En dos sesiones, las principales bolsas mundiales (si se exceptúa la china) han pasado de una jornada de pérdidas inéditas desde los peores años de la última crisis financiera a cerrar con importantes subidas. La debacle bursátil iniciada el lunes con un desplome del 8,49% del principal índice bursátil chino, el Shanghai Composite, se agravó el martes en el parqué chino con pérdidas superiores al 7,6%, pero se frenó en seco en el resto de mercados mundiales tras la intervención de las autoridades chinas.
Apenas hizo falta que el Banco Popular Chino, la principal autoridad financiera del país, anunciase una bajada de los tipos de interés de un cuarto de punto, dejando el precio oficial del remimbí (también llamado yuan) en el 4,6%, su nivel más bajo de la historia. La noticia hizo que los principales índices mundiales abandonarán las caídas para recuperar buena parte de lo perdido el día anterior. La bolsa española, por ejemplo, pasó de dejarse un 5,01% el lunes a cerrar el martes con un subida del 3,68% y registrar la segunda mejor sesión en lo que va de año.
Lo aparatoso de las caídas de ayer en China se explica, en parte, por el miedo de los inversores al futuro de esa economía, pero también es el resultado del efecto que las máquinas de inversión de alta frecuencia tienen en la actualidad en los mercados. Estos algoritmos están programados para que cuando los índices bursátiles llegan a un determinado nivel se activen automáticamente las ventas o compras de títulos, lo que puede propiciar un efecto contagio. Ya ocurrió en la debacle bursátil de mayo de 2010 (en plena crisis griega) y volvió a repetirse el lunes. Hasta tal punto de que el repunte de volatilidad de los mercados llegó a alcanzar niveles similares a los días en que se hundió Lehman Brothers.
Tras la tempestad ha llegado, de momento, la calma, y Pekín ha logrado apaciguar el pánico que se había instalado entre los inversores internacionales ante la aparente dejadez gubernamental a la hora de frenar los desequilibrios de su economía. Junto a la bajada de tipos, que tiene efecto inmediato, China también ha anunciado que a partir del 6 de septiembre se rebajan medio punto a los bancos los requerimientos de capital para prestar dinero, hasta el 18%, con el objetivo de inyectar liquidez en el sistema y facilitar la concesión de crédito. Para ello, además ha inyectado 150.000 millones de yuanes (unos 20.300 millones de euros) en una línea de financiación para los bancos.
Histeria preventiva
Pero las dudas sobre la efectividad de esas medidas y la situación real de la economía china todavía persisten. “Estamos ante un escenario inédito. La enorme incertidumbre sobre el verdadero rumbo de la economía y de las finanzas chinas está suscitando una gran histeria preventiva en los mercados internacionales. No hay hechos contrastados ni del verdadero crecimiento que atravesará la economía china en los próximos trimestres, ni de si las medidas tomadas por sus autoridades (y las que están pendientes de tomarse), tendrán el efecto deseado sobre la economía”, explica Daniel Pingarrón, estratega de mercados de IG.
De hecho, China lleva desde principios de junio realizando operaciones similares a la anunciada el martes, unidas a las tres devaluaciones de su moneda que ha llevado a cabo en el mes de agosto en un lapso de apenas 72 horas. Desde el punto de vista económico, estas medidas tienen el objetivo de estimular el consumo de los ciudadanos y acelerar el proceso de cambio del modelo económico chino, hasta ahora basado en inversión intensiva, pero sus efectos todavía tardarán tiempo en dejarse notar.
Hasta entonces, los analistas no descartan que se produzcan nuevos episodios de fuerte volatilidad y regresen las bruscas caídas en las bolsas. “Hay que recordar que estamos en un proceso de ajuste de los mercados chinos”, recuerda Joaquín Casasús, director general de Abante Asesores Gestión.
La bolsa china se ha convertido en los últimos años en algo parecido a un casino nacional al que han acudido en masa inversores con escasa formación financiera, pero con claras actitudes de ludopatía, según aseguran autoridades públicas y analistas privados. Ello ha provocado una sobrevaloración de las empresas y una burbuja en toda regla: el Shanghai Composite acumulaba hasta el lunes una revalorización anual del 150% que las autoridades del país llevan desde el principio del verano intentando controlar. El pasado 9 de julio, por ejemplo, se prohibieron las ventas en bolsa a los directivos y a los grandes accionistas.
Hasta que todo se clarifique, hay quien, como los analistas de Goldman Sachs, aconseja aprovechar las caídas para volver a invertir y otros, como la filial española de la siderúrgica española Alcoa, buscan alternativas para las importantes pérdidas que les está acarreando la menor demanda derivada de las tensiones en China.