Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.
Con ustedes lo último en innovación tecnológica para nuestras ciudades: la participación ciudadana
El otro día nos dimos de bruces con una noticia como venida del futuro. El coche sin conductor de Google ya circula a su bola. Chúpate esa, Michael J. Fox. O no tanto, que resulta que el vehículo en cuestión se comporta como uno cualquiera si nos fijamos en ese amago de choque que tuvo la semana pasada con otro carro sin humano, éste de la empresa Delphi. Dicen los expertos que en seis años el invento de Google ha tenido doce accidentes. No parecen muchos, la verdad, pero si en su programación está lo de pelearse en los ceda el paso, igual hay que poner en duda algo que me decía Carlton Reid, historiador inglés de la bici, sobre seguridad vial y mañana: “Los coches sin conductor son el futuro y éstos estarán programados para evitar automáticamente a los ciclistas. Será entonces realmente cuando haya un boom de la bicicleta, cuando se haya extirpado la parte más peligrosa de un automóvil: el chalado al volante”.
Más noticias llegadas desde Mountain View. La empresa que nos busca casi todo por internet tiene fondos jugosos para invertir en próximas revoluciones tecnológicas de todo tipo y la (pen)última que ha anunciado se llama Sidewalk Labs y se va a dedicar, en palabras de Larry Page, a “mejorar la vida de todos los ciudadanos a través de la incubación y desarrollo de tecnologías que se ocupen del coste de la vida, el transporte eficiente y el uso de energía”. Suena bien, aunque el lanzamiento es tan reciente que aún no se puede saber por dónde irán realmente los tiros.
La pregunta que surge ante estas dos noticias es la siguiente. ¿Es la innovación tecnológica lo único que nos va a hacer mejor la vida en las ciudades o hay otro tipo de acciones que pueden ser tan importantes o más? La respuesta la encontramos en otra noticia también reciente.
La ciudad italiana de Bolonia está de cumpleaños. Celebra el primer aniversario de, ojo que la descripción es larga, “la colaboración pública entre ciudadanos y administración para el cuidado y regeneración del espacio urbano común”. El programa, cuyo lema asequible es Collaborare é Bologna, plantea la ciudad como un ecosistema colaborativo. La alcaldía no se limita a administrar unos recursos y a chapotear en su propia burocracia sino que trabaja con y considera a los ciudadanos como fuente de ideas y recursos, de los que se convierte en facilitadora. La gente no sólo puede analizar sus necesidades, sino que puede inventar y proponer soluciones para ellas y trabajar con los gestores para sacarlas adelante. Cambia el paradigma, ya no se trata de votar para dar un mandato y luego esperar a ser legislados de arriba abajo; la cosa consiste en hacerlo entre todos, en contribuir, en aportar, en ser activos. En hacer ciudad.
Durante este primer año, se han presentado unos 100 proyectos; cosas tan majas como una guardería gestionada por padres y madres, cooperativas de huertos urbanos en espacio público, un programa de reciclaje y reutilización con el foco puesto en niños y jóvenes en exclusión, una iniciativa de “calle social” que, por ejemplo, ha convertido un espacio publicitario en desuso en un tablón de anuncios de barrio...
En la celebración, el alcalde de Bolonia, Virginio Merola, dijo algunas cosas que merece la pena leer y comprender: “Nuestra ciudad se basa en bienes comunes y relaciones sociales, pero también en derechos y deberes humanos. Todo el mundo necesita tener la capacidad para hacer algo por mejorar su vida y cuanto menos haga la administración, mejor funcionan las cosas. Ser una ciudad atractiva significa, en primer lugar, querernos unos a otros, no excluirnos. Somos una ciudad inteligente porque creemos en esos sentimientos”. Así de claro, así de simple, así de eficaz.
Y si a Bolonia le funciona, ¿por qué no nos va a funcionar a los demás? Pienso en ello mientras leo más noticias. Por ejemplo, la entrevista a Pablo Soto en Diagonal sobre las herramientas que va a poner en marcha el Ayuntamiento de Madrid. O lo que le acaba de decir Jorge García Castaño, concejal de Centro de la capital, a Somos Malasaña: “Pediría a la gente que se asocie y participe para construir ciudad”.
Pienso en ello y estoy seguro de que puede funcionar porque en todas las ciudades del mundo está pasando, al menos del lado de la gente. En Madrid, por hablar de lo que tengo a mano, hay muchos ejemplos de iniciativas ciudadanas: el Campo de la Cebada, Esto es una plaza, Tabacalera y los centros sociales autogestionados, lo que hacen los vecinos de la Plataforma Maravillas…
Pienso en ello y cada vez tengo más claro que la mayor innovación de todas es la gente con ganas de hacer cosas que cambien las cosas. Eso sí que es tecnología punta.