El precio del petróleo se desploma como no lo hacía en años y los combustibles siguen tan caros (o casi) como de costumbre. El patrón de los surtidores que reflejan las subidas de precios del crudo “como cohetes” y absorben las bajadas “como plumas”, en expresión de las autoridades de competencia, vuelve a repetirse tras la caída protagonizada en el último mes y medio por el crudo Brent.
El petróleo de referencia para Europa cerró agosto en 103,11 dólares y desde entonces acumula un desplome del 18,4%, hasta el entorno de los 84 dólares por una menor demanda de la prevista y una Arabia Saudí que está de rebajas para no perder su cuota dominante en el mercado mundial.
Pero se trata de una rebaja que los automovilistas apenas notan en sus bolsillos. Con los últimos datos disponibles, las caídas son hasta doce veces inferiores en el surtidor: el gasóleo, el combustible más consumido en España (utilizado por el 80% del parque automovilístico), se ha abaratado un 1,14% en una semana, hasta 1,298 euros por litro. Si bien es el precio más bajo desde enero de 2012, no es menos cierto que la caída acumulada desde agosto es de apenas el 1,96%, muy inferior a la del petróleo (en concreto, nueve veces menor).
Con la gasolina, aún peor: su precio, según los datos publicados el pasado jueves por el Boletín Petrolero de la UE, ha retrocedido un 0,9% hasta 1,392 euros por litro, la cota más baja desde febrero. La caída con respecto a agosto, sin embargo, es de apenas el 1,48%: doce veces menos.
¿Cómo se explican retrocesos tan tenues? Desde la patronal del sector en España, la Asociación de Operadores Petrolíferos (AOP), el argumento es que el boletín europeo todavía no ha recogido las caídas que ya marcan los surtidores, porque sus datos, que en teoría son del lunes, corresponde a la media de la semana anterior remitida por el Ministerio de Industria: “Hay diez días como mínimo de retraso en los precios que refleja el boletín, claro que están cayendo”, dice el director general de la AOP, Álvaro Mazarrasa, que asegura que no “hay trampa ni cartón”.
Las petroleras también esgrimen con argumentos el decalaje que, dicen, se produce entre los precios del crudo y las cotizaciones internacionales de los combustibles, el efecto negativo de la revalorización del dólar, que encarece las compras de crudo (es la moneda con la que se negocia el petróleo) y el fuerte peso de la presión fiscal (aun con todo, inferior a la media de la UE) en la factura que paga el usuario final.
En el caso de la gasolina, el 51% de lo que se paga en España son impuestos, porcentaje que en el gasóleo se reduce al 45%.
Con todo, sorprende el perfil bajo que mantiene Industria ante la evolución reciente de los precios de los carburantes, en contraste con el pulso que escenificó a finales de 2012, en plena escalada alcista, el ministro José Manuel Soria, en lo que muchos vieron como un intento del Gobierno de contener la inflación para mantener a raya la actualización automática de las pensiones (que toma como referencia noviembre).
Mientras tanto, la Comisión Nacional de los Mercados de la Competencia (CNMC), el guardián del mercado que preside José María Marín Quemada (catedrático y directivo de Cepsa, segunda petrolera española, durante más de dos décadas) tiene abiertos varios expedientes sancionadores al sector que, de momento, siguen sin concretarse.