“La primera vez que me encontré con él estaba con un amigo sentado en la Plaza Omonia (Atenas). No podíamos dormir del hambre que teníamos”, explica un adolescente sirio de 16 años en un vídeo producido para la Fundación PorCausa. Su interlocutor les dio comida, bebida y conversó con ellos, relata. Al día siguiente, se lo encontró de nuevo. “Me dijo que llevaba años en este país y que tenía un vicio. Pregunté: '¿Cuál es?'. Me respondió: 'Practicar sexo con adolescentes”.
En las plazas de Atenas, hay refugiados menores de edad explotados sexualmente, como el adolescente sirio entrevistado en este vídeo. Ha accedido a contar su historia con dos condiciones: mantener su anonimato y esperar a publicarla una vez hubiera sido reubicado a otro país europeo. En la actualidad, tiene 17 años y vive en otro Estado miembro, que prefiere no desvelar.
“El hombre me dijo que me daría dinero y todo lo que quisiese. No tenía otra solución y me fui con él”, reconoce el menor. “Cuando lo hice, me arrepentí, me odié a mí mismo. Pensé que cómo había sido capaz de hacerlo por dinero pero, en realidad, cuando tomé la decisión, no tenía otra opción: estaba hambriento y no tenía nada”, repite el adolescente.
El joven cuenta que la situación de vulnerabilidad vivida en Grecia le empujó a la prostitución y al mundo de las drogas. Como muchos otros solicitantes de asilo, este joven estuvo viviendo en El Pireo, un campamento informal ocupado por entre 2.000 y 6.000 personas, levantado en el puerto de Atenas.
Las personas migrantes que habían llegado de manera irregular por mar, y que pretendían continuar el viaje por la ruta de los Balcanes, se vieron encalladas en este punto. Pero su camino hacia el interior de Europa se bloqueó cuando la Unión Europea firmó el acuerdo con Turquía, que suponía la devolución de quienes llegasen a las islas griegas de forma irregular. Era 20 de marzo de 2016, 60.000 personas quedaron atrapadas en el agujero griego.
“Cuando lo desalojaron, nos quedamos en la calle, donde estuvimos viviendo durante un tiempo”, relata el menor. Cuando se aproximaba la temporada turística en aquel año, el Gobierno inició el desmantelamiento del asentamiento de El Pireo, puerta de entrada para el turismo de cruceros.
En julio, las tiendas de campaña habían desaparecido. Muchas de aquellas personas fueron enviadas a otros campamentos del país, muy lejos de la capital. Muchas, pero no todas: el fin del campo de El Pireo acrecentó el caos en Atenas. Según dice el menor, tras el desmantelamiento intentó que le acogieran en el campo de Eleonas pero no lo consiguió y, por esta razón, se quedó en situación de calle.
Aquel campamento del puerto estaba lleno de menores que perdían su infancia por el camino. Cuando las tiendas fueron retiradas, algunos de los menores pasaron a vivir a casas ocupadas o se quedaron en la calle. No pueden trabajar, no pueden o no quieren abandonar Grecia, no tienen dinero, no quieren o no pueden estar en un centro de menores. Para muchos de ellos, la vida consiste en esperar, como sea, durante meses, la fecha de la entrevista en la oficina de asilo.
El consumo de drogas es otro de los riesgos que acechan a los menores refugiados no acompañados que acaban en la calle. “Uno se compra dos o tres pastillas, se las tragas y, entonces, se olvida de todo”, cuenta. Los menores admiten que no consiguen romper por sí solos esa dinámica. Es así como uno se hace adicto a todo y no lo puede dejar“, describe el menor.
“Esta tragedia la sufren muchos menores refugiados”
Este testimonio de prostitución y drogas de menores refugiados no es el único al que han tenido acceso los realizadores del vídeo. Otros adolescentes procedentes de Oriente Medio han relatado historias muy similares, en las que acceden a mantener relaciones sexuales por dinero con hombres mayores. En las céntricas plazas de Viktoria y Omonia puede observarse, a ojos de todos, el mercado de prostitución.
“El testimonio muestra de una manera muy cruda la tragedia continua que muchos menores refugiados no acompañados enfrentan actualmente en Atenas”, dice Dimitris Makrystathis, presidente de la ONG Youthnet Hellas. “Atrapados y abandonados sin ninguna ayuda o protección de las instituciones más relevantes, las drogas y la prostitución se han vuelto parte de sus vidas y, probablemente, no hay salida fácil para ellos”, añade.
“No hay duda de que posiblemente algunos menores encaran condiciones aún peores que las del menor que ha sido entrevistado, pero tienen miedo o son amenazados para no hablar sobre ello”, dice Makrystathis.
“Cada cierto tiempo nos llega la información de que existen refugiados adolescentes no acompañados que viven en las mismas circunstancias [que el protagonista del video]”, confirma Christos Hombas, jefe de Intervención Social del EKKA, el departamento del Ministerio de Asuntos Sociales competente en materia de refugiados.
Son las ONG, la oficina de asilo, la Policía, los hospitales, el servicio de recepción e identificación de migrantes (RIS) o un hospital los que lanzan el aviso. Entonces, EKKA les busca alojamiento dotado de atención psicosocial, legal, de mediación cultural y seguridad. “Siempre reservamos en nuestro sistema unas cuantas plazas para casos urgentes como estos”, dice Hombas.
Según la oficina griega de la Organización Internacional para la Migración (OIM), a finales de 2015, Grecia tenía 320 plazas para menores extranjeros no acompañados y 200 de ellos en lista de espera. Con fondos europeos, dos ONG griegas, Arsis y Praksis, dan asistencia a estos menores, con la colaboración de la OIM, la Fiscalía de Menores y el Gobierno griego. Estas organizaciones gestionan la acogida y la atención psicosocial y médica. Una asistencia insuficiente para los 1.203 menores no acompañados que la OIM registró, vía trabajo de calle, ese mismo año en Grecia.
Pero las cifras han crecido. A fecha 20 de junio y, según datos del Centro Nacional para la Solidaridad Social, el número estimado de menores no acompañados en Grecia es de 2.250, mientras que el número de plazas disponibles en todo el país es de 1.270. En total, 1.149 niños se encuentran en lista de espera, atendiendo a estos datos. ¿Dónde viven mientras tanto? Según la EKKA, en “zonas seguras”, comisarías de policía, centros de recepción e identificación, lugares de alojamiento temporal. Atenas tiene 595 plazas repartidas en 24 albergues.
“No hay protección suficiente para estos menores”
A pesar de que estos albergues están atendidos las 24 horas del día, muchos menores acaban de nuevo en la calle. “La verdad es que en algunos casos, incluso cuando los niños ya tenían plaza en estos centros, tienen problemas para adaptarse a un nuevo entorno que implica convivir con otros menores no acompañados (MENA) de orígenes y nacionalidades diferentes, así como seguir una serie de normas”, admite Christos Hombas. “El resultado es que se fugan y que son encontrados de nuevo en las calles”, añade.
“No hay protección suficiente para estos menores, ni por parte del Estado ni de las ONG”, dice el presidente de Youthnet Hellas. “Las razones son muchas y fáciles de comprender. Necesitamos instituciones más fuertes y voluntad para cambiar las cosas, así como proveer a los refugiados con un alojamiento apropiado y una alimentación que nos asegure que no se convertirán ni en víctimas ni en delincuentes”.
Por su parte, el portavoz del EKKA argumenta que “hay servicios apropiados para la población especialmente vulnerable, tanto adultos como menores extranjeros no acompañados” a pesar de que, reconoce, “el sistema de recepción, proyección y ayuda en Grecia está sobrecargado por las altas tasas de afluencia sumado al bloqueo de refugiados en el país debido al cierre de fronteras”.
“Estos niños acarrean traumas por culpa de la guerra”
“El trauma que acarrean estos niños por culpa de la guerra, la pobreza o los abusos les acompaña durante el viaje”, recuerda Kalliopi Gkliva, jefa de proyecto para refugiados de SOS Children’s Villages Greece, filial de Aldeas Infantiles. La prioridad de esta organización es que los menores entiendan su estatus legal, pero explica que “es muy difícil persuadir a un adolescente para que se siente y espere pacientemente para reencontrarse con su familia”.
Grecia es un cuello de botella en el descentralizado sistema europeo de asilo. 23.652 personas han solicitado asilo durante el año 2017 (a fecha 31 de mayo) en Grecia, según el Ministerio de Política de Migración. De ellos, 979 eran menores de edad no acompañados, casi todos varones.
Según el informe de la Fundación porCausa 'La frontera de los 18', “uno de los principales problemas al tratar de analizar el problema de los menores extranjeros no acompañados (MENA) es la falta de calidad de los datos disponibles”. Ni Europa ni los Estados saben con precisión cuántos niños y niñas viajan solos. Se cuantifica cuántos piden asilo, pero se desconoce el número de los que, aunque han llegado a Europa, no lo piden. Las organizaciones que trabajan sobre el terreno, como Save The Children, hacen estimaciones que duplican la de los solicitantes de asilo
Aunque confirma la existencia de menores refugiados explotados sexualmente, Gkliva explica que la situación generalizada de los menores en Grecia no es esta, enfatizando los “grandes esfuerzos” realizados para cultivar un entorno estimulante durante el tiempo en el que los adolescentes migrantes tengan que pasar en Grecia. De igual manera, piensa que es importante la unión de esfuerzos para que los niños no tengan que vivir en centros en los que no están atendidos y “donde la interacción con adultos se ha demostrado como peligrosa”.
“Todos los esfuerzos deben dirigirse a ejercer más presión para que cada niño viva en un lugar seguro y recupere parte de su infancia”, dice la responsable de refugiados de esta oenegé de ayuda a la infancia.
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Nota: La entrevista ha sido realizada por encargo de la Fundación porCausa por un periodista cuyo nombre tampoco aparece publicado, pues ha realizado el trabajo en el marco de una investigación encubierta. Debido a la situación de vulnerabilidad del menor, su voz aparece distorsionada y su rostro, oculto.