¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros.
Las múltiples caras de la desigualdad en América Latina
Con frecuencia las cifras macroeconómicas esconden la realidad de la economía de las casas que no llegan a final de mes, pero al medir la desigualdad en un país el problema no es sólo económico. La falta de oportunidades, de acceso a servicios, las diferencias en función de la identidad –étnica y sexual–, el género, la ubicación geográfica o la afectación por el cambio climático definen si estamos en una sociedad más o menos justa. América Latina tiene el dudoso mérito de ser la región más desigual del planeta, aunque muchos países han reducido en términos económicos la pobreza durante la última década, las desigualdades se conectan y excluyen a las personas impidiendo un desarrollo sostenible en la región.
Estos días en Bogotá, la organización InspirAction/Christian Aid ha presentado un estudio que pretende poner el foco sobre “Las múltiples caras de la desigualdad en América Latina” evidenciando el escándalo que supone que cada vez menos personas tengan más riqueza en su poder y la mayoría de la población viva con menos recursos. En la toda la región, (subiendo desde 2014) los ingresos per cápita del 10% más rico son 14 veces más que los del 40% de la población más pobre. Colombia, Guatemala, Haití y Honduras tienen niveles de desigualdad extremadamente altos y están por encima de 55 puntos en el coeficiente de Gini, que mide la diferencia de ingresos entre quien más tiene y quien menos posee en un mismo país.
Pero una sociedad más equitativa no se mide en términos financieros sino en términos de capacidad de las personas para ejercer sus derechos, en las políticas que les permiten tener igualdad de oportunidades.
La desigualdad tiene muchas caras; la identidad racial y étnica, la gobernabilidad y el poder, la justicia fiscal, la violencia, el trabajo digno y el acceso a la energía.
En una región diversa racial y étnicamente donde por lo menos hay 44,8 millones de indígenas y 150 millones de personas de ascendencia africana, juntos representan más del 30% de la población de América Latina, todavía persiste la discriminación y el racismo, siendo la población que menos ingresos tiene, menos acceso a la educación y a servicios públicos.
Las mujeres son quienes soportan el peso de la desigualdad, en todas sus vertientes. Son quienes menos oportunidades tienen para acceder a trabajos dignos formando gran parte del trabajo informal, además del invisible de los cuidados. Los sistemas fiscales se ensañan contra ellas, por ejemplo contribuyendo más al pago de impuestos indirectos al asumir las cargas del hogar. Son las mujeres las más afectadas por el cambio climático; en comunidades sin acceso a la energía, dependientes de combustibles como la leña son ellas quienes la recogen teniendo que caminar cada vez más lejos en espacios que están siendo ampliamente deforestados.
Son quienes más sufren la violencia directa particularmente dentro de la familia. El informe examina la violencia de género, incluidos la violencia sexual y el feminicidio, tan prevalentes en la región, que hacen de América Latina una de las regiones más violentas del mundo. De los cinco países más peligrosos para las mujeres, cuatro se encuentran en la región, siendo El Salvador el país con la mayor tasa de homicidios de mujeres en el planeta.
La desigualdad es la causa de la violencia en la región. Latinoamérica tiene el 8% de la población mundial mientras alcanza el 33% de los asesinatos en todo el mundo. En Centroamérica los desplazados por la violencia son ya 566.700 personas.
Una de las herramientas para lograr revertir esta desigualdad y ofrecer una mayor redistribución de la riqueza es sin duda el sistema fiscal, pero lejos de estar diseñado para luchar contra la pobreza, Latinoamérica es una de las regiones con menor recaudación de impuestos que puedan revertir en inversión social, apenas el 21,7% del PIB. Además, la región convive anualmente con la pérdida de 190.000 millones de dólares mediante la evasión y elusión fiscal.
Todas estas desigualdades injustas son analizadas en este informe con el propósito de ofrecer propuestas y alternativas que puedan revertir la situación y mejorar la vida de sus habitanteseste informe. La agenda internacional de los Objetivos de Desarrollo Sostenible ha planteado la necesidad de luchar contra la desigualdad y obtener resultados, y desde la sociedad civil hay que exigir que sea una realidad política y se tomen las medidas oportunas, que nadie se quede atrás, que el desarrollo sea equitativo para todas las personas, que la erradicación de la pobreza sea una realidad acabando con las desigualdades existentes en todas sus caras.
Con frecuencia las cifras macroeconómicas esconden la realidad de la economía de las casas que no llegan a final de mes, pero al medir la desigualdad en un país el problema no es sólo económico. La falta de oportunidades, de acceso a servicios, las diferencias en función de la identidad –étnica y sexual–, el género, la ubicación geográfica o la afectación por el cambio climático definen si estamos en una sociedad más o menos justa. América Latina tiene el dudoso mérito de ser la región más desigual del planeta, aunque muchos países han reducido en términos económicos la pobreza durante la última década, las desigualdades se conectan y excluyen a las personas impidiendo un desarrollo sostenible en la región.
Estos días en Bogotá, la organización InspirAction/Christian Aid ha presentado un estudio que pretende poner el foco sobre “Las múltiples caras de la desigualdad en América Latina” evidenciando el escándalo que supone que cada vez menos personas tengan más riqueza en su poder y la mayoría de la población viva con menos recursos. En la toda la región, (subiendo desde 2014) los ingresos per cápita del 10% más rico son 14 veces más que los del 40% de la población más pobre. Colombia, Guatemala, Haití y Honduras tienen niveles de desigualdad extremadamente altos y están por encima de 55 puntos en el coeficiente de Gini, que mide la diferencia de ingresos entre quien más tiene y quien menos posee en un mismo país.