La caída del negocio bancario surge como el elemento de presión defintivo para que el Banco Central Europeo (BCE) termine con las agresivas subidas de los tipos de interés oficiales en su lucha contra la inflación. El frenazo de la economía es ya una realidad y está recogido en todas las previsiones. Y se refleja directamente en el deterioro de mercado de las hipotecas y los préstamos en general, que se han encarecido hasta el punto de ser inaccesibles para muchas familias y empresas o, al menos, para que se hayan retrasado decisiones de compra o inversión que requieren financiación.
La austeridad monetaria del BCE está dañando críticamente a la economía. Según su propio dogma, para contener las subidas de precios es necesario ahogar el consumo y a las propias empresas. Una estrategia que asume el riesgo de una recesión profunda y de que se destruya empleo, pero el histórico aumento de los tipos de interés podría haber ido demasiado lejos.
De momento, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, ya ha admitido que “nuestros tipos han alcanzado niveles [del 0% de julio de 2022 al 4,5% actual] que, mantenidos por una duración suficientemente larga, harán una contribución sustancial al retorno oportuno de la inflación hacia nuestro objetivo [el 2%]”. El problema es que el golpe de la política monetaria se va filtrando poco a poco a la economía real. Y que se desconoce su dimensión.
Además, es paradójico que, recientemente, desde el propio BCE se renegó de la austeridad fiscal [los recortes en el gasto y los servicios públicos] con la que se dio respuesta a la gran crisis financiera de 2008. “Hemos pagado un alto precio por esto en forma de un crecimiento más débil, un mayor desempleo y un deterioro de las condiciones fiscales”, afirmó Fabio Panetta, miembro del comité ejecutivo de la institución hasta el 1 de octubre, cuando pasará a ser gobernador del Banco de Italia.
Algunos datos ya asustan. En julio, el número de hipotecas concedidas se hundió un 18,8% respecto al mismo mes del año pasado, según los datos publicados por el INE (Instituto Nacional de Estadística) este miércoles. Esta fuerte caída internanual da continuidad a una racha de 6 meses consecutivos de retrocesos, en los que en los 5 últimos han profundizado más allá del 15%. Incluso, los bancos vendieron en mayo un 25% menos de estos préstamos para adquirir viviendas o fincas.
Hay otros datos que demuestran el deterioro del mercado hipotecario en España. Por ejemplo, la disminución del 2,6% del importe medio de los préstamos de estas características (hasta los 143.412 euros). La caída del dinero que pidieron las familias en julio es la quinta seguida. Si se observa el importe total concedido en comparación con el mismo momento del año pasado, el descenso supera ligeramente el 20%.
El mes pasado también se redujeron los préstamos que los bancos dieron a empresas: un 4,1%. En este caso, tras ocho meses consecutivos de caídas, según los datos que recopila el Banco de España. Estas cifras son similares en toda la eurozona.
Por un lado, son consecuencias de “la esperada corrección desde niveles que se consideraban insostenibles tras el afloramiento de la demanda embalsada durante la pandemia”, señala Santiago Martínez, jefe de análisis económico y financiero de Ibercaja. Por otra parte, “detrás del enfriamiento del mercado hipotecario, además de los elevados niveles de partida, se encuentra sin duda la subida del precio de los préstamos”, continúa este experto de la banca.
Efectivamente, el incremento de los tipos de interés está rebajando la demanda de financiación. Pero, asimismo, este encarecimiento ha compensado hasta ahora a los bancos, que pese a que viene realizando menos operaciones, han conseguido disparar sus beneficios en los últimos trimestres. “El BCE no debería endurecer más la política monetaria”, avisa Frederik Ducrozet, investigador jefe de macroeconomía de la entidad suiza Pictet Wealth Management.
“En las comparecencias públicas de las autoridades de política monetaria hay dos argumentos recurrentes. El primero es que, aunque se haya mejorado, aún se está lejos de mantener una inflación en torno al objetivo del 2%. El segundo es que cualquier decisión es difícil de anticipar. Esto significa que el enfoque es más contingente que nunca. Entre las razones está el propio reconocimiento de que no se sabe exactamente en la actualidad cuánto tiempo tardan en hacerse efectivas las decisiones de política monetaria como las que se están tomando”, reflexionan los economistas Santiago Carbó y Francisco Rodríguez en artículo publicado por Funcas.
“Traspira un cierto aire de que se está alcanzando el final de las subidas pero, hasta que la inflación no esté bajo control, no pueden descartarse nuevas elevaciones del precio del dinero”, añaden estos expertos.
La Reserva Federal condiciona al BCE
La semana pasada, la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos decidió pausar las subidas de los tipos de interés por segunda vez, aunque no descartó otro aumento. La Fed se tomó un primer descanso en junio y después las retomó en julio. Así, el banco central norteamericano ha dejado el 'precio' oficial del dinero en el rango entre el 5,25 y el 5,5%, un máximo de los últimos 22 años.
La Fed empezó el ciclo de incrementos del 'precio' del dinero en marzo de 2022 en el 0%-0,25%. Haber comenzado 4 meses antes que el BCE condicionó la agresividad de la institución que preside Christine Lagarde.
La inflación interanual en Estados Unidos repuntó ligeramente en agosto al 3,7%, y se alejó del objetivo del 2%, tras caer hasta el 3% en junio y subir al 3,2% en julio. En estos mismos meses, en el conjunto de la eurozona, ha permanecido mucho alta, en el 5,5%, 5,3% y 5,2%, respectivamente.
La economía de España es una excepción en este contexto y está resistiendo mejor la ofensiva monetaria. Las medidas del Gobierno de coalición [como el tope al gas] han conseguido moderar más las subidas de precios y sostener, por tanto, las expectativas de crecimiento y de empleo, gracias al mayor alivio para los bolsillos de las familias y para la competitividad de las empresas en el exterior, al sufrir menores costes comparativamente con el resto de la UE, y de nuestro sector turístico.
Eso sí, el Banco de España calcula que la austeridad monetaria recortó 0,6 puntos porcentuales al crecimiento del PIB (Producto Interior Bruto) en 2022 y que en 2023 lo hará en otro punto. Mientras, el golpe ascenderá a 1,2 enteros en 2024, principalmente por el daño al consumo.
Los tipos de interés en Estados Unidos y el euro
La política monetaria de la Fed condiciona al BCE porque funciona como una aspiradora de dinero hacia el dólar. Al haber subido los tipos de interés más, y desde hace más tiempo, ha incrementado también más la rentabilidad que ofrece la deuda de Estados Unidos, considerado el activo más seguro a nivel internacional. Es decir, muchos euros se intercambian por dólares para conseguir ese mayor rendimiento.
La depreciación del euro, que a mediados del año pasado llegó a caer por debajo de la paridad con la divisa norteamericana, es inflacionista para la eurozona porque automáticamente encarece la factura de petróleo o gas de los países, ya que se comercian en dólares. Tanto cae el euro respecto al dólar, tanto suben en bruto la mayoría de materias primas. Este efecto del tipo de cambio obliga al BCE a perseguir a la Fed, al margen de su propia estrategia.