Las primeras semanas de régimen militar en Tailandia

La División de Operaciones Psicológicas del Ejército tailandés organizó el pasado miércoles un festival para “llevar de vuelta la felicidad al pueblo” en la plaza del emblemático Monumento a la Victoria, en Bangkok. En un escenario, una banda militar interpretaba versiones de los Creedence Clearwater Revival o canciones tradicionales tailandesas. No lejos de allí, soldados con uniformes de diferentes cuerpos posaban para que los tailandeses se pudieran sacar fotos con ellos. Además, el ejército tailandés ofrecía comida gratis a los transeúntes.

El Ejército está organizando espectáculos como estos en toda Tailandia con el objetivo de mostrar su cara más amable dos semanas después de dar el duodécimo golpe de Estado desde que el país dejó de ser una monarquía absoluta en 1932.

En días anteriores, el Monumento a la Victoria había sido el punto de encuentro de los opositores al golpe, que raramente llegaron a superar los 300 o 400. El Ejército detuvo a varios manifestantes y se produjeron varios enfrentamientos, pero no hubo heridos de gravedad en ningún momento. A menudo, la policía actuó de mediadora entre manifestantes y soldados, calmando situaciones potencialmente explosivas.

En una ocasión, un oficial estuvo insultando durante horas a los manifestantes y a los numerosos periodistas extranjeros allí presentes, acusando a los primeros de estar pagados por el exprimer ministro Thaksin y tildando a los segundos de “canallas”, pero sus insultos no provocaron una reacción violenta por parte de los manifestantes.

El tercer día de protestas, los manifestantes atacaron un vehículo militar cuando los militares detuvieron a uno de ellos. Finalmente, consiguieron expulsar a los soldados y se fueron a sus casas tras celebrar una victoria más bien pírrica.

Al día siguiente, por la tarde, la plaza del Monumento a la Victoria y las calles aledañas estaban completamente tomadas por unos 1.300 soldados y policías. Las dos únicas protestas fueron la de dos mujeres que sostuvieron carteles contra el golpe y Prayuth y fueron detenidas por los militares inmediatamente y la de un ciudadano belga que fue arrestado por la policía.

La lenta gestación del golpe

La calurosa tarde del 22 de mayo en Bangkok, el general Prayuth Chan-ocha, jefe de las fuerzas armadas tailandesas, presidió en el Club del Ejército de Bangkok una reunión de ministros del Gobierno, líderes de sus partidarios (los llamados camisas rojas) y de los dirigentes de la oposición que habían organizado las protestas antigubernamentales que se habían prolongado durante meses en la capital tailandesa.

Dos días antes, el general había declarado la ley marcial en todo el territorio tailandés, sin consultar al Gobierno en funciones y aplicando una ley aprobada en 1914, cuando Tailandia era una monarquía absoluta. El 22 había vuelto a sentar por segundo día consecutivo a encarnizados rivales políticos con el objetivo de llegar a un acuerdo para sacar a Tailandia del punto muerto en el que se halla sumida desde hace meses. El general estaba perdiendo la paciencia y lo había dejado muy claro el día anterior: a cuatro meses de su jubilación obligatoria, no se jubilaría si no eran capaces de llegar a un acuerdo, una amenaza clara de que estaba dispuesto a tomar el poder.

Aquella tarde, cuando los rivales políticos fueron incapaces de llegar a un acuerdo, el general Prayuth tomó la decisión definitiva: anunció que tomaba el poder, hizo detener a todos los presentes y se hizo con el poder en apenas unos minutos.

Miles de opositores al Gobierno de Yingluck Shinawatra habían ocupado algunos de los puntos neurálgicos de Bangkok desde noviembre del año pasado. Los opositores estaban liderados por el ex viceprimer ministro Suthep Thaugsuban, al frente del Comité Popular de Reforma Democrática (CPRD), y pedían la disolución del Gobierno y la creación de un nuevo Gobierno nombrado por el rey que llevara a cabo un proceso de reformas, cuyo contenido nunca llegó a quedar del todo claro.

El único objetivo evidente del CPRD es el de erradicar lo que califican como el “régimen de Thaksin”, en referencia al hermano de Yingluck, exprimer ministro y multimillonario que revolucionó la política tailandesa a principios de este siglo con sus políticas populistas, cuyas formaciones políticas han ganado todas y cada una de las elecciones celebradas en Tailandia desde 2001, incluso después de ser expulsado del poder por un golpe de Estado en 2006, y que ejercía una considerable influencia en el Gobierno de su hermana desde Dubái, dónde vive exiliado desde 2008 para evadir una condena de dos años de cárcel por un caso de abuso de poder.

Thaksin también era un autócrata que gobernaba con mano de hierro y se enriqueció considerablemente durante su mandato. Además, se granjeó la enemistad de las élites bangkokianas tradicionales, cuyo poder y privilegios tradicionales se vieron amenazados por su ascenso. Esas élites han hecho todo lo posible para precipitar su caída, pese a que Thaksin cuenta con un considerable apoyo popular en el norte y el noreste del país, las zonas más pobres y populosas del país, lo que ha abierto una profunda fisura en la sociedad tailandesa.

Las protestas del CPRD fueron fundamentalmente pacíficas, pero se produjeron esporádicos episodios de violencia en los que murieron 28 personas en total y que han sido citados por el ejército como una de las razones para dar el golpe de Estado.

La primera ministra había disuelto el parlamento en diciembre, convocado nuevas elecciones y finalmente había sido depuesta por el Tribunal Constitucional a principios de mayo, por un caso de abuso de poder en el nombramiento de un alto funcionario, en lo que muchos han calificado de “golpe de Estado judicial”. Pero los representantes del CPRDD en el Club del Ejército, que se negaron a negociar con el Gobierno desde el principio de las protestas, no estaban dispuestos a retirar su exigencia de que el Senado, cuya mitad es nombrada por el ejército, nombrara un nuevo primer ministro, empeñados en que se produzca un proceso de “reformas antes de las elecciones” en el que no quieren que participen los socios políticos de Thaksin.

La crisis que ha conducido al golpe se ha prolongado desde hace al menos nueve años y es sumamente compleja. Las políticas sociales de Thaksin Shinawatra, que sus adversarios han tildado de populistas, tuvieron como efecto un cierto despertar político de la población rural del norte y el noreste del país, regiones históricamente abandonadas a su suerte por el poder fuertemente centralizado en Bangkok. Además, Thaksin es un advenedizo que no pertenece a la élite que tradicionalmente ha gobernado el país, un advenedizo que consiguió un poder sin precedentes en un ministro. No son pocos los analistas que creen que, en el fondo, la disputa política gira en torno a quién tendrá las reinas del país cuando muera el venerado rey Bhumibol Adulyadej, de 86 años, y llegue el delicado momento de la sucesión real.

En los últimos meses, el ejército ha tratado de presentarse como un árbitro imparcial entre las dos partes, pero pocos creen que lo sea. “Es ilusorio creer que los militares sean imparciales y puedan desempeñar el papel de mediadores. El ejército ha sido una de las partes del prolongado conflicto tailandés y ha colaborado estrechamente con el CPRD, que trató de crear una situación de ingobernabilidad que preparase el terreno para que los militares intervinieran políticamente. Se sabe desde hace tiempo que el ejército no les tiene ningún cariño ni a Thaksin ni a los camisas rojas”, asegura a ElDiario.es Pavin Chachavalpongpun, politólogo tailandés y profesor asociado de la Universidad de Kioto.

“Se han dado diversos pasos para debilitar al Gobierno: primero fueron las manifestaciones callejeras, después el golpe judicial, después la ley marcial y, finalmente, el golpe de Estado. Es posible que se evitara llegar a un acuerdo en las reuniones de forma intencionada. Al fin y al cabo, las elecciones no son una prioridad para los militares, pero eliminar la influencia política de Thaksin sí lo es”, añade Pavin.

De hecho, el portavoz del ejército, Weerachon Sukhondhadhpatipak, declaró recientemente en una entrevista a Voice of America que uno de los objetivos del golpe era eliminar la influencia de Thaksin Shinawatra en la política tailandesa. Y, haciéndose eco de las demandas del CPRD de “reforma antes de elecciones”, el general Prayuth declaró hace dos semanas que no será posible convocar elecciones hasta dentro de al menos 15 meses, un plazo muy similar al propuesto por el CPRD.

No es de extrañar que hayan aparecido fotografías en las redes sociales de la plana mayor del CPRD celebrando una fiesta tras el golpe, un par de días después de que el ejército liberase a su líder, Suthep, con algunos de ellos vistiendo camisetas militares del antiguo regimiento del general Prayuth.

Tensa calma en Bangkok

Inmediatamente después del golpe, el general Prayuth creó el Comité Nacional para la Paz y el Orden, que impuso el toque de queda, disolvió el Senado y emitió un decreto tras otro prohibiendo reuniones públicas de más de cinco personas o imponiendo la censura más estricta en los medios. Además, asumió el control de todas las cadenas de televisión y declaró que algunos delitos de naturaleza política, como el de lesa majestad, serán juzgados por tribunales militares. También ha detenido a numerosos políticos, académicos y periodistas críticos con el golpe.

Muchos de ellos, incluida Yingluck, han sido liberados tras firmar documentos en los que prometen no oponerse al golpe, pero otros aún no y se desconoce el paradero de muchos de ellos y el número exacto de detenidos en los bastiones tradicionales de los camisas rojas del norte del país.

El ejército también disolvió las protestas que había en Bangkok en aquel momento. Una manifestaciónde camisas rojas en las afueras de Bangkok fue rodeada por soldados, y algunos oficiales tomaron el escenario desde dónde lanzaban sus discursos los líderes “rojos”, los arrestaron y pidieron a todo el mundo que volviera a sus casas.

El ambiente era más relajado en una protesta del CPRD en el centro de la ciudad. Allí se podía apreciar claramente un sentimiento de victoria entre los manifestantes, con algunos de ellos tomándose fotos con los soldados. Por la noche, el ejército puso a su disposición autobuses para transportar a muchos de los manifestantes a las provincias del sur de donde procedían, zonas dominadas por Suthep y el Partido Demócrata al que antes pertenecía.

“No me gusta llamar a esto golpe de Estado, el ejército ha tomado cartas en el asunto para introducir reformas y asegurar que haya paz en el futuro,” dijo a eldiario.es Ploy, una bibliotecaria de 56 años que había estado participando durante meses en las protestas del CPRD. “Ahora estoy más contenta que antes, me fio mucho más del ejército que de Yingluck.”

Sin embargo, las protestas contra el golpe no se han hecho esperar. La primera tuvo lugar un día después de la asonada, en el emblemático Monumento a la Democracia, en el centro de Bangkok. Unos cincuenta estudiantes, en su mayoría de la Universidad de Thammasat, convocaron una protesta aquella mañana. Entre ellos se encontraba Panitan Prueksakasemsuk, un licenciado de Derecho de 22 años, hijo del conocido activista camisa roja Somyot Prueksakasemsuk, condenado el año pasado a 11 años de cárcel por lesa majestad tras haber publicado en la revista que editaba un artículo, escrito por otra persona, considerado ofensivo a la monarquía.

“Los ciudadanos tenemos derecho a vivir en una democracia, este golpe nos ha despojado de nuestros derechos, por eso estamos aquí, para expresar nuestra oposición al golpe,” dijo Panitan a eldiario.es. “Me temo que pueden arrestarme por protestar, pero es algo que tenemos que hacer,” añadió. Tan solo dos días después, Panitan fue detenido junto a su madre durante diez horas por los militares.

La protesta más multitudinaria hasta elmomento tuvo lugar el domingo 25 de mayo y fue organizada por el conocido activista Sombat Boongamanong. Sombat, que negó a entregarse a la junta militar y estuvo lanzando constantemente mensajes en las redes sociales diciendo “atrapadme si podéis”, logró convocar a unas tres mil personas en el momento álgido de la protesta, si bien no participó en ella. El punto de encuentro era un McDonalds en el barrio comercial de la ciudad, lo que ha provocado una declaración pública de McDonalds Tailandia distanciándose de las protestas. Tras unas horas, los manifestantes se desplazaron al Monumento a la Victoria, a pocos kilómetros. No hubo violencia, aunque sí varias escenas de tensión entre los manifestantes y soldados desplegados en ambas zonas.

Sombat trató de organizar nuevas protestas el domingo, pidiendo a sus partidarios que usaran el gesto de levantar tres dedos, inspirado en la saga Los juegos del hambre. Pero las manifestaciones estuvieron poco concurridas y fueron rápidamente disueltas por el ejército. La junta militar ya ha prohibido el gesto de los tres dedos y el jueves detuvo a Sombat, quedando así fuera de juego el único activista que había organizado cierta oposición al golpe.

Con la mayoría de líderes y activistas detenidos o controlados por el ejército y las redes sociales estrechamente vigiladas, es poco menos que imposible organizar una oposición fuerte al golpe. La censura hace extremadamente difícil saber cuántos tailandeses se oponen al golpe y, dejando aparte un toque de queda y la presencia de militares en las calles, la vida parece seguir su curso ordinario en Bangkok.

Sin embargo, numerosos observadores que presenciaron el golpe de Estado de 2006 con los que ha hablado eldiario.es coinciden en que la oposición al golpe ha sido más rápida y numerosa que en aquella ocasión. El politólogo Pavin Chachavalpongpun, que también ha sido citado por la Junta para que se presente ante ella, pese a residir en Japón, diagnostica: “Creo que el régimen militar se aferrará al poder por algún tiempo. Y cuanto más tiempo estén en el poder, más gente saldrá a la calle. Encualquier caso, fue el golpe de 2006 lo que hizo que naciera el movimiento de los camisas rojas, por lo que los ‘rojos’ siempre han tenido una ideología anti-golpista. La reacción podría ser muy fuerte y provocará otra ronda de violencia política.”

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