La portada de mañana
Acceder
El rey pide a los políticos “serenidad” para rebajar “el ruido de fondo"
'Sor Collina', la monja que ejercía de enlace entre los presos y la mafia calabresa
OPINIÓN | 'El rey se hace un selfie en el barro', por Isaac Rosa

Empleadas del hogar se concentran en Madrid para visibilizar la precariedad del sector y exigir sus derechos laborales

Ni la lluvia, que durante la mañana del domingo ha roto el tiempo de sequía que acechaba a Madrid, ha conseguido acallar las voces de las empleadas del hogar congregadas en la Puerta del Sol para reivindicar la equiparación de sus derechos laborales con el régimen general de trabajadores.

Ataviadas con delantales amarillos del colectivo SEDOAC (Servicio Doméstico Activo) -convocante de la protesta, con el apoyo de SOS Racismo, Red Estatal de Trabajadoras del Hogar y Cuidados o Alianza por la Solidaridad, entre otros-, las mujeres arrancaban con su particular grito de guerra: “Soy empleada del hogar, por mis derechos voy a luchar”.

La pancarta definía una de las reivindicaciones centrales del gremio de empleadas del hogar, inmersas en una desigualdad amparada por la ley. Y es que las trabajadoras domésticas son las únicas que no generan derecho a paro. Por eso podía leerse “Es cuestión de Justicia. Sí al convenio 189 de la OIT”, haciendo referencia a este acuerdo jurídico de la Organización Internacional del Trabajo no ratificado por el Gobierno español y que obligaría a aprobar una prestación de desempleo, que hasta ahora carecen.

Mercedes se jubiló hace un año y medio, después de trabajar durante 30 años en una casa. Después de toda una vida trabajando, su pensión es tan baja que dice deprimirse los días en los que recibe el ingreso. Va acompañada de Patricia, aún activa, pero con una trayectoria similar que pronto cumplirá tres décadas como empleada de hogar. “Nosotras hemos tenido derechos, vacaciones pagadas, sueldos que, dentro de lo que se oye por ahí, no están tan mal. Es decir, somos unas privilegiadas”, se excusan para resaltar que otras compañeras del sector atraviesan situaciones en las que sus derechos se ven aún más vulnerados y a las que quieren mostrar su apoyo estando presentes en la concentración.

“Estamos aquí porque queremos que todas tengan el mínimo de derechos que nosotras hemos tenido, pero aun así no tenemos derecho a paro y la jubilación se nos queda en una porquería”. Pese a todo, están ahí, para apoyar y exigir que se les reconozca como trabajadoras,“que es lo que somos”, señala una de ellas con ahínco.

Aunque Mercedes y Patricia son españolas, las estadísticas indican que la mayoría de las empleadas del hogar son de origen extranjero, por lo que, a su vez, tienen que lidiar con las trabas añadidas impuestas por la Ley de Extranjería.

Annely Matos se deja llevar por el ritmo de la batukada que acompaña con fuerza las consignas de estas mujeres. No le falta energía, tampoco simpatía. Esta mujer de 43 años y de origen dominicano, lleva trabajando como empleada del hogar desde que llegara a España en 1993. Primero trabajó como interna, igual que la persona que le dio la vida. “Mi madre trabajó de interna desde que llegara a España, concretamente a Madrid, en 1990 hasta que, hace poco, se jubiló”. Ahora tiene 68 años y después de casi tres décadas trabajando, sobrevive con “una jubilación muy precaria, pero lo que no tiene es casa, tiene que vivir en una habitación de un piso compartido”, lamenta su hija.

De los primeros años que atravesaron juntas, madre e hija, en este lado del charco, recuerda que no tenían nada. “No conocíamos a nadie, no teníamos ninguna red”, explica un aspecto que forma parte de su pasado porque desde que conoció al colectivo SEDOAC -que cumple ahora diez años de recorrido- asegura sentirse “acompañada” y “empoderada”. “He conocido mis derechos y además puedo ayudar a otras mujeres que pasan por lo mismo”, celebra.