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Ushahidi: un mapa y un móvil para la inteligencia colectiva

El 27 de diciembre de 2007 hubo elecciones en Kenia, dos días después la comisión electoral anunció que había sido reelegido el presidente Mwai Kibaki. La oposición acusó a este de fraude y comenzó una escalada de violencia que en dos meses se saldó con 1.100 muertos y más de 600.000 refugiados. En este contexto, ante la falta de referentes informativos que contaran qué estaba pasando y la censura impuesta por el Gobierno a los medios de comunicación, Ory Okolloh, abogada y activista, comenzó a publicar en su blog su propia visión de los hechos y la de los lectores que dejaban comentarios en sus post.

No era suficiente, se vio desbordada por la cantidad de información que llegaba día a día a su blog y decidió rodearse de un grupo de voluntarios con los que puso en marcha Ushahidi, una herramienta para crear mapas colectivos en la que fuesen los propios ciudadanos los que informaran a través de sus testimonios y denuncias de los ataques de milicias, violencia policial o la falta de medicamentos. “En la primera edición recibimos 500 informaciones. Creamos el código 6007 al que la gente mandaba un mensajes de texto con lo que estaba viendo”, recuerda Emmanuel Kala, uno de los desarrolladores del proyecto. Hoy cuentan con más de 45.000 usuarios en Kenia.

El éxito de acogida hizo pensar a sus creadores podría convertirse en una herramienta exportable a otros países. “Teníamos claro que había que cambiar la manera en la que se difunde la información. Los medios te dan su versión, pero ¿dónde queda tu opinión? Mientras la prensa tarda tres días en sacar una historia, nosotros tardamos 3 minutos”, asegura Kala. “Solo necesitamos tres cosas: una comunidad que quiera trabajar por el bien común, un motivo que les mueva a hacerlo y una plataforma, como esta. Es un gran avance en la democratización de la información y la transparencia”.

Ushahidi, que significa testimonio o testigo en swahili, es hoy una de las principales plataformas de crowdsourcing, construida software libre, en la que personas de todo el mundo pueden compartir información a través de la propia web, SMS, emails y Twitter. “No todos los países son iguales. A veces no hay Iphone ni Android y en los mensajes de texto no hay suficiente espacio, sobre todo para algunas lenguas, intentamos adaptarnos y buscamos nuevas fórmulas”.

Este modelo de construcción colectiva fue una de las principales fuentes de información en el terremoto de Haití. “Cuando sucedió el terremoto había muchas zonas sobre las que no se sabía cómo habían quedado. Hubo gente (voluntaria) que fue al terreno y en unas horas teníamos mapeada toda la zona de Puerto Príncipe”. Ayudó en los trabajos de emergencia a identificar las zonas más afectadas, a localizar a heridos y a conocer las principales necesidades de la población. Este mismo uso se le dio tras el terremoto de Chile.

Los mapas de Ushahidi se han extendido por todo el mundo. Han monitoreado las elecciones de India, México, Argentina, Armenia y Venezuela. Han denunciado la violencia sexual contra la mujer en Siria e India, la violación de los derechos humanos en países como la República Democrática del Congo o Sudáfrica y han recogido testimonios en Gaza. El anonimato que garantiza a los usuarios ha sido esencial a la hora crear proyectos que promueven el activismo y que podrían poner en riesgo a sus informadores. Un ejemplo es Libya Crisis Map, puesto en marcha durante la primavera árabe.

También ha servido de hilo conductor en la difusión de realidades muy locales. En un proyecto irlandés los ciudadanos comparten las deficiencias de sus calles. En España, se ha empleado para localizar fosas del franquismo (se abandonó cuando el Gobierno sacó su propia versión) o para construir un carril bici en Madrid desde la perspectiva de quienes emplean la bicicleta como medio de transporte.

Ushahidi es, en definitiva, lo que sus usuarios quieran que sea. “Hay gente mapea las mejores hamburguesas en EEUU, campañas por la paz, fármacos para combatir el paludismo, etc. Cuando lo lanzamos no pensamos cuál iba a ser el uso, es la gente la que lo está decidiendo”.