¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros.
Del colchón familiar a la cama del faquir y otras metáforas para analizar la desigualdad
En las fases iniciales de la crisis, y en respuesta a los primeros impactos, la metáfora del “colchón familiar” fue repetidamente utilizada para ensalzar la capacidad amortiguadora de los apoyos más cercanos. Principalmente identificados con el ámbito familiar, estos auxilios eran elogiados por su naturalidad, cercanía, rapidez de acceso y eficacia en situaciones de especial necesidad: “Es un préstamo flexible y sin intereses” (Alfredo, 22 años).
Igualmente, estos soportes participaban de otra metáfora clásica: las redes de apoyo informal. Éstas, constituidas por los familiares, las amistades o el vecindario, han destacado por su capacidad protectora para “salvar” de posibles caídas. Es decir, erigen la metáfora desde la analogía con la red que protege al funambulista del riesgo de precipitarse al vacío. Este símil encarna perfectamente el vulnerable transitar cotidiano de muchas personas: “He estado bailando en la cuerda floja. Porque nadie está asegurado hoy en día” (Mari Carmen, 37 años).
La impregnación de estas metáforas en el imaginario colectivo armonizaba con proclamas neoliberales que omitían otros espacios de socialidad: “No existe la sociedad, solamente los individuos y sus familias” (Teacher, 1987). Estas narrativas neoliberales han contribuido a deslegitimar y arrinconar los sistemas de protección colectiva característicos del Estado de Bienestar. Las propias carencias fundacionales de éste, su progresivo desmantelamiento (especialmente acentuado en los últimos años) y el influjo de otros procesos como la individualización o la transformación de las estructuras familiares, han acrecentado la dependencia hacia los recursos informales y abonado el lecho de las citadas metáforas.
Sin embargo, la prolongación de la crisis, la multiplicación de los impactos y la intensificación de la vulnerabilidad, han evidenciado la extenuación de la capacidad de respuesta de los apoyos informales: “Antes sí acudía a mi familia, pero me han ayudado tanto y tantos que ya… Ellos están en situaciones similares” (Bruno, 52 años). Como resultado, el mantenido uso de estas metáforas, despojadas de su referente originario, despliega ahora una dimensión ocultadora que obstaculiza identificar realidades emergentes y demanda, por tanto, articular nuevos lenguajes.
Por ejemplo, ante la imposibilidad de muchos núcleos familiares para actuar como soportes del bienestar, el “colchón familiar” debería sustituirse por la “cama del faquir” para evidenciar que, en un escenario de graves carencias, estos apoyos no sólo no amortiguan los impactos sino que, incluso, los acrecientan: “Al padre es al que le estoy sangrando” (José, 42 años).
En la misma dirección, la “red que salva” ante desequilibrios y caídas, tendría que reemplazarse por la “red que atrapa”, como la tela tejida por la araña para inmovilizar sus presas, que mostraría con más claridad la retroalimentación inmovilizadora que caracteriza a los escenarios de escasez actuales: “Al final acabas cayendo en el círculo de la parte de la sociedad que está cómo tú. la vida te lleva ahí, al embudo” (Bruno, 52 años).
En síntesis, resulta oportuno sacudir o actualizar algunas ideas y metáforas aferradas al imaginario social que no sólo dificultan el análisis de lo que está pasando, sino que impiden una denuncia contundente de la sangrante y asfixiante realidad de las desigualdades sociales.
En las fases iniciales de la crisis, y en respuesta a los primeros impactos, la metáfora del “colchón familiar” fue repetidamente utilizada para ensalzar la capacidad amortiguadora de los apoyos más cercanos. Principalmente identificados con el ámbito familiar, estos auxilios eran elogiados por su naturalidad, cercanía, rapidez de acceso y eficacia en situaciones de especial necesidad: “Es un préstamo flexible y sin intereses” (Alfredo, 22 años).
Igualmente, estos soportes participaban de otra metáfora clásica: las redes de apoyo informal. Éstas, constituidas por los familiares, las amistades o el vecindario, han destacado por su capacidad protectora para “salvar” de posibles caídas. Es decir, erigen la metáfora desde la analogía con la red que protege al funambulista del riesgo de precipitarse al vacío. Este símil encarna perfectamente el vulnerable transitar cotidiano de muchas personas: “He estado bailando en la cuerda floja. Porque nadie está asegurado hoy en día” (Mari Carmen, 37 años).