El poder 'rojo' de Botín que no se teñía de un solo color político
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Hay dos ciudades Santander que amanecen hoy sombrías. Una está arropada por una de las mejores bahías de España. La otra, a cientos de kilómetros del mar, en Boadilla del Monte (Madrid) es la ciudad de los olivos. Un árbol que con mucha dificultad podría haber sobrevivido a los aires cántabros. Ambas lloran la muerte de Emilio Botín, su alma mater y clave para entender su historia.
Botín falleció el 10 de septiembre repentinamente habiendo pactado una sucesión ordenada. El banquero no tenía intención de retirarse pero le sobraba prudencia para haber forjado desde hacía años la carrera a su propia sucesión. Su primogénita sería su heredera. La meritocracia en las cotizadas españolas sigue anclada en este tipo de tradiciones que a los británicos, uno de los mercados más importantes para Santander, siguen sin entender.
Los que conocían a don Emilio, y conocen algo, aunque menos a Ana Patricia, aseguran que la sucesión será totalmente continuista. No se hereda solo el apellido, ni siquiera se hereda un banco. La nueva presidenta de la mayor entidad financiera del euro comparte una forma de pensar y de actuar muy similar a su padre. Su precipitado nombramiento de urgencia garantiza a los inversores que los negocios siguen como siempre.
De ser así, a Ana Patricia le corresponde ahora estar al lado del poder. Esta era una de las principales y más singulares características de su padre. “Fue el último en defender a Zapatero y el primero en halagar a Rajoy”, resume Miguel Ángel Revilla, expresidente de Cantabria y amigo del banquero. “Fue una persona que estuvo con el poder, como estuvo su padre, uno de los pocos banqueros que apoyó a Felipe González”, recuerda el político cántabro.
Botín sería “de derechas porque era banquero”, dice su paisano pero su apoyo al Gobierno de cualquier color era incondicional. Su preferencia por el rojo se circunscribía a los colores corporativos. Y en parte, en buena parte, al que se ostenta en las dos franjas de la bandera de España.
Aunque Botín prácticamente no se ha dejado ver con Rajoy (o viceversa), el banquero ha acudido presto a las llamadas de auxilio que se han hecho desde Moncloa. La primera, invertir, a fondo perdido, cien millones de euros en la salida a bolsa de Bankia. La pilotaba su amigo, y varias veces consejero, Rodrigo Rato. También acudió de nuevo al rescate del Ejecutivo en su aventura para crear el banco malo. Dos aventuras en las que se negó a participar BBVA y don Emilio dejó claro su compromiso irrenunciable con España.
En esta línea, una de las últimas preocupaciones política de Botín era la independencia de Catalunya. No especialmente proclive a los exabruptos políticos en público, Botín se alineó con las tesis del Tribunal Constitucional y defendió la ilegalidad de la independencia en plena Junta de Accionistas. España no se podía romper para don Emilio.
Fuentes próximas a gobiernos anteriores aseguran que no era Botín uno de esos empresarios que llamaba a La Moncloa para pedir favores como otros del Ibex 35 que sí lo hacen. Llevaba años ocupado en la expansión exterior de la entidad financiera y su preocupación ha sido que la imagen del país le acompañara. Pero cuando tuvo que levantar el teléfono, no le tembló el pulso. El favor más relevante, el último que concedió José Luis Rodríguez Zapatero en el Gobierno, fue el indulto al consejero delegado de la entidad, Alfredo Sáenz.
El consejo de ministros que selló aquel perdón del Ejecutivo al banquero corrupto no fue unánime. Dos ministras se levantaron de la mesa y se negaron a firmar el decreto: Rosa Aguilar, ministra de Medio Ambiente, y Carme Chacón, ministra de Defensa.
Dicen sus allegados que Zapatero se sintió obligado a acceder al indulto por el apoyo que Botín le había mostrado durante los primeros años de la crisis. Un quid pro quo que para muchos resultó en un 'dónde vas' a Zapatero y que pocos progresistas perdonan al expresidente.
El último presidente socialista estaba convencido de que el Partido Popular no le concedería el indulto a Sáenz como castigo al apoyo del cántabro a sus ocho años de Gobierno. Puede que no estuviera muy equivocado. Aunque la relación con el Gobierno conservador ha sido buena, lo cierto es que por la presión pública o por venganza, Rajoy sí dejó caer a Sáenz.
Atrapado por el nuevo código de conducta que Economía reescribió para evitar los desmanes de las cajas, Sáenz tuvo que dimitir y con él, casi por primera vez, se resquebrajó el poder omnímodo del banquero.
Pocas empresas pueden presumir de que su primer y segundo espada han bautizado sendas doctrinas judiciales. Botín creó su propia historia jurídica al lograr zafarse de la Justicia por el caso de las cesiones de crédito. Lo que fue un escándalo financiero mayúsculo se convirtió en una mancha pasada en el currículo del cántabro.
El caso que logró sentar efímeramente a Botín en el banquillo, lo destapó Ruiz Mateos en 1991. El empresario levantó la alfombra del supuesto uso de operaciones opacas a efectos fiscales en varias entidades financieras.
Según trascendió en el curso de la investigación, Santander realizó 45.000 cesiones de crédito entre 1987 y 1991. En ellas captó unos 400.000 millones de pesetas (2.400 millones de euros), y los clientes normalizaron su situación con el fisco en torno a 1996. El juez constató que la cúpula de Santander se organizó para que el fisco no detectara los nombres de estos clientes.
La defensa de Botín alegó que una acusación popular sola, sin el apoyo del Ministerio Público, no podía ser admitida a trámite. Esta opinión fue admitida por el Supremo, y pasó a conocerse como la doctrina Botín. Saénz, por su parte, pidió que no se ejecutara su condena hasta que el Constitucional no fallara su recurso, algo que también se le concedió.
Con esta buena mano con el poder judicial, los Botín han demostrado seducir a los cuatro poderes, el ejecutivo, el legislativo, el judicial y el de los medios de comunicación. El banco cántabro ostenta la propiedad del 5,38% del grupo Prisa. Por no hablar de los créditos concedidos masivamente al grupo y a otros grandes medios.
Ahora le toca el turno a Ana Patricia Botín de exhibir estas capacidades negociadoras. Por lo pronto, Santander se enfrenta de nuevo en la Audiencia Nacional a un caso por venta masiva de un producto poco claro a sus clientes. También tendrá que hacer olvidar a los contribuyentes españoles que la familia Botín ha atesorado durante años parte de su patrimonio en Suiza.
Botín sucede a Botín. Y el banco lo apuesta todo de nuevo al rojo. Pero la banca siempre gana porque fija las reglas del casino.