El rescate de un equipo de fútbol juvenil junto a su entrenador del interior de una cueva inundada en Tailandia ha mantenido a millones de personas en todo el mundo en vilo, pendientes del desenlace de una operación de salvamento que a primera vista, parecía misión imposible.
Uno de los momentos más trágicos y desalentadores del rescate se produjo con la muerte de Saman Gunan, de 38 años, uno de los miembros del equipo de élite de buzos de la Marina tailandesa que perdió la vida en un intento de llevar varios tanques con oxígeno al interior de la cámara donde se encontraban atrapados los 'Jabalíes Salvajes', el nombre del equipo de fútbol amateur que forman los 12 menores y su entrenador.
No obstante, después de varias semanas de incertidumbre, todos han logrado ser rescatados con éxito y el mundo se ha deshecho en halagos con los miembros de la operación de salvamento, que se han convertido en los héroes del momento. Sin embargo, tal y como recoge el diario norteamericano The New York Times este jueves en un reportaje, hay un protagonista en esta historia que ha pasado desapercibido.
Se trata de uno de los chavales atrapados en la cueva, Adul Sam-on, de 14 años. Cuando tan sólo tenía 6 años, sus padres le introdujeron de forma irregular en Tailandia desde Birmania, con la esperanza de huir de la violencia existente en el norte del país y que al tener acceso a una educación, el joven Adul lograse tener un mejor futuro que el resto de su familia.
Birmania ha ocupado decenas de titulares en los últimos meses por la persecución que está llevando a cabo su Gobierno de la minoría musulmana rohingya, ante lo que ha llegado a recibir acusaciones por parte de Naciones Unidas de llevar a cabo una limpieza étnica contra este grupo. No obstante, no es la única minoría étnica perseguida. Adul y su familia, procedentes del grupo minoritario Wa, una minoría apátrida que comparte dialecto con millones de personas en China, también han sufrido las políticas nacionalistas birmanas, obligándoles a huir de su país.
No obstante, la mayor escapada de Adul no fue la de Birmania, sino la de la cueva de Tham Luang. Después de pasar más de 10 días atrapados en la cavidad al fondo de la cueva, sin que las autoridades tuvieran la más remota idea de saber dónde se encontraban, fueron hallados por un grupo de buzos británicos.
Fue ahí donde Adul, que habla dialecto wa, inglés, birmano, chino mandarín y tailandés, jugó un papel esencial, ya que fue el único capaz de comunicarse con los buzos y explicarles cómo habían llegado hasta allí, cuánto tiempo llevaban atrapados y lo más importante: que necesitaban comida con urgencia.
En uno de los vídeos que ha publicado la Marina tailandesa tras finalizar la operación de rescate, se puede ver cómo Adul interrumpe a uno de sus compañeros, que a duras penas balbucea a los buzos británicos “eat, eat, eat” y le dice con toda la calma del mundo que ya les ha explicado sin problemas que necesitan comer, mientras esboza una enorme sonrisa.
La localidad donde juegan los 'Jabalíes Salvajes', Mae Sai, está localizada en lo que se conoce en la región como el “Triángulo Dorado”, ya que se juntan las fronteras de Tailandia, Laos y Birmania. Es conocido por ser una zona donde las guerrillas y las redes de tráfico de personas operan con bastante impunidad, por lo que gran parte de la población procede de minorías étnicas apátridas.
Gracias a que Adul sabía hablar inglés y tuvo la iniciativa de hablar con los buzos británicos que les encontraron el 2 de julio, más de 10 días después de que se quedaran atrapados, el adolescente jugó un papel crucial a la hora de asegurar la supervivencia de sus compañeros de equipo y su entrenador, tal y como reconocen las autoridades.
Según asegura Punnawirt Thepsurin, el director de su colegio en Mae Sai, Adul es un estudiante modelo. Al igual que él, más de un 20 por ciento de los alumnos son miembros de grupos étnicos que carecen de reconocimiento estatal. “Los niños apátridas tienen un espíritu luchador que hace que busquen la excelencia en todo lo que hacen”, ha asegurado. “Adul es el mejor de los mejores”, ha concluido.
Cerca de 440.000 personas apátridas viven en Tailandia, en su mayoría víctimas de la limpieza étnica que está llevando a cabo el gobierno de la vecina Birmania, de acuerdo con datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
No obstante, de acuerdo con organizaciones de Derechos Humanos como Human Rights Watch -cuyo director ejecutivo, Kenneth Roth, ha compartido la historia de Adul en sus redes sociales- estiman que la cifra de inmigrantes ilegales huidos de Birmania en el norte de Tailandia podría alcanzar los 3 millones. Y no todos logran, como en el caso de Adul, escapar de cuevas inundadas.