El nuevo pacto migratorio europeo: Europa eleva los muros
La Comisión Europea ha presentado el esperado nuevo Pacto sobre Migración y Asilo de la UE, inicialmente previsto para febrero de 2020, que pretende establecer un nuevo marco común para la gestión de la migración en Europa. El documento reconoce que el sistema actual ya no funciona. Y que, durante los últimos cinco años, la Unión Europea no ha sido capaz de arreglarlo. Por tanto, parece necesario superar el actual estancamiento y dar con soluciones comunes a un desafío europeo.
El Pacto era una oportunidad para que Europa decidiera optar por una política migratoria que garantizara la protección adecuada a las miles de personas que llegan al continente buscando seguridad. Era una oportunidad para garantizar los derechos humanos y asegurar condiciones dignas a los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo que solo buscan seguridad en nuestros países. El hecho de que un alto porcentaje de estas personas no consigan que Europa reconozca su derecho a una protección legal, basada en la Convención de Ginebra para los refugiados, no debería traducirse en que todas ellas sean olvidadas en campos de contención en condiciones infrahumanas, como hemos constatado en Lesbos y Samos los últimos años.
Resulta decepcionante el resultado de un Pacto cuyos arquitectos ni siquiera pueden argumentar que se ha diseñado “en caliente”. Y hay mucha hipocresía en anunciar este pacto como uno más humano, cuando en la práctica continúa elevando los muros de las fronteras en lugar de ofrecer protección. Es decepcionante comprobar cómo el Pacto constituye un eslabón más en la cadena de anuncios y promesas incumplidas de los últimos años. Los datos nos dicen que no hay una crisis migratoria alguna en Europa: lo que hay es una crisis de acogida, un fallo estructural de la gestión de las políticas de migración y asilo en la UE. El número de personas que han llegado a Europa a través del Mediterráneo ha descendido vertiginosamente desde 2015 debido al blindaje de las fronteras y la externalización de las mismas a terceros países como Libia y Turquía. Aquel año llegaron más de un millón de personas por mar procedentes fundamentalmente del éxodo que provocó la guerra civil en Siria; en 2016, la cifra descendió un 64% debido a la firma en marzo del acuerdo de la UE con Turquía, quien actúo de muro de contención de la migración hacia la UE. La cifra ha ido disminuyendo hasta las 46.000 personas que han llegado por mar en 2020, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones. Es una cifra que no tiene comparación con la de 2015.
El Pacto era una oportunidad para que no se hiciera un simple ajuste de la normativa vigente, que ha transformado nuestra política de acogida en un infierno para los solicitantes de asilo. Este nuevo Pacto podría haber implicado un profundo cambio de mentalidad, dejar de lado de una vez por todas las políticas de contención y disuasión, y apostar por una Europa más humana. Lamentablemente, no ha sido así.
El documento propone el llamado “Mecanismo de Solidaridad” a la carta, que no obliga a los países miembros a acoger a las personas, sino que pueden elegir el tipo de apoyo que brindan a la gestión migratoria. Simplificando, las cuotas de asilo no se aplicarán de manera uniforme en la UE y el sistema de asilo solo funcionará de forma reducida: los países pueden acoger a refugiados y migrantes, por lo que recibirán apoyo financiero de la Comisión Europea, o bien encargarse de la deportación de los solicitantes de asilo que no hayan sido aceptados. Hemos pasado de cuotas de acogida a cuotas de retorno. La devolución de las personas es una de las piedras angulares del Pacto, por lo que se refuerza también la colaboración con terceros países. Se fortalece de nuevo la seguridad en las fronteras exteriores, con la creación de un cuerpo permanente y más robusto de Guardia Fronteriza, cuyo despliegue está previsto a partir del 1 de enero de 2021, y con la figura de un nuevo Coordinador de Retorno de la UE.
Se acentúa también el control de los procedimientos en frontera para la identificación de personas que llegan sin permiso o provenientes de un rescate en el mar: por primera vez incluye un examen previo a la entrada que abarca su identificación y posterior clasificación, con el objetivo de acelerar la deportación de quienes no obtengan protección internacional.
En cuanto a las operaciones de rescate y salvamento en el Mediterráneo, de momento hay pocas certezas, pero sí una mención muy específica al refuerzo de la seguridad y el control a través de Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas), que debería proporcionar un mayor apoyo operativo y técnico. No se menciona el vergonzoso campo de Moria en este pacto, ni el nuevo asentamiento donde, tras el incendio de Moria, trasladaron a 9.000 personas en condicionas igual de lamentables; pero la UE se compromete a reasentar entre los Estados miembros a 29.500 personas hasta 2022. Es destacable recordar que el acuerdo europeo de septiembre de 2015, que pretendía reubicar y reasentar a 180.000 de los refugiados que llegaron a Grecia e Italia en dos años, nunca se cumplió.
Hace apenas unos días, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se expresaba en estos términos en el Debate del Estado de la UE: “Tenemos la convicción de que cada ser humano posee una dignidad solemne a la que no se puede tocar, sin importar el lugar del que venga esa persona”. “Adoptaremos un enfoque humano y humanitario”, dijo.
A la retórica de las palabras nobles se enfrenta, como en un espejo deformante, la crudeza de los hechos que vemos cada día en nuestro trabajo: seres humanos despojados de su dignidad que no encuentran ni un atisbo de protección en el viejo continente. Dignidad que se niega a las personas atrapadas en condiciones infrahumanas en los campos de contención en las islas griegas; a las personas atrapadas en el mar, pues apenas existen operaciones de rescate y salvamento en el Mediterráneo central, porque continúa el hostigamiento y la criminalización de nuestro trabajo; a las personas bloqueadas en infames centros de detención en Libia, un país que a todas luces no ofrece garantías de ningún tipo.
La construcción de esta ‘Europa fortaleza’ continúa, cuando lo que necesitamos es una Europa más humana. Necesitamos la evacuación inmediata de las islas griegas, una gestión humana y respetuosa con el derecho de asilo y la aceptación de las operaciones de rescate en mar. No necesitamos más muros físicos y burocráticos.
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