“Cuando llegas a Libia empieza la agonía. Ahí es cuando (las mafias y traficantes de personas) empiezan a golpearte, o a dispararte si te quejas”. Lo cuentan los “afortunados”, los que han conseguido llegar a las costas italianas después de atravesar el Mediterráneo en un bote. Al menos otros 2.400 se quedaron por el camino en lo que va de año en esa misma ruta. Fallecieron en naufragios.
Amnistía Internacional recopila en su último informe los testimonios de 90 migrantes y refugiados en los centros de recepción de Puglia y Sicilia, en Italia. Para llegar allí, todos ellos cruzaron el mar desde Libia hasta el sur de Europa, donde ahora relatan a la ONG cómo sufrieron palizas, amenazas de muerte, agresiones sexuales y otros abusos de la mano de traficantes de personas, mafias y grupos armados.
“Sus experiencias trazan una aterradora imagen de las condiciones de las que muchos de los que vienen a Europa quieren desesperadamente escapar”, subraya la directora adjunta de AI para Oriente Medio y el norte de África, Magdalena Mughrabi. El abanico de vejaciones que sufren es amplio: “De estar secuestrado, encarcelado bajo tierra durante meses o sufriendo abusos sexuales por parte de los miembros de los grupos armados, a ser golpeados, explotados o disparados por los traficantes de personas o las mafias en Libia”, describe.
Mentiras y amenazas antes de embarcar
La mayoría de las salidas de los barcos que afrontan la ruta Libia-Italia salen del noroeste del país africano, desde las ciudades costeras de Zuwara, Sabratah o Garabulli. La primera de estas tres, en particular, es el “reino” de los traficantes de personas, según describe Amnistía Internacional.
“Cuando intentan convencerte de que viajes con ellos son amables y dulces, pero en cuanto estás en sus manos y les has pagado el dinero te tratan completamente diferente. La gente no puede dar marcha atrás, no puedes cambiar de opinión, y ya te han mentido. Los traficantes de personas van armados con Kalashnikov para asustarnos. Una persona intentó escapar y la dispararon”, describe una pareja siria.
Quienes pagan entre 1.000 y 2.000 dólares por jugarse la vida en una balsa hinchable no saben las verdaderas condiciones del viaje. En barcas con altísimo sobrepeso, llenas con el doble de la capacidad que inicialmente se les ha indicado, sin chalecos salvavidas y con depósitos sin suficiente combustible como para afrontar los 300 kilómetros que separan la costa libia de Lampedusa (Italia).
El cambio de versión que se le da es continuo. La mayoría de los testimonios recogidos por Amnistía Internacional indican que todos los migrantes y refugiados sufrieron engaños antes de decidir lanzarse al mar. “A nosotros nos dijeron que podríamos llevar una pequeña bolsa cada uno, con nuestras pertenencias, pero cuando llegamos a la playa nos obligaron a dejarlas allí todas. Yo perdí los 500 euros que llevaba en la mía y ahora no tengo dinero, no sé qué hacer”, dice Amjad, un sirio de 19 años que había conseguido llegar a Italia.
Guardacostas: “Si se mueren, que se mueran”
La ONG también denuncia abusos por parte de los propios guardacostas libios, quienes deben afrontar las labores de rescate de los barcos que apenas logran alejarse unas millas. “Uno de los agentes subió a bordo de nuestra embarcación para conducirla de nuevo a Libia. Cuando estábamos a casi medio camino el motor dejó de funcionar. Escuché cómo el guardacostas decía: 'Si se mueren, que se mueran', antes de volver a su embarcación, que se alejó dejándonos a la deriva en el mar”, relata uno de los supervivientes.
A quienes rescatan en el mar aún en aguas libias se les traslada automáticamente a los centros de detención del país, cuyas condiciones han sido fuertemente criticadas en el informe de la ONG por incluir abusos sexuales, torturas y trato vejatorio a los migrantes. Más del 20% de las personas con las que habló Amnistía Internacional relataron abusos por parte de las autoridades libias.
“Nos llevaron a la prisión de Sabratah. Había tanta gente en las habitaciones que no podíamos tumbarnos para dormir, así que teníamos que estar de pie todo el tiempo. Los agentes nos daban únicamente pan y agua, y nos golpeaban con palos cada vez que entraban en nuestra habitación”, describía Kawsu, quien consiguió escapar del centro de detención después de varios días encerrado. Su bote había sido interceptado por los guardacostas libios pocos días antes, pero no desistió. Intentó cruzar el Mediterráneo de nuevo en marzo de 2015.
A las puertas de Europa
“¿Cómo puede ser que Europa nos acepte como refugiados y no se ocupe de cómo podemos llegar aquí? Naciones Unidas y Europa deberían garantizarnos rutas seguras”, decía una mujer siria a Amnistía Internacional en agosto de 2014. Sigue sin haberlas.
Por aquel entonces, las dos rutas principales eran Libia-Italia y Turquía-Grecia, pero a inicios de 2016 las fronteras de la ruta de los Balcanes –la que seguían los migrantes y refugiados en su intento por llegar al norte de Europa desde Grecia– cerraron y muchos quedaron atrapados en el país heleno. Con el acuerdo firmado en marzo entre la UE y Turquía, por el que todos los migrantes y refugiados que llegaran a Grecia serían devueltos a Turquía, las llegadas a la costa griega parecen haber frenado.
La ruta Libia-Italia se presenta ahora como una de las pocas alternativas todavía viables, aun siendo la más mortífera. Si bien el número de llegadas sigue siendo muy alto y sin diferencias significativas con respecto al mismo periodo el año pasado, las muertes sí han aumentado en un 36%, lo que las ONG achacan a la mayor precariedad y peligrosidad de las embarcaciones. Pero la desesperación es grande. “Hay mucha gente que no tiene opciones. Nosotros ya estábamos enfrentándonos a la muerte en Libia, así que pensamos que podíamos también enfrentarla intentando llegar a Italia”, dice una familia siria.
El mes pasado, la UE anunció su intención de prorrogar por un año la Operación Sophia, su misión naval contra el tráfico de personas en el Mediterráneo, y formar a la Guardia Costera libia, mejorando su capacidad y compartiendo con ella información, a petición del nuevo gobierno de este país. Pese a ello, los testimonios que recoge AI sostienen que los abusos cometidos por la guardia costera libia y en los centros de detención siguen siendo alarmantes.
“Europa no debe ni siquiera pensar en suscribir acuerdos de cooperación con Libia en temas migratorios si su resultado directo o indirecto es este tipo de escandalosas violaciones de derechos humanos. A estas alturas, la UE ha mostrado reiteradamente que está dispuesta a impedir la llegada al continente de personas refugiadas y migrantes casi a cualquier precio, dejando muy de lado los derechos humanos”, ha lamentado Mughrabi.