¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros.
3 desigualdades conectadas: agua, energía y cambio climático
Hace unos días comencé a leer No impact man, un libro que, como indica Colin Beavan, su autor, describe las “aventuras de un progre con complejo de culpa que intenta salvar el planeta”. Os lo recomiendo si, como es mi caso, tratáis de llevar una vida más sostenible pero las dudas sobre vuestras incoherencias os invaden permanentemente.
Como en el caso de Beavan, una de mis grandes preocupaciones gira en torno a la producción y consumo de energía procedente de combustibles fósiles, que es una de las causas principales de emisión de gases de efecto invernadero y, por tanto, del cambio climático. Paradójicamente, aunque la mayor parte de las emisiones se han generado a lo largo de la historia en los países desarrollados, los principales efectos del cambio climático se producen en el Sur, en los países y poblaciones más vulnerables que no cuentan con los recursos necesarios para adaptarse a estos impactos negativos. Es decir, hay una evidente desigualdad tanto en la responsabilidad como en el impacto de este fenómeno.
Volviendo a la energía, mientras las organizaciones ecologistas denuncian desde hace años el despilfarro energético que realizamos en el Norte, 1.300 millones de personas no tienen acceso a la electricidad, un obstáculo fundamental para que puedan salir del círculo de la pobreza. Otra desigualdad.
Y ahí va una tercera, relacionada con el agua: mientras que en el mundo desarrollado podemos obtenerla solo con abrir el grifo, 748 millones de personas no tienen garantizado el acceso; mientras en países como Mozambique el consumo medio por persona y día es de 10 litros, en España es algo superior a 140 y en Estados Unidos de 260.
Estas tres desigualdades están íntimamente conectadas. Al inicio del post ya os comentaba sobre los vínculos entre energía y cambio climático. También las hay entre agua y energía. Ambas se necesitan mutuamente: la producción energética representa casi el 15% del consumo mundial de agua y el 8% de la energía mundial se destina al bombeo, tratamiento y transporte de agua. Por otra parte, como indicaba el World Water Development Report de 2014, el hecho de que las personas que no tienen acceso al agua y a la energía representen “a un mismo colectivo evidencia la estrecha relación existente entre las enfermedades respiratorias causadas por la contaminación del clima interior, y la diarrea y otras enfermedades transmitidas a través del agua, causadas por la falta de agua potable y saneamiento”.
Cierro el círculo con la relación entre cambio climático y agua donde pueden destacarse dos grandes efectos del primero sobre el segundo: 1) la variabilidad de los regímenes de lluvia derivada del calentamiento global dificultará la predicción de las mismas y afectará a la disponibilidad y regulación de los flujos de agua; y 2) la mayor incidencia de sequías afectará a la disponibilidad de agua.
¿Cómo solucionamos estas desigualdades?
Hay muchas opciones. Por poner un ejemplo, estos días, de cara a las próximas elecciones, estamos pidiendo a los partidos políticos que pongan en marcha programas solidarios y sostenibles. Te invito a unirte a la ciberacción.
Hace unos días comencé a leer No impact man, un libro que, como indica Colin Beavan, su autor, describe las “aventuras de un progre con complejo de culpa que intenta salvar el planeta”. Os lo recomiendo si, como es mi caso, tratáis de llevar una vida más sostenible pero las dudas sobre vuestras incoherencias os invaden permanentemente.
Como en el caso de Beavan, una de mis grandes preocupaciones gira en torno a la producción y consumo de energía procedente de combustibles fósiles, que es una de las causas principales de emisión de gases de efecto invernadero y, por tanto, del cambio climático. Paradójicamente, aunque la mayor parte de las emisiones se han generado a lo largo de la historia en los países desarrollados, los principales efectos del cambio climático se producen en el Sur, en los países y poblaciones más vulnerables que no cuentan con los recursos necesarios para adaptarse a estos impactos negativos. Es decir, hay una evidente desigualdad tanto en la responsabilidad como en el impacto de este fenómeno.