Desde el próximo 1 de julio, los tampones, compresas, copas menstruales y otros productos de higiene femenina estarán exentos de impuestos en Canadá. El Gobierno conservador tomó la decisión después de que una campaña independiente consiguiera el apoyo de todos los grupos políticos. El caso de Canadá no es el único, pero el argumento se repite: las campañas se extienden a otros países, como Reino Unido o Australia, bajo la premisa de que este tipo de productos responden a una necesidad ineludible y no deberían estar gravados porque suponen una importante carga económica para las mujeres durante buena parte de su vida.
“Los productos para la menstruación no son algo que podamos elegir usar”, declaró a comienzos de año una de las portavoces de la campaña “Cero impuestos a los tampones” en Canadá, Jill Piebiak. La campaña obtuvo miles de firmas y de peticiones online quejándose de un impuesto injusto. En Canadá, estos productos estaban gravados al 5% y con su eliminación el Estado dejará de ingresar unos 36 millones de dólares.
En Reino Unido, la presión es creciente. La petición “Stop Taxing Periods” (que podría traducirse como 'Parad de gravar los periodos') lleva conseguidas casi 240.000 firmas en la plataforma Change. “Necesitamos saber por qué el Gobierno sigue aplicando tasas de ”productos de lujo“ a productos sanitarios que no considera básicos, pero no lo hace con los filetes de cocodrilo o los helicópteros”, dice Laura Coryton, creadora de la petición. La protesta llegó incluso a las puertas de Downing Street.
Coryton argumenta que se trata de bienes esenciales porque, sin ellos, “las personas que menstruan no podrían hacer una vida normal, flexible, pública o privada”, y porque gravarlos puede hacer que muchas mujeres dejen de consumir productos que necesitan para su salud e higiene. “Los ítems esenciales no deberían estar gravados porque suponen un desincentivo económico que disminuyen la accesibilidad de un producto”, dice en su petición. En Reino Unido, tampones y compresas soportan una tasa del 5%, después de que en el año 2000 bajara desde el 17,5%.
La catedrática de Economía de la Universidad Complutense, Paloma de Villota, se muestra escéptica sobre esta medida que, dice, es propia de modelos neoliberales que buscan hacer la política social a través de los impuestos y no a través del gasto. “Las arcas públicas dejan de ingresar mucho dinero con las exenciones y con ese dinero se puede hacer una política social mucho más eficaz que beneficie a los grupos que lo necesitan. Es una medida perversa, es una forma de reducir ingresos del sector público y que parezca que estás haciendo algo que, sin embargo, no es suficiente”, explica.
Para Villota, tendría, por tanto, más sentido que se compensara este desembolso a través del gasto sanitario: o bien que la Seguridad Social proporcionara estos productos a quien lo necesite, o bien que existieran transferencias simbólicas para las mujeres de menos renta.
Un IVA del 10%
En España, a los productos de higiene femenina se les aplica el IVA reducido del 10%. La catedrática sí es partidaria de que se reordenen los productos a los que se aplica el tipo superreducido de IVA del 4%. No obstante, pone el modelo nórdico: “Muchos servicios sociales están gravados al 20% o al 25% porque luego su sistema de bienestar es mucho más amplio y genera más beneficios. Es más favorable para las mujeres que haya escuelas infantiles públicas desde los cero años que que la ropa de bebé o la comida infantil esté exenta de impuestos, como debaten ahora en Reino Unido”.
También la asociación de consumidores Facua ha reclamado que estos artículos estén gravados con el IVA superreducido, porque son productos “básicos para la higiene de las mujeres”. En un estudio reciente, la asociación encontró diferencias de hasta el 400% en el precio de los paquetes de compresas en función de marcas y establecimientos, y del 185,3% en el caso de los tampones.