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Sobre este blog

Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

“No hay que promover viajar menos, sino viajar mejor; teniendo en cuenta el impacto ecológico, económico y social”

Sito Veracruz, cofundador de Fairbnb.coop.

Pedro Bravo

¿Necesita el mundo otra plataforma de alquiler de viviendas de uso turístico? Hace cosa de un mes, The New Yorker publicaba un reportaje sobre “la invasión de Airbnb en Barcelona”. Por las mismas fechas, Terraferida denunciaba el “aumento histórico de las plazas turísticas en Baleares”. Poco después, se anunciaba la entrada de la grandísima cadena hotelera Marriott en el negocio. Y, hace unas semanas, el urbanista Richard Shearmur daba este titular en La Vanguardia: “El 20% de los pisos de París ya se alquilan por días a turistas”. La cuestión es que no sólo crece este negocio, sino que aumenta sin parar el número de movimientos internacionales en el mundo: 1.400 millones de visitas internacionales en 2018, un 6% más que el año anterior, que fue el penúltimo de una serie de récords históricos. El turismo es ahora mismo un gran invento para algunos y un problemón para muchos, una muestra de los nuevos y viejos modelos de la economía de mercado que está generando conflictos urbanos por doquier. Y es en este momento cuando sale a jugar por fin Fairbnb.coop, una cooperativa que propone una plataforma de alquileres vacacionales que “sólo contiene alojamientos legales y éticos y dona el 50% de la comisión de servicio a proyectos sociales locales elegidos por los vecinos y los viajeros”.

Fairbnb.coop lleva cociéndose desde 2016, impulsada desde dos de las ciudades europeas más afectadas por la sobredosis de turismo, Ámsterdam y Venecia, y con un alicantino residente en la ciudad holandesa al frente. Sito Veracruz es un urbanista especialmente volcado en las aplicaciones de la tecnología para buscar soluciones a los asuntos urbanos. Es él quien responde desde allí las preguntas sobre esta plataforma que a finales de junio lanza una “fase beta 5” en otras cinco ciudades piloto europeas, Barcelona, Valencia, Ámsterdam, Venecia y Bolonia, y que está en plena campaña de crowdunding. Campañas, de hecho, porque son dos. Una en España, para “financiar una ruta de presentaciones en diferentes ciudades españolas que servirán como punto de partida de los nodos locales”; y otra internacional, para contribuir a desarrollar su tecnología.

¿Cuáles son los criterios que hacen justa esta propuesta frente a otras?

Solemos señalar cuatro elementos clave. Primero, copropiedad: nuestra plataforma es propiedad de la cooperativa que formamos los trabajadores y colaboradores de Fairbnb.coop. Además, la idea es que los diferentes actores que participan en el alojamiento vacacional (anfitriones, viajeros, vecinos, comercios locales, etc.) puedan también formar parte de la cooperativa a través de los nodos locales. Luego, la cogobernanza: más allá de la democracia interna de cualquier cooperativa, en nuestro caso ciertas decisiones locales también son tomadas junto a los vecinos. La sostenibilidad: Fairbnb.coop no sólo colabora con las administraciones para cumplir con la regulación vigente; además, cuenta con criterios propios de sostenibilidad como la limitación de una propiedad por usuario o la imposibilidad de que empresas propietarias de varios apartamentos turísticos puedan ofrecer sus propiedades en nuestra plataforma. Y el retorno social: el 50% de la comisión de servicio de Fairbnb.coop (15%) se destina a un proyecto social en la zona en la que se realiza la reserva.

Aplicar las normas, ¿no puede llegar a quedarse corto en muchas ciudades? Una “solución inteligente y justa para el turismo enfocado a la comunidad”, como se define Fairbnb, ¿no debería ir más allá?

Efectivamente, las normas son insuficientes en muchas ciudades. Por eso contamos con nuestros propios criterios de sostenibilidad. Además, también tenemos en cuenta las sugerencias de los nodos locales en cuanto a las políticas adicionales que deberíamos tener en cada ciudad. En Venecia, por ejemplo, además de la política un anfitrión, una casa, también añadiremos la exigencia de que el propietario sea residente local, a solicitud de nuestro nodo local allí. Sin embargo, opinamos que las soluciones deberían tomarse a nivel local en todas las plataformas, no únicamente en la nuestra, por lo que la intención es estar en contacto con las administraciones públicas e intentar que éstas tengan la regulación más justa posible. Esto se debería basar en una regulación que diferencie claramente entre usuarios profesionales y no profesionales y en sistemas de registro y control fácilmente aplicables. 

¿Cómo va a vigilar la plataforma el cumplimiento de sus propias normas? ¿Va a pasar información también a las administraciones?

En primer lugar, disponemos de medidas de control online para comprobar que nuestros anfitriones no son propietarios de múltiples apartamentos turísticos. A su vez, también colaboramos con las administraciones en el intercambio de datos: nosotros, para comprobar que nuestros usuarios no tienen más de una oferta; y la administración que corresponda, para verificar que su regulación se está cumpliendo o, al menos, para tener una fotografía de la actividad en su área. 

Una de las claves del proyecto es la donación del equivalente a la comisión a proyectos sociales del barrio elegidos por el turista. ¿Cómo van a ser esos proyectos? ¿Cuáles son los criterios de admisión?

Buena parte de la esencia de nuestro proyecto es la idea de que los beneficios del turismo se distribuyan entre aquellos que sufren su impacto. En este sentido, buscamos proyectos abiertos a los vecinos, que sean puntos de encuentro de la comunidad local y que estén gestionados por organizaciones sin ánimo de lucro. Estos proyectos son preseleccionados por los nodos y colaboradores locales. Entre estos, los anfitriones eligen algunos de ellos que estarán conectados a su propiedad. Y son finalmente los viajeros quienes deciden a cuál quieren realizar su donativo. Por cierto, al tratarse de donativos directos entre particulares y entidades sin ánimo de lucro, serán deducibles en la declaración de la renta.

¿Cuál es la labor de los nodos locales? ¿Van a recibir compensación por su trabajo?

La labor de los nodos locales en esta primera fase es deliberativa. Se reúnen, ya sea online o en persona, y nos ayudan a decidir criterios de admisión de anfitriones, nos informan sobre proyectos sociales con los que contactar o nos ayudan con la difusión del proyecto. Sin embargo, la idea es que un futuro cercano estos nodos locales se constituyan como entidades autónomas y puedan ofrecer servicios a anfitriones y visitantes. Éstos, en el caso de servicios para anfitriones, podrían ser los de gestión de la propiedad (limpieza, recogida de llaves, check-in/check-out, etc.), mientras que a los viajeros les podrán ofrecer experiencias que se facturarán a través de esta entidad local.

¿Cómo se lo está tomando Airbnb y otras plataformas? ¿Habéis tenido algún contacto con ellas?

Hemos tenido poco contacto, pero, hasta donde sabemos, parece que nuestra llegada se considera positiva para el sector. Al fin y al cabo, todas las plataformas están trabajando para ser más transparentes y responsables y también para intentar que su impacto sea lo menos negativo posible. Nosotros somos la demostración de que las plataformas turísticas pueden contribuir a la sostenibilidad del turismo, y eso es bueno para todas.

¿Y los vecinos y asociaciones? El conflicto se ha hecho tan grande que quizá haya muchos vecinos que no quieran ni oír hablar de vivienda turística, aunque sea desde una cooperativa y con un fin social.

En general, tenemos muy buena acogida. Es cierto que hay personas que no quieren ni oír hablar de la vivienda turística, pero en general nuestro proyecto es muy bien recibido como una herramienta a través de la cual el turismo, o al menos una parte de éste, puede ser gestionado por la comunidad a la vez que cumple con las regulaciones y ayuda a financiar proyectos sociales. Al fin y al cabo, todos somos turistas en mayor o menor medida y muy pocos de nosotros estamos dispuestos a dejar de viajar, aunque casi todos estamos dispuestos a cambiar nuestras rutinas, aunque sea un poco, para que nuestro impacto sea lo menos negativo y más positivo posible, y eso incluye la forma en la que viajamos.

En el manifiesto decís que se reinvierte parte de los beneficios en proyectos sociales para “contrarrestar los efectos negativos del turismo”. Si ése es el objetivo, ¿no habría que hacer un proyecto para promover menos viajes y no más?

Nosotros no creemos que se haya que promover viajar menos, sino viajar mejor: teniendo en cuenta nuestro impacto ecológico, económico y social cuando viajamos.

La Fundación Fairbnb también ofrece servicios de consultoría para administraciones en materia de regulación. ¿Cuál es la norma ideal para combinar las necesidades turísticas con los derechos de los vecinos?

No hay una norma ideal, depende de cada contexto, pero sí empezamos a ver fórmulas que parecen funcionar mejor, como la inscripción obligatoria y la obligación de las plataformas de solicitar el número de registro. Parece de cajón, pero para trabajar en la regulación de una actividad es saber dónde sucede, y el registro es el primer paso para ello. Además, creemos en algo que, por desgracia, se da poco: la clara diferenciación entre particulares y profesionales. La mayoría de las regulaciones están declarando profesionales a particulares por alquilar su vivienda por unos días mientras están de vacaciones y no tiene sentido: no se puede equiparar a una familia con una empresa que se dedica a comprar apartamentos y a alquilarlos como vivienda vacacional. Creemos que la limitación de unos días al año para particulares, como sucede en Ámsterdam, Londres o París, puede ser una buena solución. También se está extendiendo la prohibición de alquilar habitaciones y no estamos para nada de acuerdo, ya que si hay una actividad dentro del sector del alquiler vacacional que esté más cerca de la economía colaborativa, ésta es la de alquilar una habitación mientras el propietario vive en la vivienda. El hecho de que el propietario esté ahí garantiza que los viajeros no van a hacer fiestas ni a causar molestias a los vecinos. Por supuesto, también hay que ponerle límites a esta modalidad. En Ámsterdam, por ejemplo, el alquiler por habitaciones no tiene limitación de tiempo, pero sí de espacio y personas: el espacio habitado por los viajeros debe suponer un máximo del 40% de la vivienda, y no se puede alquilar a más de cuatro personas.

¿De dónde saldrán los recursos para activar los nuevos destinos y atraer a viajeros?

Somos una cooperativa pequeña, por lo que nuestro capital es limitado, pero tenemos algo muy importante: el apoyo de ciudadanos, asociaciones, inversores, empresarios, que creen en nuestro proyecto. En ese sentido, nuestro sistema de colaboraciones es clave. Contamos con varios tipos de acuerdos con socios colaboradores, según el tipo de persona o entidad que se trate y el grado de implicación que tengan en el proyecto: key partner, socio estratégico local, proyecto social, media partner y global partner. El establecimiento de acuerdos con socios que pasen a formar parte de nuestra estructura es un elemento clave de nuestro proyecto y, en ese sentido, hacemos una llamada a que todo aquel que quiera colaborar en nuestro proyecto como colaborador, socio inversor o entidad asociada se ponga en contacto con nosotros.

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Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

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