Kathleen Day, profesora en la Universidad Johns Hopkins: “La administración Trump le ha dicho básicamente a Wall Street: 'podéis hacer lo que queráis”

Aldo Mas

Kathleen Day pasó cuatro décadas cubriendo finanzas y asuntos económicos de primer orden en Estados Unidos para el diario The Washington Post. Esa experiencia le ha llevado a ser ahora profesora de crisis económicas para la Universidad Johns Hopkins, no lejos de la capital estadounidense.

Day ha presentado este año el libro que a ella le hubiera gustado leer cuando llegó a la redacción para cubrir la mayor economía del mundo. Se titula Broken Bargain (Ed. Yale University Press, 2019), algo así como “El trato roto”, un volumen sobre “banqueros, rescates y los esfuerzos para domesticar a Wall Street”.

Según Day, en Estados Unidos ya se han puesto las bases para que haya nuevas turbulencias económicas y financieras. En esta entrevista con eldiario.es, Day habla de “señales de alarma” en su país como son los elevados niveles de deuda de los hogares y una desigualdad en el reparto de la riqueza que recuerda a los momentos previos al crac del 29.

En este contexto, la administración del presidente de Donald Trump también es un problema. “La administración Trump le ha dicho básicamente a Wall Street: 'podéis hacer lo que queráis'”, dice Day.

¿Qué opina de la gestión económica del presidente Donald Trump?

La administración Trump está preparando las bases para la siguiente crisis, deshaciendo todos los dispositivos de seguridad, no sólo para los consumidores, sino para todo el mundo. Esta administración está propiciando el trabajo básico para que haya una nueva crisis.

¿Se refiere a una nueva crisis financiera?

Dos tipos de crisis económicas son posibles. Una puede deberse a las fuerzas del mercado, algo que no se puede atribuir realmente a nadie en concreto. Puede ser que los consumidores dejen, por lo que sea, de comprar, por ejemplo. Esto puede deberse a preocupaciones diversas, por motivos que pueden estar relacionados, por ejemplo, con la inestabilidad internacional. Pero hay otro tipo de crisis que son evitables, que se pueden evitar frenando a la gente que hace lo que causa esas crisis.

¿Cómo cree usted que será la siguiente crisis económica?

Hay un límite en la capacidad de la gente para comprar cosas. Y esto es importante. Desafortunadamente, nuestra economía está basada en que la gente compre cosas. En nuestro sistema se piensa que podemos comprar nuestra salida ante los problemas. Esta idea está muy arraigada en los mercados internacionales. Es una idea que viene de Estados Unidos y que se ha exportado a todo el mundo. Consiste en pensar que el consumo puede levantar la economía en todo momento.

Sin embargo, ahora más que nunca, se plantea un problema con las aplicaciones de la inteligencia artificial y la robótica. Las empresas están incrementando ahora su productividad a través del uso de robots. Estados Unidos es un gigante de las manufacturas, pero ahora lo somos, cada vez más, gracias al uso de robots. Esta es una realidad que plantea la siguiente cuestión: ¿Quién va a comprar si los que trabajan son robots y no personas que puedan consumir? Aquí hay potencial para una crisis, porque puede ser que los consumidores no tengan nivel adquisitivo.

También se habla de las posibles consecuencias de una desigualdad creciente.

Sí, el contexto general es que los ricos están haciéndose cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Y, en un momento dado, ocurrirá que no habrá más gente que pueda comprar cosas. Ésta es una crisis económica estructural a la que tendremos que enfrentarnos.

Usted hablaba al inicio de esta entrevista del trabajo de la administración Trump y de cómo se está poniendo las bases para la siguiente crisis. ¿Podría desarrollar este punto?

Nadie sabe dónde está el origen de la siguiente crisis financiera y, además, no se suele tener razón cuando se hacen previsiones al respecto. Ahora bien, puede haber una recesión o una desaceleración económica por motivos relacionados con la guerra comercial que Donald Trump le ha declarado a China o por inestabilidades políticas internacionales. Pero también podría darse otra crisis debido a un escándalo financiero.

La última crisis financiera fue una crisis de este tipo, cuando las instituciones bancarias estadounidenses, muchas de ellas internacionales, se dedicaron a animar la concesión de créditos sin evaluaciones de riesgos. De una situación así se puede decir: 'es culpa de los consumidores, que fueron estúpidos pidiendo esos créditos'. Pero eso no es así. Porque en muchos casos los consumidores fueron animados a firmar esas hipotecas [subprime]. Esto es algo que yo documento en mi libro.

¿Tiene usted pistas de qué prácticas en el mundo de las finanzas pueden llevar a otra crisis?

Ahora mismo hay mucha inversión en bonos corporativos de alto riesgo. Demasiada inversión en estos instrumentos y un mal uso de los bonos colaterales, que en principio pueden ser una buena idea, pero también pueden amplificar los problemas. Este mecanismo es el mismo que, usándose mal, dio lugar a la última crisis financiera.

¿De qué otros modos está contribuyendo la administración Trump a que se corran riesgos para la economía?

Se está facilitando a las entidades de crédito dar créditos a los consumidores de forma irresponsable. En el sector del crédito al consumo, se está facilitando el acceso a créditos a gente que no puede pagar esos créditos o que, directamente, no los necesita. Por ejemplo, entre los colectivos más afectados de estas prácticas se encuentran nuestros veteranos de guerra. En muchos aspectos, en Estados Unidos tratamos a nuestros veteranos de manera deplorable. Son el objetivo de entidades que dan dinero y se comportan como carroñeros, carroñeros que van a por hogares que están sufriendo económicamente.

Lo que estos facilitadores de crédito están ofreciendo a los consumidores es lo que algunos han llamando “crack financiero”; “crack” como la droga. Te lo ofrecen diciéndote que puedes permitírtelo, que luego lo puedes refinanciar, cayendo en muchos casos en una trampa insostenibles de deudas, mientras que los que ofrecen el crédito obtienen muchos beneficios a corto plazo. Cuando el consumidor se declara en bancarrota, los que ofrecían el crédito han cobrado varias veces lo que prestaron porque los intereses en este sector varían, entre un 300% y un 500%. A este tipo de créditos al consumo es más fácil acceder con la actual administración de la Casa Blanca.

¿Qué otras realidades económicas le preocupan?

La administración Trump le ha dicho básicamente a Wall Street: 'podéis hacer lo que queráis'. Por ejemplo, Betsy DeVos, la Secretaria de Estado para la Educación, está dificultando que los estados en Estados Unidos puedan proteger a los consumidores frente a las entidades que ofrecen créditos a los estudiantes para pagar sus estudios. Esto es lo mismo que pasó en la crisis de las hipotecas. Se dijo, como hace DeVos ahora, que sólo las autoridades federales pueden proteger a los consumidores. Pero con las hipotecas, las autoridades federales no hicieron nada.

Luego, hay otras realidades preocupantes. La administración Trump está haciendo más difícil que los ciudadanos vayan a los tribunales frente a entidades de crédito. El sector agrícola del país presenta una deuda de 409.000 millones de dólares (unos 369.600 millones de euros), lo que pone al sector cerca de los niveles de la crisis que vivió en los 80. Podría seguir dando datos, pero pienso, de todos modos, que llegará el día en que haya que hacer cuentas y habrá gente que no pueda pagar deudas. Entonces habrá otra crisis.

¿Cómo de malas serían esas noticias para la economía en Europa?

Una crisis en Estados Unidos se haría notar internacionalmente. Se dice, con una economía como la de Estados Unidos, que cuando Estados Unidos tose, el resto cogen neumonía. Nuestras economías están todas vinculadas, del mismo modo que lo estamos con China. Pero si hay una crisis financiera por mal uso de productos financieros en Estados Unidos como los que he mencionado, entonces Europa se puede ver afectada o no en función de cómo las instituciones europeas se comporten respecto a este tipo de actividades económicas, y también en función del tamaño de los desmanes cometidos en Estados Unidos.

Su análisis confiere mucha importancia a los consumidores. ¿Por qué?

Los consumidores son el motor de la economía. En Estados Unidos se identifican con los consumidores 6,5 céntimos por cada 10 céntimos que se consume en la economía. Cualquier cosa que dañe a los consumidores está dañando a la economía. Si uno se aprovecha de los consumidores como ocurrió con la última crisis, todo el mundo lo va a notar.

En 2018 la deuda de los hogares estadounidenses ya superó el nivel máximo de deuda en 2008. Además, en Estados Unidos, y pienso también que en el mundo, está creciendo la diferencia entre ricos y pobres. La desigual distribución de la riqueza comienza a parecerse a la de los años 20, antes de la gran recesión que supuso el crac del 29. Esto son señales de alarma.

¿Qué vínculo hay entre esta situación económica y la realidad política que se observa en Estados Unidos y Europa, donde se está produciendo un auge de la extrema derecha?

Yo puedo hablarle de que, económicamente, los efectos de las políticas de Trump van a ser un desastre. En los años 30, Estados Unidos flirteó con la dictadura, o al menos alguna gente. Y ahora también. Piense en que el Tea Party [movimiento ultraconservador del Partido Republicano] surgió de la última crisis, una crisis que el Tea Party nunca entendió. Ellos crearon el mantra: 'no creemos en la regulación, ni en la ciencia...'. Es ridículo.

El problema es que los dictadores saben que, cuando la gente tiene hambre o no pueden pagar la luz ni las cosas más básicas, lo que quieren es poder acceder a esas cosas y apoyarán al que se lo dé. Dará igual si es un dictador o alguien con tendencias dictatoriales. El problema con las crisis económicas es que ponen la atención de mucha gente en la próxima paga y en la próxima comida. Ahí es cuando se es capaz de apoyar a cualquiera, incluida una mala persona que promete que arreglará la situación.

¿Hay otras soluciones?

Sí, sabemos, por ejemplo, que la solución a la crisis del sector del carbón está en crear puestos de trabajo en energía solar, por ejemplo. También hay ideas a considerar como la de establecer una renta mínima anual de subsistencia para así lidiar con el creciente desempleo que crea el uso de robots.