En su casa de Abu Dis, un barrio periférico de Jerusalén Este -en zona C- y hoy separado de la ciudad por el muro, los padres de Yawar Nasser Yawar y de Adam Yamus Halabiya aún no dan crédito a lo ocurrido. Sus hijos, dos jóvenes palestinos miembros del club de fútbol local, han terminado en prisión tras permanecer casi tres meses internados en el centro médico Rey Hussein de Ammán, donde les practicaron varias operaciones quirúrgicas tras una breve estancia en el Hospital Central de Ramala. Hasta allí llegaron procedentes del Hospital Hadassah Ein Karem de Jerusalén, donde ingresaron a finales del pasado mes de enero con múltiples impactos de bala, heridas y contusiones.
“Aquella noche mi hijo y mi sobrino venían de entrenarse al fútbol en el estadio Faisal Husseini de A-Ram y cuando se disponían a visitar a unos amigos suyos les empezaron a disparar sin aviso previo”, señala el padre de Yawar, Nasser Eddin Ali, de 51 años. “La única explicación posible es que como era ya noche cerrada los chavales encendieran un cigarrillo y los soldados dispararan porque se creyeran iban a encender un coctel molotov o algo así”, agrega.
Según el informe médico, Yawar, de 19 años, presentaba siete impactos de bala en la pierna izquierda y tres en la derecha, además de recibir un disparo adicional en la mano izquierda que le atravesó la palma para continuar hasta el torso. Adam, de 17 años, recibió un impacto en cada pierna y fue mordido en el brazo por un perro de la unidad canina del Magav (Guardia de Fronteras israelí), así como golpeado en la cabeza con la culata de un fusil. La concentración de los siete impactos en torno a la rodilla de Yawar hizo que en una de las operaciones le tuvieran que reconstruir el ligamento cruzado, que quedó seriamente dañado. En el caso de Adam el daño por disparos fue menor, pero le tuvieron que insertar unos clavos de platino en el fémur.
El portavoz de la Policía Nacional y del Magav, Micky Rosenfeld, niega taxativamente que los agentes se extralimitaran en su actuación. “Ellos siguieron el protocolo establecido, que consiste en disparar a las piernas de los agresores cuando los agentes se sintieron atacados y vieron sus vidas en peligro”, se defiende Rosenfeld. Según su versión la hipótesis de que los jóvenes estuvieran simplemente fumando un cigarrillo y los agentes dispararan al ver la llama del mechero no tiene ni pies ni cabeza. “Si los impactos de las balas están en la parte anterior del cuerpo es porque les dispararon y cuando los agentes fueron a por ellos para identificarlos intentaron huir, que es la razón por la que utilizaron los perros”, continúa.
No obstante al preguntarle cómo es posible que Adam entrara de urgencias en el hospital Hadassah con el fémur roto y una importante brecha en la cabeza cuando ambos jóvenes ya habían sido reducidos por los agentes y puestos bajo custodia, Rosenfeld no tiene respuesta. “Si eso es así, ellos tienen la posibilidad de interponer una queja formal ante la unidad de Asuntos Internos del Ministerio de Justicia, y a partir de ahí tendrá lugar la investigación correspondiente”, concluye.
“Los soldados dicen que dispararon a los chicos cuando éstos intentaban darse a la fuga”, reclama Nasser. “Pero eso no tiene ningún sentido, pues todos los impactos de bala son en la parte anterior del cuerpo, que no en la posterior”, añade. En ese momento su mujer enseña las fotografías que ella misma tomó con su teléfono móvil en el hospital Hadassah, donde les practicaron las curas iniciales y operaron por primera vez. En la foto de la pierna izquierda de Yawar se ven los siete orificios, pequeños, perpetrados por una munición de poco calibre. “Son unas balas que llaman tutu”, comenta la madre, Wafa.
Nasser –también conocido como Abu Yawar– insiste. “La distancia entre el lugar de los disparos y la base del Magav en Abu Dis era demasiado grande como para llegar con una piedra o con un artefacto incendiario, así que está claro que los disparos fueron efectuados a mala fe”, añade. “No creo que cuando les dispararon tuvieran ni idea de que se trataba de dos futbolistas, pero una vez que les detuvieron tras morderles los perros, sí sabían perfectamente que los chicos no eran delincuentes”. Nasser afirma que la Guardia de Fronteras –cuerpo de menor prestigio que la Policía Nacional, en el que se han probado varios casos de torturas y malos tratos, sobre todo en la zona de Hebrón, pero también presentan algún precedente en Abu Dis– se ensañaron con ellos.
Sin embargo, las secuelas que quedarán para siempre en los cuerpos de Yawar y Adam no son su único problema. Tras recibir el alta en el hospital Hussein de Amán después de meses de tratamiento y cuando se disponían a cruzar al lado controlado por Israel del Puente Allenby (paso fronterizo entre Jordania y Cisjordania), fueron detenidos y puestos a disposición judicial. “Nuestro hijo nunca había tenido problemas ni había sido arrestado, ni por tirar piedras ni por nada”, comenta Wafa, madre de Yawar y tía de Adam. “Pero los israelíes se han dado cuenta de que este incidente estaba teniendo mucha repercusión mediática y están haciendo todo lo posible por justificarse, por eso ahora les encierran”, asegura.
En la defensa de los jóvenes palestinos ya trabaja el abogado palestino Tareq Bargut, que ya ha asegurado que en su intervención ante el juez militar intentará denunciar el uso desproporcionado de la fuerza en que ocasiones incurren el Ejército y las Fuerzas de Seguridad israelíes (Amnistía Internacional: “Trigger happy. Israel´s use of excesive force in the West Bank”).
Represión a los jugadores
Por otra parte, el incidente ha provocado la intervención del presidente la Federación Palestina de Fútbol (FPF), Yibril Rayub, quien ha llegado a solicitar a la FIFA que adopte sanciones contra su contraparte israelí en protesta por las violaciones de derechos humanos y libertad de movimientos contra los jugadores palestinos. El más reciente es el caso del corredor palestino Nader al-Masri, a quien las autoridades de Israel no concedieron el permiso para viajar desde Gaza, donde reside, hasta Cisjordania y poder participar en el maratón de Belen, que a mediados de abril celebró su segunda edición en la ciudad cisjordana. Fuentes del Ministerio de Defensa israelí alegaron que la carrera estaba organizada por la Autoridad Nacional palestina (ANP), ¨que deslegitima a Israel¨.
Yibril Rayub señala además que existen otros precedentes menos afortunados. Un miembro del equipo nacional, Mahmud Sarsak, fue arrestado en julio del 2009 cuando salía de la Franja de Gaza para jugar un partido en Cisjordania. A partir de ahí estuvo bajo detención administrativa –régimen preventivo, sin que la Fiscalía presente cargos ni tenga lugar el juicio– durante casi tres años, en que comenzó una huelga de hambre reclamando ser juzgado o excarcelado. Tras tres meses de ayuno consecutivo fue puesto en libertad en julio de 2012.
Quienes no han sido excarcelados, sin embargo, son el portero del equipo olímpico palestino Omar Abu Rois y otro compañero suyo, Mohammed Nimer, del equipo del campo de refugiados de Amari, uno de los equipos con más tradición futbolera de Cisjordania. Ambos fueron detenidos en abril de 2012 y acusados de pertenecer a una célula armada que había disparado contra una patrulla del Ejército israelí en enero de ese año. A pesar de las numerosas peticiones de liberación por parte de la FPF los dos continúan en prisión.
El fútbol no se disfruta en Palestina e Israel sin que haya consideraciones políticas de por medio. Una realidad que, a menudo, acaba con los sueños de muchos palestinos que ven en el fútbol su única válcula de escape. Sueños rotos como los de Yawar y Adam, que siguen presos en la penitenciaría militar de Ofer ( a pocos kilómetros de Ramala). Lo sucedido aquella fatídica noche en Abu Dis ha truncado su ilusión de convertirse algún día en futbolistas profesionales. Cuando salgan de la cárcel –el juicio está fechado para el 28 de mayo– vivirán su peor pesadilla: sólo podrán jugar al fútbol con la consola. Ya nunca más podrán volverlo a practicar.