El Banco de España observa que el consumo de gasolinas y de electricidad en nuestro país ha aumentado durante los últimos meses respecto a 2019 (antes de la pandemia) pese a la escalada de los precios por la invasión rusa de Ucrania. Por el contrario, cayó el diésel en el primer semestre.
Aitor Lacuesta, David López y María de los Llanos Matea, economistas de la institución, justifican esta resistencia de la demanda de energía de familias y empresas en plena crisis de inflación en distintas razones. La primera, clave, por la creencia de que la escalada será (o sería) temporal.
La segunda, por los descuentos (como la bonificación de 20 céntimos por litro de carburante), bajadas de IVA (en la factura de la luz) y los límites de precios (como el tope al gas) del Gobierno. La tercera, por el ahorro acumulado durante los meses de confinamiento y después de restricciones por la COVID, sobre todo por las familias con más renta.
Estos tres factores han favorecido que la explosión de demanda tras la propia pandemia no se haya pinchado pese a la inflación desbocada. Mientras que, respecto a la electricidad, los tres expertos del Banco de España añaden que “también podrían haber ayudado a mantener los niveles de consumo una mayor optimización del gasto en función de la tarificación horaria o la mayor demanda de electricidad en el hogar como consecuencia del aumento del teletrabajo”.
El informe de la institución destaca la excepcionalidad de los cambios observados en el consumo de carburantes y electricidad durante la actual crisis energética. Según recogen, las cálculos previos justificaban una caída del consumo de cerca del 8% en en estos últimos meses, según la fuerte subida de los precios. Sin embargo, los españoles cargaron un 6,7% más de gasolina en sus vehículos en el primer semestre, respecto a 2019.
Por su parte, echaron un 6,5% menos de diésel, como ya había detectado Hacienda. Así, el diésel o el gasóleo profesional mostraron niveles que no alcanzan los de 2019 pese a que al rebote general de la economía y del turismo y del sector servicios.
“En el caso de la electricidad, las dinámicas de su precio y consumo desde el año pasado también apuntan a una menor sensibilidad precio de su demanda que la estimada históricamente. Así, mientras que el precio medio de la electricidad para empresas y hogares —aproximado a partir de datos de la Agencia Tributaria— ha aumentado muy sensiblemente desde principios de 2021, aun teniendo en cuenta las distintas medidas desplegadas por las autoridades, el consumo de electricidad apenas se ha reducido”, explican los economistas del Banco de España.
La demanda viene sufriendo desde el verano
Estas tendencias, observadas en el primer semestre, podrían haber cambiado ya. El precio del petróleo vienen cayendo en los mercados financieros en las últimas semanas. Los futuros que cotizan sobre el barril de Brent, el crudo de referencia en Europa, se han abaratado cerca de un 30%, hasta unos 85 dólares no vistos desde enero, tras llegar a superar los 128 dólares en marzo, el techo de la actual crisis energética por la invasión rusa en Ucrania.
Las razones son dos, principalmente. Por un lado, la menor demanda y, por tanto, el temor a una recesión; y, por otra parte, la apreciación del dólar, que encarece el petróleo indirectamente en los países con otras divisas, ya que se negocia en la moneda estadounidense.
Las carburantes también caen, por las mismas razones. Aunque menos por aquello de ser productos que suben como un “cohete” cuando lo hace la materia prima, en este caso el petróleo, pero que caen como una “pluma” cuando este mismo recurso baja. La explicación tiene que ver con la cadena de procesos (la extracción, el transporte, el refino, la venta...), que se 'contagian' rápidamente del incremento de los costes, pero que luego tardan mucho más en ajustarse cuando se abarata el crudo en los mercados internacionales. Y en esta crisis energética interviene además la distorsión del descuento de 20 céntimos por litro del Gobierno.
Así, el precio de la gasolina retrocede un 20%, hasta los 1,70 euros por litro (sin tener en cuenta la bonificación), desde los 2,15 euros que rozó en junio. Y está lejos de que los surtidores regresen a los 1,50 euros que marcaban en enero. Sigue un 12% más cara que antes de la guerra (la invasión empezó el 24 de febrero), justo 20 céntimos, que distintos economistas han demostrado que no se trasladan exactamente al precio.
El diésel cae solo un 15% desde máximos. Y aquí existe una diferencia respecto a la gasolina. La demanda está sufriendo en el corto plazo menos porque está siendo utilizado como sustituto del gas en ciertas industrias de la eurozona. Entre otras cosas, porque el precio del gas no da tregua por la mayor relevancia de Rusia como productor y su corte de suministro a Alemania y al resto del norte del Viejo Continente.