Quizá no te habías dado cuenta pero a tu alrededor hay personas que se ponen de acuerdo con desconocidos para viajar compartiendo coche. Una nueva medida anunciada por el Gobierno, que finalmente no salpicará a las plataformas que fomentan el uso del coche compartido, ha puesto el foco en un fenómeno que se ha extendido en España impulsado por la crisis. No solo se han dado un susto las compañías de carpooling; también han suspirado de alivio los miles de usuarios que ya la han convertido en su forma de viajar habitual: más barata, más ecológica pero envuelta en un vacío legal que hace sentir cierto recelo a los indecisos que, aunque admiten tener tentaciones de probarla, aún no lo han hecho.
Plataformas como BlaBlaCar, Amovens o Carpooling ponen en contacto a conductores y posibles compañeros de viaje con un mismo destino. El dueño del coche anuncia su viaje en la web, el precio por ocupante, las posibles paradas que podría realizar, hora y lugar aproximados de salida y de llegada e incluso algunas de sus preferencias: música, si prefiere compañeros habladores o más callados, la admisión de mascotas o no, etc.
¿El conductor gana dinero?
La idea inicial de este fenómeno se basa en compartir los gastos del viaje y todas las plataformas de carpooling insisten en ello. El dueño del vehículo es el encargado de elegir libremente el precio establecido por persona, aunque cada web suele aconsejar una cantidad estimada para cada trayecto.
Por lo general, las recomendaciones de precio se determinan en base a los kilómetros recorridos, el precio medio de la gasolina y del posible peaje y el número ocupantes del vehículo. Algunas plataformas incluyen un porcentaje mínimo relativo a la amortización y gastos generales del vehículo, como el seguro. Si el precio es muy superior al aconsejado, en BlaBlaCar, por ejemplo, suele pintar de color rojo la cifra para alertar al usuario. Para revisarlo, tienen personas contratadas “exclusivamente para ese fin”, afirman fuentes de la empresa.
Según aseguran desde Amovens, sus empleados también están muy pendientes de “velar por que se respeten los principios” del consumo colaborativo. “Los usuarios son lo primeros que nos informan cuando se percatan de una conducta inapropiada. Son escasas pero, cuando ocurren, si no nos hemos dado cuenta nosotros, nos avisan por correo o Twitter”, explica Diego Ochoa, portavoz de Amovens.
Un ejemplo: el viaje en coche compartido a Valencia gira en torno a los 14 euros. “Si nos alertan de que alguien está cobrando 30 euros, primero contactamos con el usuario para ver si es un error. Si no lo es y mantiene el precio, eliminamos la cuenta”, detalla. “Siempre debe ser lo suficientemente bajo como para que el conductor no pueda lucrarse”, aseguran desde Amovens.
¿Cómo contactan entre ellos?
Los viajeros y ocupantes pueden ponerse de acuerdo bien a través de mensajes privados a través de la plataforma o, directamente, contactando vía telefónica con las personas que han decidido publicar su número junto a su “anuncio”. Esta opción es la escogida por muchos usuarios debido a la garantía de una mayor inmediatez en la respuesta. Es también más segura ya que, en caso de algún problema, quedaría un registro del acuerdo establecido entre viajero y ocupantes.
Los viajes no se suelen publicar con mucha antelación. De hecho, no son pocos los casos en los que los conductores logran llenar su coche horas antes del inicio del trayecto. Además del ahorro económico respecto a otros transportes como el tren, el autobús o el avión, muchos usuarios con los que ha tenido contacto eldiario.es destacan la flexibilidad y la comodidad a la hora de desplazarse mediante este método.
Eugenio suele compartir coche para ir a casa. Es gallego y trabaja en Madrid. Él es conductor y, según explica, el ahorro puede alcanzar los 65 euros. “Como máximo, cubro la totalidad del gasto en gasolina, pero nunca he sacado beneficio”, asegura. “Hay gente que llena el coche, pero a mí me parece muy incómodo. En mis viajes sólo ofrezco tres plazas. Un asiento en su coche ”cuesta“ 20 euros. Un billete de tren Madrid-Pontevedra gira en torno a los 40.
“Si finalmente el conductor logra cubrir todas las plazas ofertadas, no vemos negativo que le salga gratis. Hay que tener en cuenta que el dueño del vehículo tiene otros gastos: el seguro, las reparaciones... ”, apuntan desde Amovens.
“El único contra que veo es la pereza inicial a pasar horas en un coche con personas que no conoces de nada”, reconoce otra usuaria. No tiene carné de conducir, ha compartido coche en al menos 10 ocasiones y “en general siempre ha ido bien”. Reconoce su miedo inicial. “La primera vez fui con una amiga, por si acaso. Pero luego he viajado muchas veces sola. Es verdad que, por poder, como en otras muchas cosas, te puedes encontrar a un loco, pero nunca me ha pasado”.
“Una amiga me dijo que viajó a Galicia en una furgoneta con todas las plazas cubiertas. El precio era algo inferior que el resto pero, obviamente en ese caso el conductor, si la llenaba, se lucraba”, indica la usuaria. BlaBlaCar reconoce que sí surgen estos casos. “Tenemos trabajadores dedicados a prestar atención sobre todo a este tipo de situaciones que no son detectadas con tanta facilidad como la determinación de un precio excesivo, que visibilizamos coloreando de rojo esta cifra”, confiesan desde la empresa. “Cuando los localizamos, estos perfiles son eliminados”, garantizan.
Seguridad
Durante las conversaciones surgidas -en un primer momento algo forzadas- entre los desconocidos que se desplazan en coche compartido suele surgir una pregunta: ¿has compartido coche más veces? En este punto, se comentan experiencias pasadas, generalmente positivas, alguna anécdota sorprendente o viajes que han derivado en amistad entre algunos de los ocupantes o compañeros fijos de viaje dejando atrás la intermediación de la plataforma on line. En ocasiones, los propios usuarios se cuestionan qué pasaría si algo saliese mal.
“Realmente, yo no os conozco de nada. Podría pasar cualquier cosa”, sentenciaba Eugenio en uno de sus viajes. Para evitarlo, el joven gallego ha creado su propio “sistema extra de seguridad”: solicita el número de DNI y una foto cuando contacta con los ocupantes del viaje para, posteriormente, compararlo antes de que estos suban a su coche y enviar estos datos a “algún amigo o familiar”. Con amabilidad, pide que sus compañeros de trayecto introduzcan su documento de identidad en el interior de su equipaje. “¿Y si alguien lleva la maleta llena de droga? Así me aseguro de que no me culpen a mí”.
Aunque esta situación no es habitual y en un principio sorprende, Eugenio explica que la gente con la que ha viajado suele comprenderlo. “Generalmente, al principio piensan que soy un paranoias -dice entre risas- pero, luego, cuando explico las razones lo comprenden”, detalla en conversación con eldiario.es. “Tú decides quién entra en tu coche y quién no. Si ves que alguien no te da buena espina, puedes decir que no suba. Sé que no está bien la influencia de las apariencias pero a veces...”, argumenta el joven gallego. Sin embargo, reconoce que nunca ha negado la entrada a nadie. “Siempre ha ido genial y no he tenido ningún problema”.
Amovens y BlaBlaCar insisten en que el nivel de incidencias recibidas por seguridad es “ínfimo” y recuerdan su método para evitar incidentes: la verificación de la personalidad del usuario a través del DNI, el teléfono o su perfil de Facebook. Además, los viajeros pueden puntuarse y realizar comentarios sobre sus compañeros de coche una vez efectuado el recorrido, lo que sirve de guía a la hora de aceptar o rechazar a las personas que podrían compartir desplazamiento.
Estas webs también han servido para enlazar a grupos de personas que cada día realizan un mismo recorrido en su ciudad. Las plataformas aseguran que, además de suponer un ahorro económico para los usuarios, la generalización de este método de desplazamiento disminuiría el tráfico de muchas ciudades.