Mustapha Karroumi. Marruecos, 75 días en un CIE
El 14 de febrero de 2000, Mustapha se escondió en la caja de un camión durante 36 horas para llegar a España. Tenía 18 años y se había quedado solo en Marruecos. Toda su familia vivía ya en Cataluña. El viaje fue un éxito y consiguió llegar a Molins de Rei (Barcelona), donde trabajó en la construcción hasta que la crisis empezó a golpear. “En 2007, la empresa empezó a ir mal y empezaron a despedir gente. En la misma empresa trabajaba yo, mi padre y mi cuñado. Luego estuve un tiempo en el paro”. En 2011, Mustapha perdió la residencia, pese a tener más de cinco años cotizados.
“Sin mirar cuánto tiempo llevaba aquí, sin mirar si he trabajado, sin mirar por mi familia ni por nada”. El 16 de enero de 2011 le pidieron la documentación en una estación de tren. “Cumplí casi los 60 días, que es el máximo que se puede estar en el CIE, pero cuando me faltaban seis días me deportaron”. A las cuatro de la mañana se presentaron en su celda: “Levanta el culo, que tienes cinco minutos para recoger tus cosas: te vas a tu país”, le dijeron. “Estuve en Marruecos un año y cuatro meses, ya deportado y con una orden de expulsión. Estuve allí como un loco perdido, no tenía a nadie, mis padres vivían aquí, tengo siete sobrinos viviendo aquí; yo sentía que me habían quitado el derecho a estar con mi familia”.
“En el verano de 2012 volví a regresar, nadando hasta la playa de Melilla, y conseguí esconderme en un ferry”. A los dos meses de regresar a Cataluña, Mustapha se casó con su actual esposa. Un año después fue enviado, por segunda vez, al CIE de la Zona Franca de Barcelona. “Una semana antes de salir yo, a uno le tenían la cara desfigurada; no te digo que te peguen con la porra, no, no, a puñetazos, a codazos… te desfiguran la cara, a mí me la han desfigurado”.
En una ocasión, le encontraron un encendedor en la celda, “entraron como diez agentes de golpe, me tocó que estaba con cuatro [internos] que no hablaban bien el castellano, yo era el único que hablaba bien, pues empecé a hablar, y al hablar, pues recibí; los otros eran jóvenes”. El castigo eran nueve segundos de descarga eléctrica con un 'taser', a escoger entre la espalda y los pies. “Al que era mayor le dije: 'Bueno, vamos a comernos el marrón tú y yo y dejamos a estos tres'. Elegimos los pies. 'Nueve segundos', dije. Asumimos el castigo”.
Los policías nacionales dijeron que iban a castigar a los cinco, pero el 'taser' no tenía batería, así que lo harían de otra manera. “Antes de que pudiera entender a qué ”manera“ se refería, ya había recibido un guantazo. Llevaban guantes, pero cada golpe me tumbaba al suelo. Luego me cogían dos agentes y me ponían de pie, y uno me cogía del pelo hacia atrás poniendo la cara bien. Y otro guantazo, y al suelo. Seis veces me lo hicieron”. Todos los internos recibieron, sólo el más joven se libró.
Mustapha es uno de los pocos inmigrantes que se han atrevido a denunciar judicialmente agresiones sufridas en los Centros de Internamiento de Extranjeros. Su proceso se encuentra en fase de instrucción, pero ya ha podido declarar. “Pero te digo, tío, allí se maltrata a la gente. Yo he estado en una cárcel de Marruecos un mes, pero que se te pongan diez funcionarios y te revienten la cara así... No, tío, así no. No es por lo que me han hecho a mí. Murieron dos personas allí dentro y no quiero que les pase a otras personas, y ya está”. Mustapha no tiene el dato correcto: son cuatro las personas que han muerto en el interior del CIE de la Zona Franca de Barcelona.
Mamadou Balde. Senegal. 30 días en el CIE
“Yo les dije que no estaba bien, que me mandaran al médico, que no podía comer, que no podía dormir, que no podía hacer nada. Estuve mucho tiempo pidiendo que me llevaran al hospital, pero no querían”. Mamadou hoy ya está en un hospital, en el único centro médico de Cataluña especializado en tratar la tuberculosis. “Yo pienso que la causa de la enfermedad es el CIE, porque yo antes no tosía, pero cuando llegué allí todo empezó”.
Hace 10 años que Mamadou abandonó el trabajo agrícola en su Senegal natal, en busca de su hermano que vive en España. “La entrada fue un poco difícil porque pasamos dos días en el mar. La patera donde estábamos estaba toda estropeada, la policía nos rescató a todos. Si no, aún estaríamos allí”. Mamadou pisó suelo español por primera vez en Fuerteventura y posteriormente fue trasladado a Andalucía, donde fue liberado. Su experiencia en el campo le permitió encadenar varios trabajos agrícolas durante años, pero en 2012 se encontró sin opciones en el sur y decidió moverse a un piso en Lleida, cerca de su hermano. “Vinieron a la casa donde vivíamos siete personas y detuvieron a todos los que no teníamos papeles”. Fue el 25 de marzo de 2014.
Los síntomas de Mamadou empezaron tras 10 días de encierro en el CIE de la Zona Franca de Barcelona. Tenía frío, no podía comer. Tenía fiebre y había perdido las fuerzas. “Yo cogí esto allí dentro, antes no estaba enfermo. Un día tosí y saqué sangre. Bajé para buscar si había enfermera pero era domingo y no había nadie”. Hasta los 30 días de encierro no fue trasladado al Hospital Clinic. Dio positivo en una de las enfermedades más antiguas que afectan al ser humano: tuberculosis. En ese momento se le otorgó la libertad.
Mamadou lleva tres meses de tratamiento y, en el mejor de los casos, le faltan otros tres. “Yo de momento estoy aquí para curarme, esta es la idea que tengo. En el centro hay gente que lleva uno o dos años, yo no sé cuánto tiempo voy a pasar aquí”.
Hibra, Senegal. 39 días en un CIE
Hibra es un nombre falso. Este hombre de 34 años siempre recurre al nombre de un sobrino suyo cuando habla con desconocidos sobre su historia. “Yo vine aquí para conseguir un futuro mejor para mis hijos, un futuro que yo nunca he tenido; por eso arriesgué mi vida, por ellos. He venido a España tres veces: en 2006, 2007 y 2008. Las dos primeras veces no tuve suerte, pero me mandaron al Senegal sin ningún problema. En 2008, cuando me pillaron, me juzgaron y me acusaron por ser el capitán del barco (la patera). Me condenaron a tres años”. Hidra era pescador en Dakar y tenía una barcaza.
“Esos tres años yo lo he pagado como se tiene que pagar, porque tampoco hay otra solución, ¿no? Y lo pago dignamente, no he tenido problemas con nadie [...]. Ahora mismo el mejor amigo que tengo es el capellán de la cárcel, el mejor amigo que tenemos todos los inmigrantes aquí. Yo le llamo 'Viejo Nacho'. Lo poco que ganaba en la cárcel él me ayudaba para mandarlo a mi familia”.
Terminada su condena, Hibra fue liberado de la cárcel. Vivió y trabajó durante tres años en la localidad de Valoria la Buena (Valladolid) como cuidador de caballos. “Me gustaba pero no es lo mío; pero yo cualquier trabajo intento hacerlo porque a mí en la vida lo que me da felicidad es trabajar y cuidar a mi familia”. El 17 de enero de 2014, Hibra se dirigía a Valladolid a comprar alimentos cuando fue detenido por no tener documentación y trasladado al Centro de Internamiento de Aluche, en Madrid. “El CIE es inhumano. Yo pasé tres años en la cárcel y un mes y medio en el CIE; si quieren llevarme al CIE, prefiero estar el doble de tiempo en la cárcel, es lo peor que he visto en mi vida”.
“Yo lo que me pensaba era grave porque había un avión el día 13 de febrero para el Senegal. Por eso me cogieron”. Algunas ONG, amigos y funcionarios públicos de Valoria hicieron escritos a su favor para que no lo deportaran. “Por eso estoy hablando contigo; si no fuera por el apoyo de toda la gente, ahora no estaría aquí. El alcalde de Valoria, la gente de Cubillas de Cerrato [Palencia], el viejo Nacho. La gente que me ayuda están ayudando a los inmigrantes todos los días, pero no se ve”. Él se salvo, pero, según Hibra, el pasado 13 de febrero, 34 personas que estaban encerradas en el CIE de Aluche fueron deportadas al Senegal. “Te tienes que portar muy bien, muy bien o superbién para que no te peguen [...]. Yo no tuve problemas, si pides derechos pero no te los dan, pues no los pidas; agaché la cabeza hasta ahora”.
El día en que Hibra fue liberado, los vecinos de Valoria la Buena organizaron una fiesta.