de campañas nutricionales en menores de cinco años que han permitido que esas cifras de desnutrición se redujesen”.
El PMA ve necesario crear una conciencia dentro de la comunidad internacional para que las políticas alimentarias a medio y largo plazo cobren importancia. “Estamos en el camino correcto y todavía hay que trabajar mucho porque desgraciadamente el hambre no vende porque no es rentable”, añade a la vez que pide que, dejando de lado los intereses políticos, los problemas del hambre y de la alimentación entren dentro de una agenda social en cada país para crear políticas públicas a largo plazo.