Las responsabilidades internacionales en el hambre de Haití

Milo Milfort

@milforthaiti —

A principios del mes de octubre 2016, el huracán Matthew arrasó salvajemente tres departamentos de la región austral de Haití (Nippes, Sur y Grand’Anse). Además de enfermedades infecciosas que se desarrollaron a consecuencia, como el cólera, se suma el hambre a una larga lista de infortunios. “La gente está desesperada, las plantaciones destruidas y de difícil acceso, tienen el hambre en su puerta”. Eran las palabras de socorro de los residentes de Cunoubois, una sección rural de Chambelán en la región de Grand'Anse, que se ha hecho viral en las redes sociales durante varios días tras el paso del Huracán Matthew.

Grand’Anse es el granero de la República de Haití. Sin embargo, su agricultura se ve afectada totalmente, en más del 80%. En otras regiones, los almacenes de alimentos han sufrido serios daños y la disponibilidad de productos locales ahora se reduce a las frutas de los árboles. El ganado se ha perdido en algunas zonas, las actividades de pesca están paralizadas, se ha perdido la totalidad de los cultivos de subsistencia y los bosques de árboles frutales han sido gravemente dañados. Matthew dejó al menos 546 muertos, 128 desaparecidos y 2,1 millones de damnificados a lo largo del país, según las autoridades haitianas. 

La historia de Counoubois simboliza la realidad de muchas regiones afectadas, donde el acceso no es fácil por la falta de infraestructuras adecuadas. Alrededor de 1,4 millones de haitianos necesitan asistencia alimentaria, más de la mitad de la población –800.000 personas–  necesitan asistencia alimentaria urgente, según una evaluación de emergencia llevada a cabo por el Gobierno de Haití,  la Coordinadora Nacional de Seguridad Alimentaria (CNSA), el Programa Mundial de Alimentos (WFP) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

El informe que elaboraron a finales de octubre confirma “la necesidad acuciante de proveer asistencia alimentaria inmediata y de ayudar a la reconstrucción de los medios de vida de las personas”. “La temporada de siembra de invierno se acerca rápidamente. Los productores agrícolas lo han perdido todo. Si no actuamos ahora para proporcionarles los granos, fertilizantes y otros materiales que necesitan, no podrán sembrar y se enfrentarán a una persistente inseguridad alimentaria”, dijo entonces el Representante de la FAO en Haití, Nathanaël Hishamunda.

El huracán Matthew ha empeorado una situación que ya era complicada. Desde hace cinco años, el país caribeño se ubica dentro de los 15 países más hambrientos del mundo. Casi el 75% de la población vive en la pobreza, sin contar los millones de personas que se encuentran en situación de pobreza extrema. Antes del huracán, alimentarse en este país caribeño ya era un lujo para muchos. En agosto de 2016, el número de personas en situación de inseguridad alimentaria se aproxima a los 3,2 millones. 

Al igual que con todos los desastres anteriores, la mayor parte de la ayuda humanitaria (internacional) consiste esencialmente en miles de toneladas de alimentos distribuidas en ciertas zonas afectadas clave. Pero, ¿qué explica esta situación de hambre que prevalece en Haití?

Historia de la miseria

“La miseria en Haití no es un fenómeno natural. La historia registra el proceso y su progreso. El proceso se realiza en colaboración con los haitianos, no con todos ellos, pero sí con los líderes y la clase dominante aliada con la burguesía internacional, en particular de los Estados Unidos y sus agricultores. Buscando un espacio de mercado, se identificó Haití como el ideal para vender su producto. Para ello, se ven obligados a destruir sistemáticamente la producción nacional, que es precisamente lo que se ha estado haciendo hasta ahora '', explicó el sociólogo haitiano Franck Seguy.

Según dice, con el fin de pagar esta deuda,  los gobiernos haitianos han utilizado la producción nacional, incluyendo el café y la pita vendida a los especuladores que pagan impuestos al Estado. Dado que entre 1825 y 1922, lo que se conoce como la burguesía haitiana o la clase empresarial, no paga impuestos, el pago de la deuda de la independencia proviene esencialmente del sudor de los agricultores.

A menudo se ignora ese aspecto fundamental: el papel protagónico de otros países en la permanencia de las condiciones objetivas que explican este fenómeno. En 1825, el Rey de Francia Carlos X, forzó a Haití –que había proclamado su independencia 21 años antes, tras vencer al ejército de Napoleón– a firmar un tratado donde, a cambio del reconocimiento de la nueva nación, recibiera una compensación de 150 millones de francos de oro. Este monto debería ser pagado en un plazo de cinco años.

La cantidad representa 10 años de los ingresos fiscales del país. Jean Pierre Boyer, presidente haitiano en la época, no tuvo más opción que aceptar, pues los representantes de Francia llegaron acompañados una flotilla de 14 buques de Guerra. “Desde la independencia del país en 1804 hasta hoy, la deuda contribuye a la creación de esta situación de hambre. La mayoría de los fondos que el Estado podría invertir en la producción nacional se utiliza para pagar los intereses de la deuda”, dijo el profesor Seguy.

Por otro lado, desde los años 1980-90, los actores internacionales como el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Gobierno de los Estados Unidos, han impuesto políticas económicas neoliberales a los gobernantes haitianos, lo que, a su juicio, constituyen “la receta contra la crisis de la deuda”.

Desde este periodo y hasta hoy, cada proyecto del BM y cada nuevo crédito del FMI, incluso las reestructuraciones y cancelaciones de deuda que ha recibido Haití, han estado condicionados, entre otras cosas, por la aplicación de más ajustes, privatizaciones de empresas públicas, eliminación de subsidios, desregulación de mercados laborales, liberalización de mercados, reducción de aranceles y eliminación de barreras al libre comercio.

Las políticas neoliberales

En 1995, bajo la presión de Washington, el gobierno de Jean Bertrand Aristide redujo prácticamente a cero los aranceles de varios productos alimenticios. Entonces, el crédito del FMI fue una condición que el gobierno de Estados Unidos impuso al Sr. Aristide para poder volver al país después del golpe de Estado de 1991. Así, los impuestos sobre el comercio del arroz pasaron del 35% al 3%. Haití llegó a ser, por lo tanto, el país con las tarifas aduaneras más bajas del Caribe.

El ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton (1993-2001), juega un papel determinante en la situación famélica de Haití. Durante su período como gobernador (1979-1981 y 1983-1992) del Estado de Arkansas –un importante productor de arroz– ayudó a debilitar la producción de arroz nacional (un producto estratégico) a favor de los productores de Arkansas en su búsqueda de nuevos mercados para sus productos.

“Explotó el potencial del país al invadir con arroz barato. A partir de ese momento, los productores de arroz en Artibonite no encuentran un mercado para su producto. Si no venden, no tienen que cultivar. Cuando dejan de crecer, los productores de arroz importados aumentan sus precios con el fin de recuperar las pérdidas y obtener beneficio”, explicó el profesor Seguy.

En 2005, el gobierno haitiano gastó 52 millones de dólares para pagar los atrasos de la deuda con el Banco Mundial en un periodo que el país podría haberlo utilizado para responder a distintos problemas estructurales.

En su “mea culpa” en 2010, Bill Clinton reconoce haber tomado la decisión equivocada al intentar resolver el problema del hambre en el país llenando el mercado haitiano de arroz importado de Estados Unidos. Admite que esta decisión penalizó aún más los pequeños agricultores y productores en Haití, ya que redujo abruptamente la producción nacional.

Aún hoy, es más fácil y más barato comprar arroz estadounidense que el producido en el país en los mercados haitianos. La medida condujo al empobrecimiento de miles de familias campesinas, que abandonaron el campo para vivir en los arrabales de las ciudades. En los años 70-80, el país tenía un 98% de autosuficiencia de cereales. Actualmente, importa casi todo.

En 2006, un informe de Christian Aid reveló que los resultados de las tarifas más bajas en Haití “han sido desastrosos”. En este sentido, la liberalización excesiva del comercio está estrechamente relacionada con la caída de la producción agrícola, el crecimiento de la pobreza, el éxodo del campo a los barrios pobres y el aumento acelerado del hambre, según la ONG.

Estas políticas radicales han sido coronadas más de 200 años de lo que el economista haitiano Fred Doura llama una economía “extrovertida” de un país totalmente “dominado y explotado” por potencias extranjeras como Francia y EE.UU, entre otros.

La ayuda humanitaria tiene su parte de contribución en la creación de hambre en Haití. Muchos de los alimentos que se distribuyen en ayuda alimentaria se importan y, como consecuencia, la producción nacional no se explota, como se ha podido comprobar en los días siguientes al desastre del huracán Matthew, y como ya ocurrió con el terremoto en enero de 2010. 

En estos casos, en lugar de fortalecer la capacidad del país mediante la compra directa a agricultores haitianos que podrían a su vez reinvertir, se prefiere obtener productos de República Dominicana y de los Estados Unidos con el fin de destruir la producción nacional.