Una refugiada siria lucha para continuar sus estudios universitarios en España

Hala sabe lo que es luchar por estudiar. Allí, en Yarmuk, el campamento de refugiados palestinos en Damasco. Aquí, en Madrid, en la Universidad Complutense. Al llegar a España en 2012 “no tenía el dinero suficiente” para estudiar, asegura. Además, el laberinto burocrático tampoco se lo ponía fácil: “Me decían que con los papeles que tenía no podía matricularme”. Cuando se enteró de que la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) se comprometió en septiembre a “facilitar el acceso a los estudiantes refugiados”, se aferró a ese comunicado para continuar sus estudios universitarios en España sin pagar el coste de la matrícula, que no puede costearse.

Desde el Departamento de Comunicación de la CRUE aseguran que “cada universidad ha lanzado sus propias propuestas de ayuda como facilitar residencias, escuelas de idiomas gratuitas, entre otras”. Pero al mismo tiempo explican que “no se tienen datos concretos de cuántos refugiados han llegado a España o cuántos están en condiciones de ir a la universidad y nosotros no tenemos más información al respecto”.

De padre palestino y madre siria, Hala Doudieh nació en Yarmuk, un campamento de refugiados que con el paso de los años se convirtió en un barrio, y con la guerra se ha transformado en un lugar aislado y sitiado por el Ejército de Bashar Al Asad y la amenaza del ISIS.

Un año antes del comienzo de la rebelión contra Asad, la joven dibujaba y aprendía en la facultad de Bellas Artes de la Universidad de la capital siria. Allí pudo comprobar cómo el Gobierno controlaba a los estudiantes.

“Cuando entras en cualquier universidad en Siria tienes dos puntos de control. El primero es la oficina de seguridad de la universidad, una sala en la entrada custodiada por gente poco formada pero sí muy armada”, explica Hala a eldiario.es. “Por otro lado, están los representantes de los estudiantes de Damasco, que no son tullab -estudiantes en árabe-, son mujabarat, policía secreta. Están metidos en nuestras aulas para vigilar. Estás siempre a la vista de ellos, no puedes decir nada, ni hablar nada… si haces algo, ellos dan parte y te detienen”.

A pesar de su corto recorrido en la facultad damasquina, estuvo en el punto de mira de las fuerzas de seguridad por ser contraria al régimen. En una ocasión fue señalada como sospechosa por lanzar carteles pidiendo la libertad de otra estudiante detenida por las fuerzas represivas. También recayó sobre ella la autoría de un dibujo realizado por otras compañeras, en el que se podía ver a Asad caracterizado como un asno bajo la leyenda: “Llevaos vuestro burro”.

En ambos episodios corrió peligro, pero finalmente no fue detenida. Sí se solidarizó con los compañeros arrestados por estos hechos. “Cuando se los llevaron resistimos en la clase dibujando en nuestros cuadernos sin parar hasta que los pusieran en libertad. Ocho horas más tarde regresaron con la cara y el cuerpo marcados, con señales de violencia”.

Segunda lucha: las tasas y burocracia en España

Aquella etapa quedó atrás. En 2012 Hala llegó a España junto a sus padres y hermano, y una semana más tarde viajaron a Suecia. Pero la directiva de Dublín devolvió a esta familia solicitante de asilo a Madrid, su punto de entrada en la UE. Después de pasar un año en el centro de refugiados de Alcobendas, abrieron un restaurante en esa misma localidad, donde se puede degustar comida árabe.

A las trabas burocráticas impuestas a la hora de convalidar los estudios universitarios, se unía la falta de recursos de su familia para costear el alto precio de las matrícula en la universidad pública española. En septiembre de este año, entró en contacto con el movimiento estudiantil gracias a su disposición para explicar a los estudiantes la realidad de ser refugiado en España, al calor de la atención mediática despertada este verano. En esa misma época, surgió la campaña “Refugiados a la Universidad”, que defiende “la educación gratuita como un derecho de las personas refugiadas en todo el mundo”, con el caso de Hala como bandera.

Tras meses de trabajo de difusión, el 1 de febrero, con el apoyo de otros compañeros que pedían su ingreso en la carrera de Bellas Artes sin tener que pagar la matrícula, la estudiante palestino-siria se reunió con responsables de la Universidad Complutense. En el encuentro, informaron a la joven de que “el tema académico está prácticamente solucionado”.

Elena Blanch, decana de esta facultad, ha seguido el caso de la joven. El proceso, explica, “va para adelante”. “Como universidad pública, es una obligación facilitar el estudio, además los valores que debemos transmitir son los de la solidaridad y el respeto. Tampoco podemos olvidar que hace poco los españoles también fuimos refugiados”, explica. “La Complutense, desde el Vicerrectorado, está estudiando la posibilidad de crear un protocolo para estos casos. Estamos aprendiendo todos”, apunta.

Desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), que no conocen este caso, explican a eldiario.es que, en general, las mayores dificultades para la reanudación de sus estudios universitarios por parte de los refugiados tiene que ver con la convalidación, un proceso que “suele alargarse un año y medio o dos años”. Cuando lo reconocen, apuntan, “deben cursar una serie de asignaturas por desfase curricular”.

Desde la ONG, plantean que este periodo es “demasiado largo” ya que en muchas ocasiones, debido a su condición de refugiado, huyen de su país de origen sin portar toda la documentación que se les requiere posteriormente.

Sobre la posibilidad de costear las matrículas de refugiados sin recursos, desde CEAR aclaran que, si bien el año pasado debido a la falta de fondos públicos no fue posible conceder estas becas, desde el aumento del presupuesto aprobado en septiembre, sí cuentan con fondos para financiar las tasas derivadas de la matrícula. “Pero desde octubre no nos ha llegado ninguna solicitud a las ONG que las gestionamos. En ocasiones lo que ocurre es que desgraciadamente no llaman a la puerta adecuada”, apuntan desde la organización.

Hala sr muestra convencida con que logrará su objetivo, po una vía u otra. “Es mi responsabilidad. Yo he empezado esto y no voy a parar, hasta que consigamos los derechos de los refugiados”. Por eso, propone crear una plataforma que sirva de apoyo y referencia para otras personas que estén en situaciones coma la suya.

Cuando se le pregunta por un deseo, lo tiene claro: “Volver a tener las manos cubiertas de pintura y de colores”.