El Euríbor a 12 meses, el índice de referencia para el tipo de interés al que se renuevan la mayoría de hipotecas variables o al que se constituyen las nuevas, registró una media mensual del 2,233% en septiembre, un máximo desde enero de 2009. Esta es la consecuencia más visible por ahora de la decisión del Banco Central Europeo (BCE) de subir los tipos de interés oficiales en la eurozona para “enfriar” la economía y luchar contra la inflación, que en el conjunto de países del euro alcanzó el récord del 10% el pasado mes, mientras que en España se moderó al 9%.
El BCE tiene dos razones de fondo para ahogar a la economía. Por un lado, la institución intenta resucitar al euro, cuya depreciación por el riesgo de recesión y por las mayores subidas de tipos en Estados Unidos, encarece todavía más las importaciones de petróleo, gas y de otras materias primas denominadas en dólares. Por otra parte, el BCE es prisionero de su propio objetivo de inflación del 2%. Pese a la amenaza de recesión y desempleo, la presidenta de la entidad monetaria, Christine Lagarde, y los suyos persiguen esta meta de estabilidad a medio plazo y no pueden cambiarla. Una modificación incrementaría el riesgo de perder la credibilidad y podría alentar una espiral inflacionista ante la premisa de que los precios no tienen un techo determinado.
“Nos aseguraremos de que las empresas, los trabajadores y los inversores confíen en que la inflación se reducirá al 2% a medio plazo. No permitiremos que se afiancen las expectativas de una mayor inflación”, defiende en plan didáctico la institución en su web. “La inflación está ejerciendo presión sobre las personas. A muchos les preocupa que haya llegado para quedarse. Mantenemos un ojo en estas llamadas expectativas de inflación. Por eso hemos subido las tasas de interés: para enviar el mensaje de que no permitiremos que la inflación se mantenga por encima del 2%”, añade. Pero, ¿por qué un objetivo del 2% de inflación y no otro?
Cifra de consenso: baja, estable y predecible
En primer lugar hay que entender por qué el objetivo de inflación del BCE es del 2%. “Es una cifra de consenso, relativamente reciente, y no procede de ningún estudio empírico”, arranca María Jesús Fernández, economista senior del centro de análisis Funcas. Es una cifra “baja, estable, y predecible para la inflación general, incluyendo todos los precios, también los salarios, con la que nadie sale perjudicado”, continúa la experta.
Lo que está quedando claro durante estos meses es que “la inflación alta es un problema”, incide José Manuel Amor, socio director de AFI. “Destroza el poder adquisitivo, golpea los ahorros y a la actividad general, porque aunque hay industrias que pueden trasladar los mayores costes a los precios, como los supermercados, las gasolineras... [no se puede prescindir de los carburantes ni mucho menos de la alimentación], hay otros negocios que sufren porque cambia la demanda”.
Por eso, “para mantener una inflación baja y estable, un objetivo del 2% tiene sentido”, prosigue José Manuel Amor. “Es un objetivo arbitrario, pero justificado”, coincide Javier Ferri, investigador de Fedea, quien insiste en que “una inflación alta no es deseable: cuanto más alta es, la información se dispersa, los consumidores y los productores no saben cómo tomar buenas decisiones”.
Ahora, 2% es mejor que 0% porque “una pequeña inflación ofrece margen de seguridad respecto a la deflación, que tiene efectos [incluso] más perniciosos”, explica María Jesús Fernández. Además, “ofrece margen de actuación [a los bancos centrales] en caso de una recesión”, añade. Margen para, al contrario que ocurre ahora, bajar los tipos de interés, facilitar la financiación y estimular la demanda y la actividad.
“La deflación detrae la decisiones de consumo, de inversión… provoca estancamiento porque se retardan las decisiones de gasto, ya que las caídas precios llevan a esperar para gastar”, detalla Javier Ferri. “Hay que aceptar que una inflación moderada es deseable”, reitera el economista de Fedea.
Hay más. Un 2% “permite sortear la inflexibilidad de los salarios a la baja”, señala la experta de Funcas. Con un crecimiento de los precios moderados, se pueden estancar los salarios sin dañar en exceso a los trabajadores en caso de que “una economía sufra desequilibrios y tenga que ganar competitividad”, aclara María Jesús Fernández.
Y, por último, hay argumentos más populares, como que “la inflación general reduce las deudas”, o que “una pequeña inflación obliga a los ahorradores a invertir, para que sus ahorros no pierdan valor, y así busquen destinos más rentables, o productivos...”, considera.
¿Puede el BCE cambiar el objetivo de inflación?
“Los objetivos se revisan cada cierto tiempo, la última vez se mantuvo añadiendo flexibilidad”, recuerda José Manuel Amor. “Se podría volver a cambiar, pero una subida de esta meta ajustaría las expectativas de inflación al alza”, avisa el economista. Y esto significaría que el BCE perdería “credibilidad”, remata Javier Ferri.
“Se entendería que el banco central no puede contener la inflación en un plazo razonable, y si eso ocurre la confianza va a salir muy dañada, y eso es muy malo para las expectativas, ya que provocaría una espiral de búsqueda de más rentabilidad, de más tipos de interés... porque todos los agentes creerán que la inflación no se va a contener”, explica María Jesús Fernández. En definitiva, una espiral empobrecedora.
De momento, y tras el récord de inflación del 10% en la eurozona en septiembre, las expectativas que vigila el BCE mandan un mensaje tranquilizador para el medio y largo plazo. Entre otros motivos por la relajación de las subidas de precios en España en el último mes, o en Francia. Aunque a corto, la incertidumbre sigue siendo muy elevada.