Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.
Madrid, la ciudad que decide la ciudad
El lunes empezó una semana grande para la ciudad de Madrid. Del 13 al 19 de febrero, todos los empadronados mayores de 16 podemos votar sobre varios asuntos urbanos: los dos proyectos finalistas para la reforma de Plaza de España, detalles sobre la ampliación de aceras de Gran Vía, las dos propuestas ciudadanas salidas de la web de participación (Madrid 100% sostenible y billete único para el transporte público) y, en algunos distritos, temas locales varios. Se puede votar online en Decide.Madrid.es y presencialmente en urnas en la calle (Atocha, Sol, Plaza de España o Callao), centros culturales, juntas municipales, oficinas de Línea Madrid y Foros Locales. También se puede votar por correo, gracias al envío que papeletas que hizo el Ayuntamiento y por el que ya se han recibido en torno a 100.000 votos. Qué bien.
Muy bien porque Madrid vive así una experiencia única en España y bastante excepcional en todo el mundo, un estupendo ejercicio de democracia directa que acerca a la gente a los asuntos del lugar en que vive y le permite, primero, ser consciente, informarse y reflexionar sobre ellos y, luego, elegir al respecto.
Hay quien sostiene, sin embargo, que no estamos preparados para participar, que no podemos decidir sobre asuntos técnicos, que eso tiene que ser cosa de expertos. Al habla con Pablo Soto, delegado del Área de Participación Ciudadana, Transparencia y Gobierno Abierto, responde: “Es un argumento habitual que olvida que los representantes políticos y los técnicos tampoco tienen superpoderes para saber lo necesario en todas las materias ni, mucho menos, lo conveniente para toda la ciudadanía. Además, allí donde estos procesos llevan tiempo sucediendo se sabe que las decisiones son mejores cuando las puede asumir un numero muy grande de personas que cuando las toma un grupo reducido”.
Pone Soto el ejemplo de Suiza, donde esta forma de hacer las cosas lleva existiendo más de un siglo. Hay algunos más: estados alemanes y norteamericanos, Islandia, Bolonia. En general, la democracia directa es un camino que se está empezando a plantear en muchos lugares —al tiempo, y creo que no es casualidad, que pega fuerte la tendencia al despotismo—; un camino que Madrid quiere recorrer con un proyecto ambicioso que puede servir de ejemplo a otros y que esta semana empieza a ser grande de verdad. De hecho, la apuesta por la participación es la gran oportunidad para el gobierno de Ahora Madrid y para toda la ciudadanía de ponerse en cabeza en cuanto a formas (positivas) de hacer ciudad.
Evaluaciones y mejoras
Por supuesto, como en cualquier asunto que arranca, no todo ha sido redondo. Lo de Plaza de España, por ejemplo, podría haberse hecho mejor: más comunicación con los agentes implicados (colectivos, asociaciones, comerciantes), más y mejor participación inicial y menos proyectos a votar (leerse 70 planteamientos técnicos fue cosa de héroes). Las cuatro preguntas sobre Gran Vía, además, parecen como de compromiso. Y, en general, uno diría que Madrid necesita que se potencie seriamente la participación ciudadana mucho más allá del voto y el debate online; que, como explica muy bien este texto de Daniel Bernabé en La Marea, sólo a partir del encuentro llega la conciencia colectiva y la activación común.
Pero, según cuenta Pablo Soto, es una dinámica viva en constante estado de mejora. “Hay un trabajo de evaluación al finalizar cada uno de los procesos. Así lo hemos hecho en los presupuestos participativos: convocamos a todas las personas que quisieron y pudieron a unas jornadas en las que se plantearon mejoras que ya se han implementado en la segunda convocatoria que empieza ahora”.
Otra cosa que puede chirriar es que, en el caso de la propuesta de billete único, las competencias son del Consorcio Regional de Transportes, en el que está el Ayuntamiento pero también la Comunidad. Puede darse el caso, por eso, de que salga que sí, que queremos billete único, pero luego sea que no, que la cosa se quede encajonada en algún despacho. Algo muy posible sabiendo cómo funciona el ping pong de la política de partidos; algo que, sospecho, podría generar frustración en los votantes.
“Es verdad —contesta Pablo Soto—, pero, como no hay vías de participación directa ni en la Comunidad ni en el Estado, tiene sentido que desde el Ayuntamiento demos voz al máximo posible de iniciativas. Lo que vamos a decidir es qué postura tiene la ciudad de Madrid. En esto, como en tantas cosas, dependemos de otras partes, pero la votación puede servir como maquinaria de presión para la toma de decisiones. No podemos cambiar los límites y la organización de las instituciones pero sí quién toma las decisiones, si lo hacen como hasta ahora los alcaldes o concejales o lo hace toda la ciudad”.
Ahí está la clave. Como dice la publicidad que está lanzando el Ayuntamiento, estamos ante un momento histórico. Una semana en la que Madrid vota cómo quiere Madrid. Una oportunidad para creernos capaces de hacer juntos una ciudad mejor.
El lunes empezó una semana grande para la ciudad de Madrid. Del 13 al 19 de febrero, todos los empadronados mayores de 16 podemos votar sobre varios asuntos urbanos: los dos proyectos finalistas para la reforma de Plaza de España, detalles sobre la ampliación de aceras de Gran Vía, las dos propuestas ciudadanas salidas de la web de participación (Madrid 100% sostenible y billete único para el transporte público) y, en algunos distritos, temas locales varios. Se puede votar online en Decide.Madrid.es y presencialmente en urnas en la calle (Atocha, Sol, Plaza de España o Callao), centros culturales, juntas municipales, oficinas de Línea Madrid y Foros Locales. También se puede votar por correo, gracias al envío que papeletas que hizo el Ayuntamiento y por el que ya se han recibido en torno a 100.000 votos. Qué bien.
Muy bien porque Madrid vive así una experiencia única en España y bastante excepcional en todo el mundo, un estupendo ejercicio de democracia directa que acerca a la gente a los asuntos del lugar en que vive y le permite, primero, ser consciente, informarse y reflexionar sobre ellos y, luego, elegir al respecto.