Finlandia ha vuelto a colgarse por segundo año consecutivo la medalla de país más feliz del mundo. El ranking, elaborado por Naciones Unidas, tiene en cuenta lo que piensa la población acerca del bienestar, fijándose en el nivel de ingresos, la esperanza de vida o la corrupción. Finlandia es, a menudo, un modelo en educación, igualdad de género o calidad de vida a nivel internacional. Sin embargo, no ocurre lo mismo con el discurso del odio y el racismo, en aumento en el país nórdico, según ha alertado el Consejo de Europa.
En un informe publicado esta semana, la Comisión contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI) ha pedido a las autoridades finlandesas que hagan frente al “creciente discurso de odio racista e intolerante”, que tiene entre sus principales víctimas a las personas musulmanas, afrodescendientes, gitanas y judías, así como a los solicitantes de asilo. La ECRI apunta tanto al discurso público, como en Internet, donde las expresiones racistas y la retórica antiinmigrante son “algo habitual”.
“El discurso del odio claramente ha aumentado en los últimos dos años”, coinciden Saida Mäki-Penttilä y Akunna Onwen, integrantes del colectivo Good Hair Day, desde donde luchan por dar visibilidad y derribar los estereotipos que pesan sobre la comunidad afrofinlandesa. Lo hacen, principalmente, a través de la reivindicación de la belleza de la piel negra y el cabello afro.
Ellas, como muchas otras personas, viven en primera persona “el contraste” de residir en un país con unos índices altos de calidad de vida en el que el racismo es un problema persistente. “La felicidad es relativa. Aunque hay bienestar para todos, el estado del bienestar no protege a un individuo del racismo estructural o circunstancial. Hay un gran contraste y como persona racializada sientes ambas cosas a la vez”, explican a eldiario.es. “Lamentablemente, el racismo existe en todos los países y en diferentes formas”.
Según documenta la ECRI, las personas no blancas, como “los inmigrantes, especialmente los somalíes” o la población gitana son con frecuencia foco de insultos y ataques verbales en lugares públicos, incluido el transporte.
“La gente experimenta el racismo de diferentes maneras, pero hay un racismo cotidiano que consiste en microagresiones, ataques verbales o físicos, así como un racismo estructural, por ejemplo, en los mercados de trabajo o la vivienda. Finlandia es un país muy blanco. Para nosotros, la falta de representación positiva también es un asunto importante”, sostienen las activistas de Good Hair Day. Muchas han nacido en Finlandia, pero como ocurre en otros países –también en España– la sociedad les hace sentir, dicen, que no son finlandesas.
Hace un año, una encuesta elaborada por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA) reveló que el 63% de las personas negras en Finlandia habían sufrido en los últimos cinco años acoso racista, como gestos ofensivos, comentarios o amenazas. Fue la tasa más alta entre los 12 Estados que participaron en el estudio. El país nórdico también registró los índices más elevados de encuestados que experimentaron lo que percibían como violencia racista, incluida la agresión por parte de un agente de policía, el 14%.
La legislación finlandesa prohíbe a la Policía detener a ciudadanos basándose únicamente en el color de su piel o en una característica étnica o religiosa. “La discriminación por perfiles étnicos se prohibió en 2015. Además, unos 900 agentes de policía han recibido formación sobre la prevención y la lucha contra los delitos motivados por el odio”, explica el organismo del Consejo de Europa. Sin embargo, apuntala, la práctica persiste y se siguen documentado controles policiales racistas. En su informe, la ECRI señala que todavía no hay un organismo independiente encargado de la investigación de este tipo de casos.
Preocupa especialmente el “uso sistemático de la incitación al odio” por parte de algunas organizaciones de extrema derecha, especialmente la rama finlandesa del neonazi Movimiento de Resistencia Nórdica (PVL) que convoca protestas y propaga su ideología xenófoba en Internet. En 2017, por ejemplo, el grupo vistió varias estatuas que representaban figuras femeninas en diferentes ciudades con un velo negro para “recordar al pueblo finlandés el cambio demográfico en curso”.
El organismo especializado del Consejo de Europa alerta también de que las esvásticas nazis “se han hecho más visibles” en los espacios públicos en los últimos años. Pone como ejemplo el Día de la Independencia de 2018, cuando “cientos de manifestantes antiinmigrantes” marcharon por las calles de Helsinki. La Policía confiscó tres banderas nazis y detuvo a sus portadores. En una decisión reciente, el Tribunal Nacional para la No Discriminación y la Igualdad ha recordado que exhibir una bandera nazi es “una forma de incitación al odio”.
“Escalada” del discurso antiinmigración desde 2015
A nivel político, la ECRI identifica un punto muy claro de partida en la “escalada de la retórica contra los inmigrantes y los musulmanes”: la llegada de 32.476 solicitantes de asilo en 2015, año de la llamada “crisis de los refugiados” que huían principalmente de la guerra de Siria. El país creó varios centros de acogida y aumentó los fondos destinados al alojamiento, manutención y procesamiento de peticiones de protección internacional.
“A esta afluencia le siguió un aumento de la intolerancia y polarización en el país”, indican los autores del informe. No obstante, según datos recabados por la OCDE, en 2015, los nacidos en el extranjero solo representaban algo más del 6% de la población finlandesa, de unos 5,5 millones. Se trata de una cifra pequeña comparada con otros Estados de la UE o los propios países nórdicos, Suecia y Noruega, con un 16,5% y 15,2% de población extranjera respectivamente.
Pese a estas estadísticas, algunos políticos en Finlandia “han intentado atraer a los votantes aprovechando los temores de los electores sobre los costes de la inmigración y la percepción de que los extranjeros están excesivamente representados en las actividades delictivas o suponen una amenaza para la identidad nacional”, sostiene el organismo del Consejo de Europa.
Es el caso de varios miembros del Partido de los Finlandeses (antes Verdaderos Finlandeses), de extrema derecha, que han hecho declaraciones islamófobas. En 2016, un diputado dijo que “todos los terroristas son musulmanes” y pidió “la expulsión de todos los musulmanes del país”. Durante la campaña para las elecciones municipales de 2017, algunos candidatos políticos racializados “se enfrentaron a comentarios y amenazas racistas, recuerda el informe de la ECRI.
Por otro lado, aunque subraya algunos avances como la aprobación de una nueva ley contra la discriminación, el órgano del Consejo de Europa sostiene que no hay una recopilación de datos “exhaustiva y sistemática” sobre la incitación al odio y la violencia motivada por el odio en el país. La FRA concluyó también que solo el 30% de los encuestados negros que se sintieron discriminados en Finlandia –entre los que hay tanto finlandeses como extranjeros– informaron o denunciaron el último ataque que sufrieron. El dato, aun así, es mucho mayor que la media de los países de la UE estudiados, en los que denunció el 16% de los entrevistados.