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Migración: camino de ida y vuelta

Consuelo Sánchez González

Voluntaria en Oxfam Intermón y en Educación, Cultura y Solidaridad —

Majenaba es joven, guapa, dulce y siempre con una sonrisa, aunque a veces es una sonrisa con una nube de tristeza. Es de Guinea Bissau. La conocí como alumna en mis clases de español en el centro que Educación, Cultura y Solidaridad (ECyS) tiene desde hace años en San Cristóbal de los Ángeles.

Actualmente la mitad de la población de San Cristobal es inmigrante, mayoritariamente marroquíes, pero también hispano americanos y subsaharianos.

Diversas organizaciones se ocupan de la actividad cultural enfocada a la integración y ayuda a estos colectivos, una de ellas es ECyS, donde los niños y las niñas van a hacer los deberes y durante las vacaciones al campamento urbano. Los padres y madres (sobre todo estas últimas), aprenden español, informática y otras materias en función de los voluntarios con los que se cuente.

Majenaba venía a clase con sus dos hijos, un niño de 3 años, Mustafa, y una niña de pocos meses, Fatumata. Mientras su madre aprendía a leer, Mustafa iba a la ludoteca, solo para mayores de 3 años, y Fatumata se quedaba en la clase. Era muy buena, nunca lloraba y a veces su madre le daba de mamar. Daba gusto verlas. Su padre tenía trabajo en la construcción y su hijo Mustafa ya había empezado a ir al colegio.

Al curso siguiente la bebé Fatumata gateaba y andaba un poco. Le encantaba abrazar y besar a todos, por lo que siempre iba de brazo en brazo. En clase se entretenía en el suelo con cualquier cosa y no molestaba nunca. Incluso las alumnas que no tenían hijos/as y se quejaban de las molestias que daban los/as niños/as se enternecían y estaban encantadas con Fatumata.

Pero ese año, su padre se quedó sin trabajo. Por las mañanas iba a Mercamadrid donde alguna vez podía descargar algunos camiones y llevar al menos 20 euros a casa. Pero pagar el alquiler cada vez les resultaba más difícil. Pensaron que no podían seguir así y que si Majenaba se volvía con los niños a Guinea, el padre podría alquilar una pequeña habitación. Así gastarían menos y cuando encontrara trabajo ellos podrían volver.

Majenaba no estaba muy convencida. Sus hijos habían nacido aquí, tenían un colegio y su salud estaba controlada por un pediatra, lo mínimo que cualquier niño debería tener, pero no había muchas alternativas. En verano vinieron a casa a despedirse y en septiembre Majenaba volvió a su país con sus dos hijos/as.

Esa Navidad, mientras yo estaba en la tienda de Oxfam Intermón en la que colaboro como voluntaria, recibí una llamada de Sayo, amiga de Majenaba. La noticia me dejó helada, nuestra alegre y cariñosa Fatumata había muerto. Desde que llegó a Guinea tenía gastroenteritis, pero todos decían: “no hay que preocuparse es el cambio de agua poco a poco se acostumbrará”. Pero no fue así y una enfermedad que en España no hubiera supuesto demasiada gravedad, allí le costó la vida.

Majenaba pensó que no podía a arriesgarse a perder también a su hijo Mustafa y se volvió a España.

Ahora viven en Villaverde, en una habitación que realquilan a una familia. Mustafa duerme en la misma cama que sus padres, aunque ya tiene 6 años. Su padre ha encontrado trabajo en una frutería de Guadalajara y quizás pronto puedan cambiarse a una casa para ellos solos, aunque sea pequeñita.

Majenaba es joven, guapa, dulce y siempre con una sonrisa, aunque a veces es una sonrisa con una nube de tristeza. Es de Guinea Bissau. La conocí como alumna en mis clases de español en el centro que Educación, Cultura y Solidaridad (ECyS) tiene desde hace años en San Cristóbal de los Ángeles.

Actualmente la mitad de la población de San Cristobal es inmigrante, mayoritariamente marroquíes, pero también hispano americanos y subsaharianos.