Un blog de Juventud Sin Futuro pensado por y para los jóvenes que viven entre paro, exilio y precariedad. Si quieres mandarnos tu testimonio, escríbenos a nonosvamosnosechan@gmail.com.
Las cifras que de verdad importan
Los resultados de las pasadas elecciones generales han terminado de definir un escenario político jamás visto en democracia que obligará, como todo apunta, a que al menos tres grupos parlamentarios deban de llegar a algún tipo de acuerdo para que se pueda constituir un nuevo gobierno. Que un mes después de los comicios no haya un candidato con plenas garantías de presidir el Ejecutivo, y con la sombra aún de unas nuevas elecciones sobrevolando el tablero, es motivo para que algunos analistas califiquen de incertidumbre esta nueva situación, poco acostumbrados quizás, a que por fin en el Congreso se empiece de verdad a debatir sobre política.
En el Partido Popular, conscientes de que la pérdida de su hegemonía hace peligrar las posibilidades de que Rajoy siga en La Moncloa, se han apresurado a bombardear a la opinión pública con la idea de que todo pacto que no pase por el PP llevando las riendas del gobierno, resultará poco menos que ilegítimo. No quieren aceptar que este tiempo político abierto no va tanto de partidos o de sillones, sino de programas políticos, y alimentan el miedo haciendo creer a la ciudadanía que lo que ellos denominan ‘pacto de perdedores’, se traducirá en inestabilidad política.
Conviene recordar que cuando Rajoy se refiere a ello, lo hace preocupado en contentar a los mercados internacionales, esos que han guiado sus políticas de recortes para mantener los privilegios de las élites a costa de sacrificar el bienestar de las clases populares. La campaña electoral de Rajoy ha consistido, básicamente, en vendernos que la recuperación está llegando para el país, valiéndose de una serie de cifras maquilladas que atienden a la estimulación de operaciones bursátiles de las que el común de los mortales estamos lejos de beneficiarnos.
Yo pertenezco a una generación de jóvenes muy marcada por la crisis, es verdad que nos ha afectado en mayor o menor medida pero todos la hemos experimentado de muy diversas formas. La crisis nos pilló en un momento en el que tras esforzarnos por hacer los deberes, anhelábamos desesperadamente poder vivir con independencia. La crisis trastocó ese sueño y nos ha condenado a plantarnos con cuarenta años y haber pasado una juventud con más penas que glorias. No solo hablo de lo más manifiestamente grave: encontrar trabajos temporales muy de cuando en cuando, tener que dejar la ciudad y volver con la familia por no poder pagar el alquiler del piso, verse forzado a emigrar a otro país en busca de futuro… y toda una serie de consecuencias que no nos han permitido desarrollar un proyecto de vida si quiera a medio plazo.
En mi entorno cercano, he tenido muy presentes toda una serie de comportamientos y actitudes que poco a poco han conformado la experiencia cotidiana de mi generación desde que la crisis empezara. Rajoy sigue enrocado en la idea de gobernar sin ser consciente de que las cifras que de verdad importan nos son de las que él habla, sí aquellas con las que tenemos que hacer cuentas la juventud. Son las del amigo que pregunta primero cuánto cuesta una cerveza por si no puede pagarla, las de las amigas que comparten menú cuando sus amigos salen de cena, las del que coge el autobús de ruta porque sale más barato, las de la que llegado fin de mes se alimenta a base de arroz y pasta, las del que pide a los amigos ir al cine el día del espectador, las del que no puede pagar el abono y necesita ayuda de sus compañeros, las de la que siempre pide 20 céntimos para pagar las cosas o las de los amigos que aún no han hecho un viaje porque no pueden sacar dinero para ello.
Pueden parecer hechos insignificantes, pero la aglutinación de estos se ha convertido en la rutina de mis diferentes círculos de amigos, que han aprendido a moverse por la vida haciendo equilibrismos constantes con sus cuentas. Para nosotros la incertidumbre no es si mañana habrá gobierno, la incertidumbre es si de aquí a tres meses podrás encontrar trabajo, y desgraciadamente, llevamos varios años conviviendo con ella. Quizás algunos nos echen en cara que hay gente en peores condiciones, no lo negamos, pero nosotros siempre hemos defendido el derecho a vivir una vida digna de ser vivida, y jamás quisimos vivir con lujos de ningún tipo.
El retrato que algunos han querido dibujar de la juventud es el de un veinteañero que no quiere estudiar ni trabajar y al que le gusta vivir de sus padres. Es mentira que nos guste, vivimos de nuestros padres porque no tenemos otra cosa de la que poder vivir, eso es lo realmente jodido. Así que Rajoy, si quiere usted ser Presidente, preocúpese de las cifras que de verdad nos importan o de lo contario desista, por mucho que su partido sea el más votado. La juventud quiere abrirse camino hacia un futuro, y usted está en medio.
Los resultados de las pasadas elecciones generales han terminado de definir un escenario político jamás visto en democracia que obligará, como todo apunta, a que al menos tres grupos parlamentarios deban de llegar a algún tipo de acuerdo para que se pueda constituir un nuevo gobierno. Que un mes después de los comicios no haya un candidato con plenas garantías de presidir el Ejecutivo, y con la sombra aún de unas nuevas elecciones sobrevolando el tablero, es motivo para que algunos analistas califiquen de incertidumbre esta nueva situación, poco acostumbrados quizás, a que por fin en el Congreso se empiece de verdad a debatir sobre política.
En el Partido Popular, conscientes de que la pérdida de su hegemonía hace peligrar las posibilidades de que Rajoy siga en La Moncloa, se han apresurado a bombardear a la opinión pública con la idea de que todo pacto que no pase por el PP llevando las riendas del gobierno, resultará poco menos que ilegítimo. No quieren aceptar que este tiempo político abierto no va tanto de partidos o de sillones, sino de programas políticos, y alimentan el miedo haciendo creer a la ciudadanía que lo que ellos denominan ‘pacto de perdedores’, se traducirá en inestabilidad política.