Cuando Shakila llegó a Cox's Bazar, un distrito al sureste de Bangladesh, los médicos tuvieron que atenderla de urgencia por las agresiones sexuales que había sufrido en el Estado de Rakhine, en Myanmar (Birmania). Exhausta, esta refugiada rohingya contó al personal humanitario que también había presenciado el asesinato de su marido y su hija.
Fátima, de 30 años, cruzó la frontera con Bangladesh después de ser testigo de cómo unos hombres violaron y mataron a su hermana. “Fue asesinada tras una violación colectiva delante de mí. A mí me echaron agua caliente en el cuerpo. No puedo dormir, mi vida es una pesadilla, no puedo soportar el dolor de perder a mi hermana”, relata esta mujer rohingya en un testimonio recogido por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
Shakila y Fátima son una excepción. La mayoría, dice el UNFPA, no busca asistencia médica ni cuenta el infierno que han vivido por miedo, vergüenza o el estigma de haber sufrido una violación. Por esta razón es difícil conocer el alcance real de la violencia sexual perpetrada presuntamente por el Ejército birmano, atendiendo a los testimonios personales de las rohingyas. Las pocas cifras que ofrecen, aseguran, “son la punta del iceberg”.
“El sufrimiento es tan a gran escala que es difícil comprenderlo en toda su magnitud”, apunta en una entrevista con eldiario.es Roy Wadia, de la oficina regional de Asia Pacífico del UNFPA. La directora ejecutiva del organismo, Natalia Kanem, pide no “subestimar” los niveles de violencia contra las rohingyas que llegan prácticamente con lo puesto a los precarios campos de refugiados de Bangladesh.
En Cox's Bazar, cientos de mujeres y niñas han recibido atención por violencia de género desde el pasado 25 de agosto, cuando insurgentes del grupo Ejército de Salvación Roginhya de Arakan (ARSA) asaltaron una veintena de puestos policiales. La represalia militar desatada desde aquel día ha forzado la huida de 537.000 personas de esta etnia musulmana a territorio bangladesí. Más de 120.000, estiman en UNFPA, son mujeres en edad reproductiva.
Cifras “excepcionalmente altas” de violencia sexual
“Si bien no podemos verificar de forma independiente cada historia de agresión sexual y otras violencias, dado que estamos operando en Bangladesh y los refugiados cuentan lo que dicen haber vivido en Myanmar, hay muchos relatos de violaciones y otras violencias, o de haber visto a otras personas sufrir una agresión sexual”, explica el responsable de UNFPA.
Más de la mitad de las refugiadas rohingyas atendidas en Bangladesh habían sufrido una agresión sexual, “una proporción excepcionalmente alta”, a juicio de la agencia de Naciones Unidas. “Esto habla de una tendencia muy preocupante”, sostienen.
El director general de la Organización Internacional para las Migraciones, William Lacy Swing, también dio la voz de alarma a finales de septiembre y aseguró en un comunicado encontrarse “sumamente impresionado y preocupado” por los “cada vez más frecuentes informes” de rohingyas, sobre todo mujeres y jóvenes, que han sido víctimas de violencia sexual o de género.
Los médicos de la OIM habían tratado entonces a “docenas” de mujeres que habían sufrido estos ataques. Algunos se pronunciaron públicamente sobre los ataques y mostraron exámenes médicos con indicios de penetración forzada, golpes, pruebas de violaciones “con el cañón de una pistola” e incluso marcas de mutilación genital, según ha publicado la agencia Reuters. Algo insólito, pues los trabajadores de las agencias de Naciones Unidas rara vez hablan sobre las agresiones sexuales supuestamente cometidas por fuerzas armadas estatales.
“No podemos confirmarlo”, reitera Wadia en alusión a que la ONU prácticamente no tiene acceso a las áreas afectadas en Myanmar. “Todo lo que podemos hacer es contar las experiencias de las mujeres y otras personas que llegan a Bangladesh, que dicen que los militares birmanos han perpetrado muchas de estas atrocidades”, explica.
“Hay muchos informes de militares que llevaron a cabo violaciones, incluidas violaciones colectivas, de mujeres rohingya durante la represión de seguridad en Birmania en las últimas semanas, así como en 2016”, sostiene Human Rights Watch (HRW).
La ONU apunta a posibles crímenes contra la humanidad
No es la primera vez que las organizaciones de derechos humanos denuncian este tipo de ataques por parte de las fuerzas militares birmanas. Amnistía Internacional documentó en octubre de 2016 una amplia gama de abusos, entre ellos la violación de mujeres y niñas rohingyas, durante otra violenta operación del Ejército birmano tras varios ataques a comisarías en Rakhine.
El uso de la violencia sexual contra las rohingyas registrado en las últimas semanas, así como los asesinatos y el desplazamiento forzoso, pueden constituir crímenes contra la humanidad, según alertan las ONG y la propia ONU. Estos abusos ya están siendo investigados por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que ha establecido una misión de investigación independiente de las “presuntas violaciones de derechos por parte de militares y las fuerzas de seguridad y los abusos” en el Estado de Rakhine.
Allí, según advirtió el alto comisionado para los Derechos Humanos, podría estar librándose una “limpieza étnica de manual” contra la minoría rohingya en un país de mayoría budista.
“Condenamos todas las violaciones de los derechos humanos. Nos comprometemos al imperio de la ley y el orden”, dijo unos días después de estas palabras la líder birmana y Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi. Sin embargo, Suu Kyi, que ha sido criticada con dureza por su silencio sobre los rohingyas, evitó señalar a los responsables de los abusos. Por ahora, los expertos de la ONU solo pueden investigar desde los campos de Bangladesh, ya que el Gobierno birmano se niega a permitir su entrada en el país.
Los rohingyas, considerados una de las etnias más perseguidas del mundo, sufren una discriminación histórica por parte de las autoridades birmanas. Estas consideran que son inmigrantes bengalíes que llegaron hace décadas de la actual Bangladesh, que tampoco los reconoce como ciudadanos propios.
“Muchas de las mujeres sufren traumas profundos”
A Malak se la llevaron junto a otras cuatro mujeres a una cabaña. Los solados les hicieron cortes con cuchillos y las violaron, y después prendieron fuego a la choza. Malak fue la única que pudo escapar con vida. En la piel de Nabila todavía se pueden ver las heridas de las cuchilladas y golpes que acompañaron a la violación que sufrió.
Ahmed vio cómo un militar violaba a tres mujeres en la aldea de Maung Nu. Allí, los soldados desnudaron a las mujeres, y las que se escondían del ejército desnudas fueron “tocadas por todas partes”, según otras dos mujeres del mismo pueblo. Todos sus casos han sido recogidos por HRW.
“Muchas dicen que vieron cómo asesinaban a los miembros de su familia frente a ellas. Muchas de las mujeres que vienen a nuestros espacios seguros tienen historias horribles y sufren traumas profundos. Es difícil que muchas se abran al principio, pero con la ayuda de nuestro personal, varias mujeres comparten finalmente lo sucedido y comienzan el largo y difícil proceso de recuperación”, relata Wadia.
El UNFPA ofrece apoyo y servicios a las supervivientes de violencia de género y agresiones sexual, entre ellos atención sanitaria de urgencia y terapia psicosocial. Algunas de las mujeres también han sufrido agresiones sexuales en la ruta migratoria o sufren violencia de género en el campo de refugiados.
“En contextos como este la violencia contra las mujeres se intensifica; esto se ha observado globalmente una y otra vez en las crisis humanitarias. Esta vez no es diferente. Como en cualquier situación de emergencia, los socios humanitarios trabajan en Cox's Bazar para que las mujeres y las niñas se sientan seguras”, puntualiza Priya Marwah, coordinadora de respuesta humanitaria de UNFPA Asia Pacífico.
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(*) Los nombres de las víctimas y los testigos utilizados en este reportaje son ficticios con el fin de preservar su privacidad.