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La economía española creció un 2,5% en 2023, superando todas las expectativas

El ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, durante la rueda de prensa de su primer Consejo de Ministros.

Daniel Yebra / Raúl Sánchez

30 de enero de 2024 09:00 h

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La economía creció un 2,5% en 2023, superando todas las expectativas y liderando a las economías avanzadas. El avance del PIB (Producto Interior Bruto) aceleró al 0,6% en el último trimestre del año pasado, respecto al trimestre anterior, según ha publicado el INE este martes.

Principalmente, por la resistencia del consumo de las familias a la inflación y a las subidas de los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE) y por la fortaleza del sector exterior, gracias al fuerte aumento de las exportaciones (con un destacado y novedoso comportamiento de la venta de servicios de consultoría y relacionados con las nuevas tecnologías) y al 'boom' de turismo.



El destacado incremento del PIB en la recta final de 2023 apoya “el objetivo de crecer un 2% en 2024”, según defiende el Gobierno. El avance del 0,6% es el mayor desde el rebote del segundo trimestre de 2022, como se puede observar en el siguiente gráfico. Nuestro país completó la recuperación tras el shock de la pandemia hace cerca de un año y medio.



“Los motores del crecimiento han sido dos. Por una parte, el consumo privado, sobre una base de una buena evolución del poder adquisitivo de los hogares y también del buen comportamiento del mercado laboral, con una creación de 780.000 puestos de trabajo en 2023”, ha explicado este mismo martes el ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo. “En los 4 últimos trimestres, 4 de cada 10 empleos de la UE han sido creados en España”, ha recordado.



Al cierre de 2023, el nivel de PIB supera ya en casi 3 puntos porcentuales al nivel de 2019, el de antes de la crisis de la COVID. En el gráfico anterior, se ve que el consumo de las familias no concluyó la recuperación hasta el tercer trimestre del año pasado, lastrado por el golpe de las subidas de precios y por el encarecimiento de la financiación, por culpa de la agresiva estrategia del BCE para luchar contra la inflación.

En el mismo gráfico, también se identifica que uno de los principales apoyos de la actividad ha sido el gasto público, que ya es algo más de 10 puntos porcentuales más alto que en 2019, favorecido en parte por el Plan de Recuperación.

“Por otro lado, tenemos también una evolución muy positiva de las exportaciones sobre la base de la recuperación de la competitividad de las empresas”, ha añadido el ministro Carlos Cuerpo.



Precisamente, la debilidad del sector exterior se presenta como el mayor obstáculo para la economía de España en 2024, por la mayor desaceleración de Alemania, Francia, Italia o del conjunto de la eurozona (los principales socios comerciales de nuestro país), que incluso lidian con el riesgo de caer en recesión técnica (dos trimestres consecutivos de contracción del PIB). Una situación que no se contempla en España.

Las previsiones apuntan a que el consumo de las familias seguirá resistiendo por la bajada de inflación, por los recortes de los tipos de interés del BCE, las medidas de protección de los ingresos (como los incrementos del SMI y de las pensiones), por la retirada progresiva del resto de medidas contra las subidas de precios (como la bajada del IVA de los alimentos básicos, de la factura de la luz o el mantenimiento de los descuentos en el transporte público) y por las mejoras salariales en general (aunque estén siendo insuficientes para recuperar el poder adquistivio perdido en los últimos años).

Los grandes problemas para los hogares en España seguirán siendo la inaccesibilidad de la vivienda, sobre todo en las grandes capitales, y la desigualdad.

Por su parte, el abaratamiento de los costes de las empresas (la energía y las materias primas, principalmente) y el despliegue del Plan de Recuperación animará la inversión de las empresas, el componente de la actividad más retrasado desde 2019, como queda reflejado en el último gráfico de esta información.



Mientras, la desaceleración de las exportaciones será compensada en parte por el turismo y por la caída del precio del petróleo, el gas y de otros recursos que nuestra economía necesita adquirir fuera.

La principal consecuencia de las guerras que sufren Ucrania y Gaza es su impacto en los precios energéticos y, concretamente, un posible recrudecimiento de las tensiones en el mar Rojo. Incluso un eventual cierre del estrecho de Ormuz, en Oriente Medio, un importante enclave del comercio mundial. “Las nuevas escaladas de los precios de las materias primas a causa de los shocks geopolíticos —como son los continuos ataques en el mar Rojo— y las perturbaciones de la oferta podrían prolongar las condiciones monetarias restrictivas”, advierte el FMI en el informe que acompaña a sus previsiones.

De momento, el impacto directo para nuestro país es escaso. “La crisis del mar Rojo está incrementando los costes globales de transporte. No obstante, nuestro indicador de cuellos de botella sugiere que su impacto económico sería, por ahora, reducido respecto a otros episodios anteriores”, recalcó este lunes el Banco de España.

Las transformaciones de la economía

En la reconstrucción de la pandemia, la evolución de la economía de nuestro país ha despuntado por la inédita respuesta social (financiación de los ERTE, diseño del IMV, revalorización de las pensiones...), y por otras medidas que han favorecido cambios estructurales en el mercado de trabajo (donde se ha alcanzado un récord de 21 millones de personas contratadas), en el mayor peso de sectores relacionados con la innovación y la tecnología y en el tirón de las exportaciones de servicios (y no solo turísticos).

El esfuerzo en el gasto público (gracias al levantamiento de las anteriores reglas fiscales de la UE en 2020) ha permitido al Gobierno tomar estas decisiones y favorecer que las rentas de las familias hayan resistido el daño de la inflación o que las ganancias de las empresas superen los niveles previos a la COVID.

En el sentido contrario, ha disparado el endeudamiento (la deuda pública respecto al PIB, ya hinchada como consecuencia de la crisis financiera de 2008), que solo se ha reducido desde el máximo de 2020; cuando superó el 120%, por el crecimiento económico, ante los elevados déficits presupuestarios de esta fase de reconstrucción (en 2022 todavía fue del 4,7% del PIB, en 2023 cerrará cerca del 4,2%).

Ahora, el déficit tiene que rebajarse. Con condiciones más flexibles que hace una década, eso sí. Esta senda ya la ha marcado el último decreto anticrisis, que el Consejo de Ministros aprobó a finales de 2023 y que ha recortado su coste a 5.300 millones, desde los los 15.000 millones de 2023 y los 22.000 de 2022.

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