La brecha de género que separa a mujeres y hombres en el mercado laboral tiene un claro punto de inflexión: tener hijos. Si bien la igualdad total no es la norma en ningún grupo de edad, haya o no descendencia, los datos muestran que es la llegada de los hijos lo que dispara una brecha económica y social de múltiples consecuencias. El informe de impacto de género de los Presupuestos Generales de 2022 recopila información que permite hacer un diagnóstico de situación nada halagüeño. La conclusión es que la maternidad agudiza la precariedad y la pérdida de ingresos de las mujeres, mientras que la paternidad refuerza las carreras de los hombres.
Entre los 25 y los 49 años la diferencia entre las tasas de empleo de mujeres y hombres sin hijos no son significativas. La cosa cambia cuando hablamos de trabajadoras y trabajadores con hijos: los padres tienen una tasa de empleo 18 puntos porcentuales mayor que las madres. Es más, los datos muestran que en el caso de ellos, la tasa de empleo tiende a aumentar cuando tienen descendencia, mientras que en las mujeres baja.
La edad y el número de hijos también influye en la brecha. Si hay hijos pequeños (de 12 años o menos) la tasa de empleo de las mujeres disminuye aún más y la de los hombres crece con más fuerza, es decir, la brecha de género se agrava. Hasta el punto de que los hombres con dos hijos registran la tasa de empleo más elevada de todos los grupos de edad y sexo: el 89,6%, por encima que los trabajadores sin descendencia. Es el fenómeno contrario al de las mujeres: a más hijos menores de 12 años, menos empleo.
“Con el nacimiento del primer hijo los hombres continúan con su trayectoria laboral de manera similar y si hay algún cambio es en dirección a trabajar ligeramente más horas y a ingresar un poco más. Para las mujeres lo que suele suceder es que, después de la baja de maternidad, su carrera, de media, se frena”, explica la economista Libertad González. La clave está en el tiempo trabajado y en la discontinuidad de las trayectorias: son las mujeres quienes asumen los cuidados y, por tanto, quienes acuden en mayor medida a flexibilidad, excedencias y reducciones de jornada, mientras la mayoría de hombres permanecen ajenos.
El trabajo a tiempo parcial está fuertemente feminizado. Los datos del informe que acompaña a los Presupuestos muestran, además, que la presencia de hijos también aumenta la brecha de género en este sentido. El 24,3% de las trabajadoras a tiempo parcial tienen un hijo frente al 4,1% de los trabajadores en la misma situación. La diferencia es aún mayor cuando hay dos menores: en este situación está el 25,6% de las mujeres que trabajan a tiempo parcial, mientras que solo el 3,5% de los hombres.
Libertad González señala que en las familias siguen siendo las madres las que principalmente se responsabilizan de la crianza por razones sociales y culturales. Ese es el contexto en el que la brecha de género se desarrolla y permanece. “Si tienes un trabajo decente parece también más difícil acogerse a según qué medidas porque es aceptar perder ingresos”, apunta la economista. Las mujeres se concentran, precisamente, en los deciles salariales más bajos mientras que en los superiores los hombres son una abrumadora mayoría. El informe de impacto de género de los Presupuestos subraya también que, en todos los grupos de edad, la renta del hogar es mayor cuando la persona de referencia es hombre.
“Las mujeres tienden a asumir las reducciones de jornada o las excedencias, lo que supone estar sin ingresos propios durante un tiempo. Es habitual también regresar de una baja de maternidad o de una excedencia y pedir una reducción de jornada. En el caso de las trabajadoras con contrato temporal puede ser que directamente pasen un periodo de tiempo sin empleo”, prosigue.
Menos ingresos
La brecha también se nota en los ingresos. Una investigación de tres economistas del Banco de España y publicada este verano constata que, en el año posterior al nacimiento de su primer hijo, las mujeres sufren una caída de sus ingresos brutos del 11% respecto a su situación anterior. Por contra, durante ese periodo, los ingresos de los hombres no se ven afectados.
“Hay un impacto muy grande para las mujeres y para los hombres no”, subraya una de las autoras del informe, la economista Laura Hospido. La investigación mide los ingresos en términos de tiempo trabajado. Ese impacto, prosigue Hospido, es más grande para las mujeres con menor nivel educativo. “La diferencia es que las que tienen menos nivel educativo se ven obligadas a hacer el ajuste trabajando menos días mientras que en las que tienen más nivel el ajuste viene más por la incidencia del trabajo a tiempo parcial, es decir, no reducen el tiempo de trabajo en términos de días sino de jornada”, explica. En uno y otro caso se trata de menos tiempo trabajado y, por tanto, de menos ingresos.
La maternidad aumenta las probabilidades de que una mujer trabaje a tiempo parcial o tenga contratos temporales, algo que no sucede en el caso de la paternidad, señala el informe. “Respecto a su punto de partida para los padres no hay apenas cambio, donde se ve una ligera mejora es en que la incidencia del trabajo temporal cae en el tiempo una vez tienen hijos, aunque no tanto en los que tienen bajo nivel educativo. En las madres ocurre lo contrario, la incidencia de la temporalidad va en aumento”, dice Hospido.
El impacto de la brecha no solo es inmediato a la llegada de los hijos, sino que aumenta con el tiempo. “Lo que más nos llamaba la atención es que la brecha de inicio, en comparación con otros países, no es mayor. Es decir, la penalización a corto no es enorme, pero sorprende la persistencia y que incluso aumente en el tiempo. En otros países se recupera, aunque nunca por completo, pero en el caso de España se mantiene”. Diez años después de tener su primer hijo las mujeres tienen unos ingresos brutos un 33% por debajo respecto a antes de convertirse en madres. En el caso de los padres, la bajada de ingresos es del 5%. 28 puntos de diferencia.