- Este miércoles ha partido hacia la Franja el barco de la iniciativa “Mujeres Rumbo a Gaza” para “honrar el espíritu impermeable” de las mujeres de la resistencia palestina
“No viviré abandonada o atada. Tengo un mañana y por ese mañana marcharé, revolucionaria, rebelde. No tengo miedo de los tornados que ocupan el horizonte. Provocaré un seísmo en todo el mundo y marcharé con un ejército unido”.
Son los versos que Mariam Abu Daqqa escribió en una carta al jefe de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Ahmed Shukeiri, cuando supo que el llamamiento a filas no incluía a mujeres. Era 1967 y pronto estallaría la Guerra de los Seis Días con Israel que terminó con la ocupación israelí de las zonas palestinas de la franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén-Este, los Altos del Golán sirios y la península egipcia del Sinaí.
Una tarde, mientras estudiaba debajo de un albaricoquero, un primo llegó y le propuso ser fedaya, guerrillera. “Por fin lo había conseguido. Hombres y mujeres, fedayín de la guerrilla nacionalista palestina, luchando juntos”, recuerda con nostalgia.
Su madre se convirtió en su confidente. Escondía los panfletos y las granadas con las que entrenaba y convencía a su padre de que las horas fuera de casa las pasaba con sus primas. Hasta que llegó el día en que los soldados israelíes rodearon su casa y la detuvieron.
El interrogatorio estuvo cargado de violencia. “Sentía que estaban jugando con mi cabeza como si fuera una pelota, golpeándola de una pared a otra. Me preguntó si temía por mi honor –una forma de amenazar con ser violada–. Le dije que mi honor es mi madre patria”, relata Abu Daqqa.
Tras seis meses de cárcel, Mariam fue liberada. La forzaron al exilio, quedando abandonada entre Israel y Jordania hasta que llegaron las brigadas del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) con las que, a los 29 años, Mariam Abu Daqqa se convirtió en una de las primeras mujeres líderes militares. En la primera Guerra de El Líbano (1982) comandó a guerrilleros de ambos géneros, no sin pocas críticas que eran acalladas por su valentía y su agilidad con el RPG.
“No se puede negar que las mujeres tuvimos un papel importante en la liberación de Palestina, y todavía lo tenemos, porque resistir es también criar a los hijos e hijas, es no emigrar de Palestina o participar en la vida política”, afirma Abu Daqqa, quien hoy es miembro del politburó del FPLP.
No es la única figura femenina palestina en la resistencia armada. Fátima Barnawi, nacida en Jersualén en 1939 y con raíces africanas, entró a formar parte de las filas de Fatah en 1966. En 1967 llevó a cabo una operación, frustrada por israelíes, contra el cine Zion en Jerusalén- Oeste.
“Después de aquello volví a Qalqilia, donde trabajaba como enfermera. Vinieron los israelíes y me detuvieron. Soy negra, por eso me descubrieron. Fui la primera prisionera palestina de los territorios ocupados en 1967”, cuenta Barnawi desde su casa en Gaza.
Dos años después, comenzaron a llegar más y más jóvenes mujeres a la cárcel. “Era sorprendente, las mujeres habían roto el tabú y participan en la liberación de Palestina. Ahí estaban las compañeras Mariam Shakhshir, Doris Khuri, Rasmiya Odeh…”, recuerda. La mención de esta última le hace sonreír. Ella fue la que le motivó a formar parte del intento de fuga de la cárcel israelí de mujeres.
“Cavamos un agujero con ayuda de todo lo que encontramos, como las cucharas de la cocina. Los israelíes se dieron cuenta y acordonaron la zona, pensaban que iba a escapar toda la cárcel. Yo les dije que no iba con ellas porque mi color era demasiado llamativo”, explica.
Todo resultó en vano y Barnawi fue liberada 10 años después, cuando fue expulsada de su tierra. Cuenta que más tarde volvió, y cuando se formó la Autoridad Palestina, Arafat le pidió que formara la primera sección de mujeres policía en Gaza.
La lucha pacífica de las mujeres palestinas
El papel de la mujer en la liberación no siempre ha estado cargado con fusiles. Khadiya Assalman es hoy una anciana muy venerada en la franja de Gaza que años atrás formó parte de una resistencia desarmada y pacífica. En su casa de Beit Lahiya cuenta a eldiario.es cómo organizó el primer acto de desobediencia femenino contra la ocupación militar israelí.
“Era 1971 y habíamos llegado a un punto en el que los israelíes habían detenido a todos hombres y jóvenes de Beit Lahiya, solo quedábamos las mujeres”, relata Assalman. Fue ella quien organizó todo. “ Les dije que las mujeres debían salir y enfrentarse a los soldados, pero sin armas, ni siquiera armas blancas. Solo con sus puños”, explica.
Durante el choque con los sorprendidos soldados israelíes, muchas fueron heridas y hospitalizadas. “A algunas heridas las llevaron al hospital y las sedaron para que no continuaran las protestas”, añade la anciana.
Pero no se dieron por vencidas y poco después organizaron una marcha pacífica, que también fue reprimida por los soldados. “Usaron excavadoras para apartarnos. Cogían con ellas a las mujeres y las tiraban a un lado”, recuerda Assalman.
A base de pelear lo suyo consiguieron que el gobernador de la ocupación militar israelí en el norte de la franja les prometiera un mejor trato durante las redadas. “La revolución es hermosa. Estoy orgullosa de lo que hice, orgullosa de ser palestina”, sentencia.
Con el acceso a la educación muchas mujeres abrieron otro 'frente'. Sigue siendo pacífico, pero también es académico, cultural, aunque incluso de este modo, persisten las amenazas del exilio o del encarcelamiento.
Como le ha sucedido a la poeta Darín Tatour, palestina de un pueblo de Nazaret (Israel), quien responde a nuestras preguntas desde un apartamento que se ha convertido en su celda, y que un juez israelí dictó que estuviera a 40km de su casa familiar.
Explica que está bajo detención domiciliaria desde enero de 2016, no puede salir ni usar Internet. Su 'crimen' fue el poema “Resiste mi pueblo, resístelos”, por el cual Israel le acusa de incitar a la violencia. De su tobillo cuelga un aparato electrónico que controla su localización.
“El arte es lucha y, en nuestro caso, buscamos obtener derechos. Para mí la poesía es la forma de expresión como oprimidos, para mostrar nuestro sentimiento de represión, decepción y dolor. Pedir la liberación es un derecho fundamental para la persona reprimida, las leyes internacionales hablan de esto”, reclama Tatour.
Ella pasó tres meses en la cárcel antes de ser puesta bajo detención domiciliaria y cuenta cómo allí se encontró incluso con menores de edad. “Es una vergüenza para el mundo que las mujeres sea tratadas así en las cárceles. Hay que poner fin a la ocupación israelí”, denuncia.
Un barco de mujeres hacia Gaza
Tras la creación de la Autoridad Palestina (1994) la Unión General de Mujeres Palestina (UGMP) trabaja principalmente en la lucha nacional contra la ocupación para establecer un Estado palestino, pero “también en la lucha social sobre la base de igualdad y derechos de la mujer”, aclara Amal Hamed, directora de la unión en su rama de Gaza.
Entienden que la liberación de Palestina va de la mano de la liberación de las mujeres. “Para que seamos libres, tenemos que serlo dentro de nuestra sociedad”, apunta Hamad. Sabe que esta semana algo llega para remover conciencias.
Este miércoles saldrá rumbo a sus costas el barco del proyecto “Mujeres Rumbo a Gaza”, a bordo del cual van varias activistas de todo el mundo que buscan apoyar la causa de las mujeres palestinas. “Lo agradecemos profundamente. Cualquier esfuerzo internacional es bienvenido, sobre todo si es de mujeres”, apunta Hamad.
Lo mismo cree Intimaa Alsdudi, una joven refugiada palestina que vive en Gaza. Miembro del PSCABI (Campaña Estudiantil Palestina para el Boicot Académico de Israel, en sus siglas en inglés) y feminista con estudios en Género e Interseccionalidad, Alsdudi está en contacto, sobre todo, con las mujeres sudafricanas.
“Las mujeres negras apoyan a las mujeres palestinas. Conectan su libertad a un discurso más amplio de derechos humanos y feminismo”, explica la joven. Afirma que existe una analogía entre el BDS (Campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones contra Israel) y la lucha contra el Apartheid sudafricano.
“La escritora Alice Walker cree que la causa palestina es una causa de toda la humanidad”, dice. Con la ilusión de quien sigue a un modelo, Alsdudi señala: “Walker habla de su propia historia por ser negra y mujer en los EE.UU. y abraza el papel valiente de las defensoras y defensores de los derechos humanos de las flotillas rumbo a Gaza”.