El Banco Central Europeo (BCE) ha recortado los tipos de interés oficiales 0,25 puntos, del 4,5% al 4,25%, como se preveía. Con esta decisión, la institución que preside Christine Lagarde insufla oxígeno al crecimiento de la economía de la eurozona, donde reina la debilidad (sobre todo en Alemania), con la excepción destacada de España por la creación récord de puestos de trabajo (y de más calidad) y por la fortaleza del turismo y del resto del sector exterior, según ha confirmado este mismo jueves el FMI.
El BCE comienza así a revertir la austeridad monetaria que ha asfixiado a las familias hipotecadas en los últimos meses y que ha dañado el consumo en general y la inversión de las empresas y a la actividad en conjunto. Lo que no está claro es qué hará el consejo de gobierno de la institución en sus siguientes reuniones ordinarias de julio y de septiembre, y si esta primera bajada del 'precio' oficial del dinero se quedará solo en un acto simbólico. “Nos basaremos en los datos y decidiremos reunión a reunión”, dice el BCE en su comunicado de este jueves. Un mensaje que ha repetido Lagarde en la rueda de prensa posterior a su publicación.
En la actualización de las previsiones de los economistas de la institución, la inflación general se ha revisado ligeramente al alza para 2024 y 2025 en comparación con las proyecciones de marzo, aunque apuntan a que permanecerá normalizada en los próximos meses. Los economistas proyectan ahora que promediará el 2,5% en 2024, el 2,2% en 2025 y el 1,9% en 2026. Según las mismas estimaciones, “el crecimiento económico (del PIB) será del 0,9% en 2024, del 1,4% en 2025 y del 1,6% en 2026”, siempre para el conjunto de la eurozona.
En julio de 2022, el BCE inició la estrategia clásica de lucha contra los incrementos de precios de la política monetaria, subiendo los tipos de interés de referencia —respecto a los que por ejemplo se fija el Euríbor, que en las últimas semanas ha adelantado el recorte de este jueves (en el gráfico)—, desde el 0% hasta el 4,5% donde los dejó en el otoño de 2023.
“Sobre la base de una evaluación actualizada de las perspectivas de inflación, la dinámica de la inflación subyacente y la fortaleza de la transmisión de la política monetaria, ahora resulta apropiado moderar el grado de restricción de la política monetaria después de nueve meses de mantener las tasas estables”, arranca el comunicado del BCE de este jueves.
La austeridad monetaria, compartida con todos los bancos centrales de los países occidentales, ha buscado ahogar a las familias y a las empresas encareciendo las hipotecas y el resto de préstamos para golpear la demanda y, por tanto, moderar la inflación, como consecuencia. Una política de “lanzallamas” con la que el BCE, efectivamente, ha hecho el daño, pero con la que apenas ha participado en la normalización de las subidas de precios —el mandato principal de la institución—.
Las subidas de los tipos de interés han asumido el riesgo de llevar a las economías de la eurozona a una recesión y, al mismo tiempo, han ignorado que la inflación que intentaban aplacar estaba más relacionada con cuestiones de la oferta que de la demanda: los cuellos de botella en comercio mundial en la salida de las restricciones sanitarias por la pandemia, la crisis energética que se engendró por la misma razón y que exacerbó la invasión rusa de Ucrania...
Así, la inflación se empezó a moderar en toda la eurozona, y especialmente en España, desde mediados de 2022 y en 2023, con el abaratamiento de la electricidad, del gas y de los carburantes, antes de que el BCE llevará los tipos de interés a máximos no vistos desde 2008. De hecho, las estimaciones de marzo de este 2024 de los economistas de la institución ya confiaban en que las subidas de precios se quedarán cerca del objetivo teórico del 2% hacia finales de este 2024, de media en la eurozona.
“Desde la reunión del consejo de gobierno de septiembre de 2023, la inflación ha caído más de 2,5 puntos porcentuales y las perspectivas de inflación han mejorado notablemente”, incide el comunicado del BCE. “A pesar de los avances de los últimos trimestres, las presiones sobre los precios internos siguen siendo fuertes a medida que el crecimiento de los salarios es elevado y es probable que la inflación se mantenga por encima del objetivo hasta bien entrado el próximo año”, matiza.
Los que siguen defendiendo la política de “matar moscas a cañonazos” del BCE y del resto de bancos centrales de los países desarrollados se agarran, por un lado, a que “la inflación real depende de las expectativas previas”, según explica Eric Dor, director de Estudios Económicos del IÉSEG School of Management. Es decir, que la agresividad de la institución monetaria sirve para fijar expectativas, a modo de advertencia.
“El argumento es que si los directivos reducen sus previsiones de inflación futura, será menos probable que las empresas quieran protegerse contra el temor a futuros aumentos de costes subiendo inmediatamente los precios. Del mismo modo, si los empleados reducen sus proyecciones de inflación futura, sus demandas de subidas salariales, que luego se repercutirían en precios más altos, son menores. Sin embargo, la realidad demuestra que son las proyecciones de inflación futura las que siguen a la inflación real, y no a la inversa”, detalla Eric Dor.
Dependencia de la Reserva Federal de Estados Unidos
Por otra parte, las mismas posiciones se refieren a la dependencia de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, que marcó el camino de las subidas de los tipos de interés (arrancó meses antes que en la eurozona) y ha ido más lejos. ¿Y por qué lo que haga la Fed influye en las decisiones del BCE? Porque existe el riesgo de una repentina depreciación del euro frente al dólar si los caminos de un banco central y otro divergen mucho. Y una caída de la 'moneda común' respecto a la divisa norteamericana encarece automáticamente las importaciones de petróleo, gas y de la mayoría de materias primas, que normalmente se comercializan en dólares en los mercados internacionales. Es decir, el riesgo de una depreciación del euro es una amenaza inflacionista en España, Alemania, Francia, Italia...
“La decisión del BCE de subir los tipos después de la Fed y de recortarlos antes indica una dinámica de la inflación diferente a cada lado del Atlántico. La inflación de la eurozona se atribuye en gran medida a la escasez de oferta y no a un exceso de demanda. Dicho esto, parece poco probable que el BCE aplique más de dos recortes de tipos en solitario, antes de que lo haga la Reserva Federal este año”, observa Sylvain Broyer, economista jefe de S&P Global para Europa.
Los que sí han notado un efecto directo de las decisiones de la política monetaria del BCE han sido los bancos, que no han parado de elevar y elevar sus beneficios. Pero los argumentos que se han ido deslizando en el consejo de gobierno de la institución de la eurozona para resistirse a garantizar un alivio importante de los tipos de interés en los próximos meses, tras el primer recorte de este jueves, es el riesgo de que los salarios sigan aumentando...
En los análisis del BCE apenas pesa la inflación generada por las grandes empresas al trasladar los incrementos de los costes energéticos a los precios de venta para defender o ensanchar sus márgenes de ganancias. Ni tampoco el daño que supone la financiación 'cara' para el consumo de las familias, para la actividad, en general, y para la inversión productiva, en concreto, pese a que es crucial actualmente continuar con lucha contra el cambio climático, contra la desigualdad y avanzar en la transición digital.