Los termómetros han escalado esta semana por encima de los 40 grados en varios puntos del país en una nueva ola de calor, la cuarta de un verano que está dando poca tregua. Se suele poner bajo el foco a las personas que trabajan al aire libre, sin escapatoria en estos escenarios extremos, pero estos días hay también otros miles de trabajadores “chorreando sudor” a cubierto, a menudo bajo extensos techos de chapa y lejos de las miradas del resto. “Mi máquina suelta muchísimo calor, así que en mi puesto hace unos 40 grados o más, es inhumano”, explica Pedro, que trabaja en una fábrica de muebles de madera en la Comunidad de Madrid.
“En verano además, como es la época fuerte de trabajo, tenemos que echar un montón de horas extra. Acabas de tanto calor, el cansancio, el estrés... Llegas a casa que no quieres saber nada de nadie, solo meterte en la ducha”, prosigue Pedro, que pide ocultar su verdadero nombre.
Su caso no es aislado. Varios trabajadores de distintas industrias, como la maderera, la agroalimentaria y la automovilística, explican a elDiario.es cómo enfrentan en sus puestos altísimas temperaturas, agravadas en esta época por las olas de calor sin medios de climatización que las alivien, por materiales que convierten las naves en “hornos” (como los techos de chapa) y, además, por el uso de maquinaria y la realización de tareas que en ocasiones requieren esfuerzos físicos.
“En la industria, muchas plantas de producción fueron construidas hace mucho tiempo, son muy antiguas y no están actualizadas al cambio climático y a las altas temperaturas que tenemos, cada vez más intensas y más frecuentes. La mayoría de veces, los trabajadores pueden estar en estrés térmico”, sostiene Pilar Ituero, responsable de Salud laboral y Medio ambiente de UGT FICA.
En julio, CCOO denunció el golpe de calor de un trabajador en prácticas en otra empresa de muebles, Loferhome, en Chinchilla (Albacete), a la que ya habían denunciado ante la Inspección de Trabajo por la falta de prevención de riesgos laborales. “Se llegaron a temperaturas de casi 40 grados”, sostiene Maribel Cabañero, secretaria regional de CCOO del Hábitat de Castilla-La Mancha. “Aquí la inmensa mayoría de las fábricas no disponen de climatización y, por ejemplo en Albacete, enfrentamos temperaturas muy extremas”, añade Cabañero.
“Lo he pasado muy mal, perdía el conocimiento”
Miguel trabajaba hasta hace unos meses en una fábrica de pasta en Daroca (Aragón). “El mínimo dentro eran unos 40 grados, donde no están las máquinas, porque ahí son más. Cuando ibas a zonas de altura, era abrasador”, sostiene el trabajador, que explica que debían encaramarse cuando se atascaba material en las máquinas, había algún fallo o debían limpiarlas. “Incluso al salir a la calle en verano era un alivio, gloria bendita comparado con estar ahí dentro”, dice.
“Se trabaja muy mal con tanto calor, sudando a chorros. Bebes agua todo el rato, porque es imposible si no. Perdí ocho kilos en dos meses, del calor que se pasaba ahí”, explica el trabajador, que aguantó porque no había mucho más empleo en el pueblo donde residía y “estaba bien pagado”.
Sufría muchos mareos, tenía que bajar a respirar al suelo, donde menos calor hacía. Otras veces, la máquina se atascaba y tenías que meterte dentro de ella. Tardabas dos minutos y salías literalmente desmayado, a punto de perder la conciencia
Miguel explica que en varias ocasiones tuvo miedo ante los síntomas que sufrió por la exposición a estas temperaturas extremas. “Sufría muchos mareos, tenía que bajar varias veces a respirar al suelo, donde menos calor hacía. La máquina se atascaba muchísimo y tenías que meterte dentro de ella, nada más parada, para sacar los nidos con un gancho. Era horrible, tardabas dos minutos y salías literalmente desmayado, a punto de perder la conciencia”, relata el joven. “Lo pasé muy mal”.
Pedro reconoce que “asusta” trabajar en estas condiciones, en las que aumentan los accidentes y los errores fruto de las dificultades para concentrarse. “Ha habido un par de casos de golpes de calor, compañeros que se han tenido que tumbar, ir al vestuario... era inhumano el calor”, repite.
La reacción de sus superiores no fue llamar a emergencias, ni acudir a un centro médico con su empleado, como también denunció CCOO en el accidente laboral en Chinchilla. “Te ponen al aire acondicionado [sí hay en la oficina de la fábrica], te dan una Coca-Cola que te suba el azúcar y a la que te encuentres mejor, vuelves a trabajar”, sostiene.
Sin climatización y un calor va a peor
El periódico estadounidense The New York Times publicaba a comienzos de mes un podcast en el que advertía sobre una situación muy similar: muchas fábricas en el país americano tampoco tienen aire acondicionado ni una adecuada climatización, lo que les expone a un escenario muy complejo en el futuro como consecuencia del cambio climático. Climatizar las factorías sale muy caro, algo que no pueden permitirse todas, sobre todo las empresas más pequeñas, pero el calentamiento global hace cada vez más inviable su actividad si no lo hacen, con limitaciones de horarios, cortes en la producción y una reducción de la productividad, además de un riesgo cada vez mayor para sus trabajadores.
Jaime (nombre ficticio) tiene algo más de 50 años y, aunque siempre ha sentido que toleraba bien el calor, “el año pasado y este me ha superado”, afirma. Trabaja en un concesionario de coches, que tiene dos realidades paralelas. La que “parece un centro comercial”, donde los trabajadores tratan de vender coches a los clientes envueltos en aire acondicionado, y “la parte de la posventa, que consiste en el almacén de recambios y mercancías, unido al taller”, que cuenta solo “con algún pequeño ventilador, pero climatización como tal no hay”, detalla el empleado.
Con más de tres décadas en el sector, Jaime explica que “se sufre bastante”, tanto frío en invierno como calor en verano, pero que “al final te acabas acostumbrando”. Sin embargo, los dos últimos años algo ha cambiado, “con este cambio climático a lo bestia”. “Yo ya tengo 50 y pico y dentro de unos años no estaré, pero se lo digo a la gente más joven, si esto sigue así lo van a pasar mal, cada verano es peor”, sostiene el trabajador.
Este año es el primero que el concesionario de coches donde trabaja ha aplicado una jornada intensiva en verano, pese a la reticencia de los jefes. “Se piensan que trabajamos menos”, lamenta Jaime. “Aunque hay que madrugar más, luego no tienes que volver por la tarde y se trabaja mejor, con menos calor”, explica el trabajador, que hace trabajos físicos, como cargar mercancía. Pedro y sus compañeros han intentado la misma medida en la fábrica de muebles, no trabajar las tardes cuando hace más calor, pero no lo han conseguido. “Nada, los jefes no quieren. No ponen ninguna medida”, critica.
Esta semana, ni siquiera el norte se salvó de las altas temperaturas, con hasta 44 grados en Bilbao. En estas condiciones, el sindicato ELA denuncia que la empresa Lausan Basauri, de recambios de coches, incumple la normativa de temperaturas en espacios de trabajo, “que deben estar entre los 14 y 25 grados en trabajos ligeros”, sostiene Alex Alcaraz, trabajador y sindicalista de ELA.
La nave cuenta con dos plantas y la segunda, a la que Alcaraz explica que “hay que subir constantemente a por piezas”, alcanzó este miércoles los “37 grados según el termómetro de la empresa, 40 grados según el que he colocado yo”, muestra el sindicalista en varias fotografías. ELA ha denunciado a la compañía ante la Inspección de Trabajo y el Osalan (Instituto Vasco de Seguridad y Salud Laborales).
Fuentes de Recursos Humanos de Lausan niegan que “haya un problema por altas temperaturas” en la empresa. Subrayan que el “95%” de las actividades del centro de Bilbao se realizan en la planta de abajo, “donde no se superan los 26 grados”, calculan en la empresa. Al segundo piso –donde hace más calor– solo se accede de manera “puntual”, indican. “Los procesos se han organizado de acuerdo a la ley, para que cuando se aplica el protocolo de altas temperaturas sólo se suba y baje puntualmente. No se producen estancias prolongadas en la segunda planta, como establece la normativa”, explican.
“Hay que ponerse las pilas”
En los sindicatos reclaman más “concienciación”. “Que las empresas se vayan impregnando de la cultura preventiva, que no la hay. El cambio climático está aquí, las empresas deben ir dotándose de medidas ante las altas temperaturas”, defiende Maribel Cabañero (CCOO), que reconoce que desde la denuncia pública del accidente por golpe de calor en Chinchilla, las plantillas de varias fábricas se han puesto en contacto para preguntar por posibles medidas preventivas. Llama a actuar sin que tenga que ocurrir ninguna tragedia. El verano pasado, un trabajador de 58 años falleció tras sufrir un golpe de calor en una nave de Móstoles (Madrid).
Las organizaciones de trabajadores consideran que se puede hacer más en el terreno legislativo. “Con la ley de prevención de riesgos valdría, pero las empresas no la cumplen”, dice la responsable de Salud Laboral de UGT. Por ejemplo, no hay una concreción numérica de los límites de temperatura en centros de trabajo cuando se realizan tareas arduas y físicas (como sí la hay para trabajos ligeros y sedentarios) y el refuerzo de la normativa frente el calor aprobado este año por el Gobierno no incluye actividades en espacios cerrados, sino solo aquellos a la intemperie.
Junto a las posibilidades de acción más inmediatas, como organizar cambios de horarios a los momentos más frescos del día, la modificación de tareas e, incluso, parar la actividad si el calor es peligroso para la salud, en los sindicatos urgen a las compañías a climatizar sus instalaciones para permitir el trabajo en condiciones dignas y más productivas.
“Los fondos europeos, esa cantidad de dinero que se está recibiendo en España, podrían destinarse a aclimatar las instalaciones, sería una decisión que revertiría en la salud y bienestar de las personas trabajadoras y en las propias empresas”, considera Pilar Ituero (UGT). “Hay que visualizar que hay un problema, que nos tenemos que poner ya las pilas y las empresas deben destinar presupuesto a este tema”, añade la sindicalista.
En cualquier caso, los empresarios tienen la responsabilidad legal de velar por la salud y seguridad de sus plantillas. “No se puede poner en riesgo la vida de las personas”, advierte Maribel Cabañero (CCOO). Las multas por no proteger la salud de los trabajadores pueden alcanzar casi el millón de euros, los 983.736, en los casos más graves.