Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.
Entonces, ¿para qué sirve Hábitat III?
Último día de Hábitat III. Desayuno en la casa de huéspedes que me acoge y que, casualmente, es de una psicóloga jubilada, la encantadora Nidia, que ha trabajado durante años para UNICEF en zonas de conflicto y desastres naturales. La siguiente casualidad es que se une al pan con mantequilla un gringo que también trabaja para la ONU y que vive en un avión.
Recién llegado de Dubai, coge fuerzas para su presentación en la última sesión plenaria. Hablamos un poco de todo esto y, claro, de la Nueva Agenda Urbana, que hoy se convertirá en documento final. Le pregunto si habrá muchos cambios con respecto al borrador y me dice que no. “Hay pocas negociaciones que hacer en este tipo de eventos. El documento, de hecho, no compromete realmente a nada, es más para hacer pensar”.
Horas más tarde, en la rueda de prensa final, Joan Clos, Director Ejecutivo de ONU-Hábitat, hace un resumen junto a la Ministra de Desarrollo Urbano y Vivienda de Ecuador, María de los Ángeles Duarte. Y lo confirma: “La Nueva Agenda Urbana es un esfuerzo por crear una estrategia que sirva de guía para los retos del proceso de urbanización. Pero eso, finalmente, es un asunto de política nacional, no es posible en este caso un tratado internacional que fuerce acciones. En este sentido, la Agenda debe ser entendida como una colección de líneas de actuación para generar debates nacionales que sean implementados a nivel local”. Vaya, como decía Joaquín Luqui, 'tú y yo lo sabíamos'.
Entonces, ¿sirve para algo Hábitat III? Yo diría que sí pero que mucho más allá, o más acá, de la dichosa Nueva Agenda Urbana. Durante unos días, en Quito se han reunido decenas de miles de personas con intención de cambio. No hablo de los representantes de gobiernos nacionales ni locales, aunque tampoco digo que no tengan esa ambición, sino de quienes han venido en nombre de colectivos y asociaciones, de fundaciones y universidades, y también de la gente que venía porque sí.
En Quito, esta semana, es como si se hubieran celebrado al mismo tiempo tres festivales, un Primavera Sound, un Sónar y un Viña Rock de las ciudades. Hábitat III, Hábitat 3 Alternativo y Resistencia Hábitat III (y más eventos paralelos que había) han sido un punto de encuentro para personas con ganas de hacer ciudades mejores. Y eso sólo puede ser bueno.
Lo bueno de Hábitat III
Es bueno que la PAH, por ejemplo, se haya colado en una sesión en la que el gobierno del PP presumía en falso de todo lo que ha hecho para reducir desahucios y desigualdad en materia de vivienda y le haya dejado en evidencia ante un público internacional que acabó aplaudiendo (aquí se puede ver el vídeo, merece la pena).
Es bueno que alcaldes y concejales, las ciudades, hayan reclamado más poder y se hayan paseado por lugares donde los ciudadanos han aprovechado para reclamarles lo propio.Es bueno que la comunidad científica haya pedido, en la penúltima rueda de prensa, más compromiso real, más medidas, en materia de sostenibilidad. Es bueno que haya habido debates sobre economía, género, movilidad, vivienda, exclusión…
Es bueno porque en Quito se han vivido unos días enriquecedores en los que se han compartido conocimientos y experiencias y creado redes para hacer de verdad, y no a través de documentos, mejores ciudades. Pongo un ejemplo.
Hábitat III ha acogido más de una decena de sesiones relacionadas con la movilidad activa, la peatonal o ciclista. Han venido colectivos de Brasil México, Argentina, Colombia, Perú y otro lugares, también organizaciones internacionales, como la European Cycling Federation (ECF). Hablo con Zoé Kruchten, de ECF: “Para nosotros ha sido muy útil. Hemos tratado de influir para incluir en la Agenda una visión de la bicicleta más holística, no sólo como transporte, y lo hemos conseguido. Antes ni se mencionaba y ahora se hace cinco veces. Además, nos ha servido para tener contacto directo y crear redes con colectivos y organizaciones de otros continentes”. Así, gracias al encuentro sucedido aquí, la World Cycling Alliance, creada en 2014 en el Velo-city de Adelaida, ha vivido un impulso importante.
También ha sido importante el evento para el Foro Mundial de la Bicicleta (FMB6), que se celebra en México en abril de 2017 y que organizan, como mandan sus estatutos, colectivos de allí. No sólo han podido presentarse en Hábitat III a los medios de todo el mundo, también han podido ampliar su marco de actuación y sus ambiciones a través de reuniones, talleres y ponencias. Me lo cuenta Jorge Cáñez, miembro del comité organizador del FMB6 y activista de la Liga Peatonal mexicana.
Es decir, como en las ciudades, lo que ha hecho funcionar el evento es la gente. Como en las ciudades, también, se echa de menos la valentía necesaria de los que pueden hacer más y más rápido desde arriba. Jorge da la clave en materia de movilidad: “Deberían ser más radicales. En la Nueva Agenda Urbana se menciona lo peatonal y lo ciclista pero en ningún momento se dice claramente que hay que limitar el uso del coche privado en la ciudad; algo esencial, para empezar, si se quiere cumplir con los objetivos de COP21”.
Pedir peras a la ONU es una manía que tenemos muchos. Es lo que es y sirve para lo que sirve, que no es poco, pienso en Nidia, pero que podría ser más. Vale. Pero hay unos mínimos que sí se deberían cumplir. Por ejemplo, coherencia. Va el último ejemplo.
Se puede entender que conviertan la Casa de Cultura del parque El Ejido en una fortaleza por eso de que hay gente importante paseando por aquí —aunque es poco comprensible que no sepan gestionar el registro y la entrada—, pero resulta frustrante que un enorme evento que tiene como uno de sus argumentos esenciales la sostenibilidad no se haya preparado con este criterio con las numerosísimas experiencias que hay ahora mismo en este campo.
En Hábitat III, que es, no olvidemos, territorio ONU, no se puede fumar al aire libre pero sí mezclar residuos, abusar del plástico y hacer todo lo que no se debe hacer cuando se quiere mostrar que a uno le preocupa el control de las emisiones y residuos. No hay nada de energías renovables, ni materiales biodegradables, ni siquiera mensajes de concienciación. Tan sólo medición de huella de carbono y compensación con plantación de árboles. Como en los 90.
Alguien puede pensar que esto es una tontería, que hay cosas más importantes. Yo no lo creo. Lo más importante cuando se habla de hacer las cosas bien es hacer las cosas bien. Quizás dentro de 20 años, en Hábitat IV.
Último día de Hábitat III. Desayuno en la casa de huéspedes que me acoge y que, casualmente, es de una psicóloga jubilada, la encantadora Nidia, que ha trabajado durante años para UNICEF en zonas de conflicto y desastres naturales. La siguiente casualidad es que se une al pan con mantequilla un gringo que también trabaja para la ONU y que vive en un avión.
Recién llegado de Dubai, coge fuerzas para su presentación en la última sesión plenaria. Hablamos un poco de todo esto y, claro, de la Nueva Agenda Urbana, que hoy se convertirá en documento final. Le pregunto si habrá muchos cambios con respecto al borrador y me dice que no. “Hay pocas negociaciones que hacer en este tipo de eventos. El documento, de hecho, no compromete realmente a nada, es más para hacer pensar”.