Tras un bombardeo en la ciudad siria de Alepo, la espalda de Firas quedó marcada. El dolor que le provocan los tornillos instalados para estabilizar su columna se han convertido en parte de su cotidianeidad. A pesar de haber pasado por tres operaciones quirúrgicas, consiguió burlar las fronteras y llegar a Grecia, pero allí corre el riesgo de sufrir infecciones, tanto de tejidos como óseos o el desplazamiento de algún hueso. Firas necesita una atención especializada para que esto no ocurra, pero la precariedad en los campamentos instalados en el país heleno no lo pone fácil.
Es uno de los 22 casos de familias “altamente vulnerables” presentados este miércoles ante el Ministerio de Exteriores por la plataforma Bienvenidos Refugiados España junto con otro centenar de organizaciones sociales (CEAR, Médicos del Mundo, ProemAid, Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio, entre otras) y políticas (IU, Podemos, PSOE, Equo, PUM+J, En Comú Podem, BNG y Ciudadanos Lugo). Solicitan al Gobierno su traslado por razones humanitarias.
El caso de Osman demostró que, cuando existe voluntad, los trámites se aceleran. La fuerte campaña de la ONG Bomberos en Acción empujó al Gobierno de España en funciones a gestionar el traslado de un niño afgano de siete años con parálisis cerebral desde el antiguo campo improvisado de refugiados de Idomeni. El Ejecutivo emitió un salvoconducto humanitario por razones médicas con el que el pequeño pudo viajar junto a su familia a España para ser tratado en un hospital de la Comunidad Valenciana.
Ahora, la plataforma 'Bienvenidos Refugiados España' y la ONG 'Help es Help' han reunido un conjunto de casos vulnerables que necesitarían ser trasladados desde los campos de refugiados de Grecia. Son “los otros Osman” que, como él, necesitan unos cuidados especiales que, según las organizaciones sociales, podrían ser proporocionados en España.
Faquira, Natasha, Hussein
Faquira Nouaf, tampoco lo tiene fácil. Él es un joven yazidí que nació hace 23 años en el seno de una familia humilde en el Kurdistán iraquí. La intromisión del Daesh en su aldea rasgó por completo la existencia de los suyos. El grupo terrorista quemó la aldea de Faquira y persiguió y asesinó a algunos de sus familiares.
Para evitar la muerte, él y los suyos tuvieron que refugiarse en un campamento de la región kurda de Irak de Dohuka, donde permaneció durante más de un año y trabajó como albañil para poder ayudar a su padre enfermo. Pero el horror estaba demasiado cerca en el espacio y en el tiempo, por lo que decidió buscar refugio en Europa, una meta que alcanzó después de atravesar un duro camino, que incluía cruzar el Egeo.
A pesar de haber puesto mar y tierra de por medio, Faquira no puede desprenderse de las secuelas del calvario que tuvo que vivir. Las suyas no son cicatrices o marcas visibles; las suyas se han quedado en su interior. Cada día sufre alucinaciones visuales con imágenes de miembros del Daesh, que le hacen confundir lo vivido con la realidad.
El chico, que vive solo en el campo de refugiados de la isla de Leros, con 600 personas desconocidas para él, donde hay disputas diarias y momentos de mucha tensión, padece brotes psicóticos y ataques de pánico que lo llevan a autolesionarse. Los cuidados y la atención que el chico requiere, no son suficientes. El respiro que esperaba vivir en Europa, aún no llega.
Hussein, con pasaporte sirio, es padre de una pequeña de cuatro meses, Raghad. Llegó con su bebé a la isla de Lesbos, atravesando el Egeo desde Turquía. En la isla griega viven en el campamento autogestionado Pikpa Camp, habilitado por voluntarios para dar calor y respaldo a familias vulnerables.
Quienes huyen, no solo lo hacen de la guerra. También de la persecución en la sociedad en la que viven, incluso en su propia familia. Ese es el caso de Natasha Jani, una mujer transexual paquistaní, que sufrió malos tratos y agresiones constantes por su condición de mujer transexual. Su existencia está marcada por la violencia ejercida sobre ella, víctima de explotación sexual y laboral. Un tormento que sólo aliviaba con el apoyo de su madre y hermana, las mismas que hicieron posible que Natasha alcanzara refugio en Europa. En su camino, se vió obligada a suspender temporalmente el tratamiento hormonal y adoptar una imagen masculina, para velar así por su integridad física. El coste de la supervivencia de Natasha no acaba ahí, la marginación que vive en primera personas, también la sufre, incluso, entre la comunidad paquistaní en los campamentos de refugiados en Grecia.
Firas, Faquira, Hussein, o Natasha, tienen algo en común, y es que además de haber tenido que abandonar sus hogares de manera forzada y buscar un lugar a salvo en Europa -donde resisten en campamentos de refugiados en Grecia-, sus circunstancias personales les convierte en personas en situaciones de alta vulnerabilidad. Estas circunstancias implican que, según la plataforma Bienvenidos Refugiados España, no pueden hacer frente al tiempo de espera estimado por las autoridades griegas para tramitar su asilo —entre seis a 18 meses—, porque su salud e integridad física están en peligro debido a las condiciones socio-sanitarias en las que se encuentran en la actualidad.
La plataforma ciudadana 'Bienvenidos Refugiados España' (BRE) y la organización Help es Help ha recopilado y documentado estos casos para exigir al Gobierno una solución. “Todo esto surge porque desde BRE, la organización Help es Help, nos solicitó difundir casos de vulnerabilidad detectados en terreno. Y a partir de ahí vimos la necesidad de hacer una cadena solidaria para poner solución”, explica Pilar Feo, una de las voluntarias de esta propuesta. Además, apunta que tras el caso de Osman, vieron que “era posible que se dieran otros” traslados por motivos de carácter humanitario. El Gobierno en funciones, que hasta la fecha ha reubicado a 124 personas refugiadas a nuestro país, todavía no ha respondido a la petición.