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El día que encontré en la calle mi bici robada y descubrí qué tienda la revendió

Hace dos años me robaron la bici. Era una preciosa Bianchi de carretera color granate que le había comprado a un amigo por 120 euros en 2015. La utilicé casi a diario tanto en Madrid, primero, como en Londres, donde me mudé después.

De vuelta a España, una noche la dejé candada frente a la sede de la SGAE y al día siguiente, cuando fui a por ella, ya no estaba. Me llevé un señor disgusto, me culpé por haberla dejado tantas horas en la calle y asumí que me iba a tocar comprar otra. La Bianchi era estupenda y le había dado un gran uso, pero quizá no era mala idea hacerme con una más cómoda y moderna.

Ahorré durante varios meses y le compré a un señor, a través del taller de bicis de mi barrio, su flamante bicicleta de carbono. Tenía puesto su nombre con pegatinas: hice una búsqueda y vi que era un directivo que hacía triatlón. El dueño del taller me aseguró que era una gran bici y que, por las piezas que llevaba, estaba valorada en bastante más del precio al que la vendía el señor (400 euros). La compré, le quité las pegatinas, le puse unas cintas nuevas en el manillar (marca Bianchi, en recuerdo de la otra) y la empecé a usar. Sigo contenta con ella. Por otras razones, contacté con el directivo meses más tarde y le conté que era la nueva dueña de su bici y que estaba encantada con ella.

Valoré denunciar el robo de la Bianchi, pero pensando que no serviría de nada –me han robado la cartera varias veces y las denuncias no me han servido para recuperarla– no lo hice. Hoy sé que hubiera servido, pero tampoco mucho. Las bicicletas tienen en el cuadro un número de serie fundamental a la hora de poner la denuncia: sin él, por muchas fotos que enseñes, la Policía no puede identificarla y mucho menos saber que es tuya. Yo en aquel momento no sabía que las bicicletas tenían número de serie y tampoco tenía el de la mía apuntado. Si estás leyendo esto y tienes una bici, te recomiendo que apuntes y guardes este número por lo que pueda pasar (también existe el Biciregistro).

El día que vi la Bianchi por la calle

Todo seguía con razonable normalidad por Madrid. Creo que algún día me metí en Wallapop para ver si por casualidad encontraba la bici robada, pero ni hubo suerte ni me empeñé demasiado. A la nueva, sin marca, le compré un buen candado de 1,5 kilos de peso en forma de U. En medios y redes sociales veo de vez en cuando historias de bicicletas robadas –un asunto tristemente habitual– así que no negaré que más de un día he ido a buscar mi bici después del trabajo con temor a no encontrarla. No tanto por el candado como por la posibilidad de que se la lleven a piezas. Por otro lado, no hay demasiados aparcamientos cerrados para bicis en Madrid. El Ayuntamiento hizo un piloto de bicihangar, pero solo instaló uno y según pone en la web estuvo disponible unos meses nada más.

Así estaba la cosa cuando una mañana, hace ahora dos meses, pasé por Nuevos Ministerios y vi mi Bianchi atada a un poste. Me quedé mirándola con asombro y saqué varias fotos para compararlas y asegurarme de que era la misma. Iba al médico por la zona, así que mientras esperaba recuperé fotos antiguas de la bici y comprobé. Era, sí o sí, la mía. No solo tenía el mismo sillín, el mismo manillar y las mismas zonas del logotipo desgastadas. También las ruedas, que yo había cambiado en 2017 por otras mejores, eran esas mismas.

Estando en el médico solo se me ocurrió redactar una nota y dejársela al nuevo dueño. En ningún momento pensé que él fuera el ladrón. Nuevos Ministerios (AZCA) es una zona de oficinas, la bicicleta estaba en una calle principal, al lado de una boca de metro y daba la sensación de que la bici era ahora de un trabajador. Me extrañaba que alguien que la usaba a diario y aparcaba visiblemente la hubiera robado: seguro que la había comprado hurtada sin saberlo. Le escribí que esa bicicleta era mía, que me la habían robado dos años atrás, que no pretendía recuperarla pero que sí quería cazar al ladrón y denunciarlo. Le dejé mi número de teléfono y email para hablar. Como en su momento no había denunciado, no pensé en llamar a la Policía.

Conté esta historia en Twitter y alguna gente sugirió que me tomara la justicia por mi mano y le pusiera un candado: así el nuevo dueño no tendría más remedio que llamar. En ese momento ni se me había ocurrido ni lo valoré como opción. Esperé a que el nuevo dueño me contactara para poder arreglarlo con normalidad, pero nunca lo hizo. Me culpé por no haber llamado a la Policía o puesto el famoso candado y pensé que había dejado pasar mi única oportunidad para cazar al ladrón. Resultó que no.

Este lunes volví por allí. Iba otra vez al médico cuando vi de nuevo la bici, aparcada en otro poste de la misma zona. Hay un centro comercial al lado, así que compré un candado y redacté una nueva nota explicándolo todo: esta es mi bici, me la robaron, te dejé una nota hace dos meses y como no he recibido respuesta te dejo esto para que me llames y veamos cómo lo solucionamos. Ahora sé que, de haberlo hecho bien y por los cauces legales, ni siquiera tendría que haber ido a una comisaría (pensaba: y si el ladrón/dueño se lleva la bici mientras voy y vuelvo de comisaría).

Si ves tu bici robada por la calle puedes llamar a la Policía para que acuda, aunque no hayas puesto denuncia previamente.

Unas horas más tarde, el nuevo dueño llamó. Estaba –como es lógico– tremendamente cabreado. Terminas de currar, bajas a por tu bici para volver a casa y te la encuentras atada con un candado que no puedes abrir. Ahí empecé a acojonarme y a pensar: ¿qué narices he hecho? Le expliqué que ya le había dejado una nota, que no había contestado, que yo también sufrí el día que me la quitaron... Y me aseguró que jamás vio esa nota y que había comprado la bici legalmente en una tienda de segunda mano hace más de un año. Concretamente, un Real Cash.

Real Cash es un grupo mexicano que empezó en España en 2010 y tiene nueve tiendas: tres en Asturias y seis en Madrid. El nuevo dueño de la bici me mandó una captura de la compra. Adquirió la bici el 6 de abril de 2018 a la una de la tarde, apenas doce horas después de que la robaran (la noche del 5 al 6 de abril). Pagó 60 euros por ella. Mi bici había costado 120 euros y las ruedas, que me dejó mi pareja cuando cambió las suyas, debían de estar valoradas en otros 120.

La tienda había vendido mi bicicleta por cuatro veces menos su valor. ¿Cuánto se habría llevado el ladrón? ¿De verdad merece la pena dejar a alguien sin bici por 20 o 30 euros?

Por fin llega la Policía

El nuevo dueño se ofrecía a ir a la tienda si desataba la bici. Pero yo tampoco sabía muy bien qué hacer allí. También estaba un poco asustada por si llegaba y la tomaba conmigo, porque al teléfono sonaba muy, muy enfadado. Así que por fin llamé a la Policía Nacional y les conté la situación. Amablemente, dijeron que me acercara por la zona de la bicicleta cuando pudiera y que en ese momento les llamara para que vinieran ellos también. Informé al nuevo dueño de esto y quedamos en vernos allí.

Por prudencia, esperé en la acera de enfrente a que llegara la Policía. El nuevo dueño me telefoneó un par de veces impaciente, porque llevaba una hora esperando y le había hecho perder una visita a un piso. Se acercó mi novio (que además era dueño de las ruedas), les vi discutir y finalmente apareció la Policía. Bajaron cinco de un furgón y volví a acojonarme un poco, porque, pese a todo, la cosa no parecía para tanto. Me preguntaron si el nuevo dueño había puesto resistencia a que ellos vinieran y ya les dije que no, que estaba cabreado pero que accedía a colaborar.

Cruzamos juntos la acera y por fin saludé al nuevo dueño con algo de tensión. Él contó que había comprado la bici legalmente, enseñó una captura de la transacción y yo mostré fotos antiguas de la bici, además del tuit de Enbicipormadrid (una asociación ciclista) denunciando el robo en redes y pidiendo colaboración. No sirvió.

Según explicó la Policía, lo importante en estos casos es el número de serie. Ni siquiera solo la denuncia, sino la denuncia con el número de serie. Sin él, ellos no pueden asegurarse de que la bicicleta sea mía y tampoco devolvérmela. Sugirieron que intentara conseguirlo –podía pedírselo al antiguo dueño o que él lo pidiera a la tienda en la que la compró– y entonces fuera a denunciar. De esta forma ellos podrían ir a Real Cash y cazar al ladrón. Las tiendas registran los nombres y DNIs de todos los vendedores, junto al número de serie y descripción del objeto. Sin embargo, no piden documentos que acrediten que es suyo: ni una factura, ni fotografías ni nada.

“Probablemente, muchas de las cosas son robadas”

El encuentro con la Policía y el nuevo dueño terminó bien. Desaté la bici, le pedí disculpas por el mal rato y se marchó. La Policía tomó los datos de ambos y quedó a la espera de que yo presentara la denuncia con el número de serie, si es que lo conseguía.

Ni yo tenía el número de serie de la Bianchi, ni lo tenía el amigo que me la vendió. Y él también la compró de segunda mano a un señor. Me daba rabia haber montado este gigantesco jaleo para al final no poder denunciar, ni hacer escarmentar a la tienda ni al ladrón. Estaba la fea opción de volver a Nuevos Ministerios algún día, buscar la bicicleta aparcada y sacar una foto al número de serie (esta fue la sugerencia de alguna gente). Pero preferí escribir al nuevo dueño, recalcar que mi objetivo no era recuperar la bici sino pillar al que la robó y pedírselo. Él, muy considerado, me lo pasó (gracias).

Así que el jueves fui a denunciar. Iba triunfante, pensando que por fin se haría justicia, que una vez la Policía supiera quién era al ladrón podría alertar en otras tiendas para que no le compraran más... Conté todo este rollo y, al terminar, uno de los policías dijo que no le veía mucho futuro al asunto. Mal.

El policía preguntó cómo había conseguido el número de serie, si es que le había hecho una foto a la bicicleta en algún momento y por eso podía aportarlo. Conté que no, que sabía que podía haberlo hecho así pero que me lo dio el nuevo dueño. Según explicó, solo el número de serie de un objeto no es suficiente para probar que es tuyo: necesitas la factura y el número de serie. Las miles de fotografías fechadas (que, por cierto, hay que llevar en un USB o CD para presentar la denuncia) y otras pruebas pueden ser complementarias, pero sin factura y sin número de serie tienes poco que hacer.

“Imagina que te pasas por una tienda de segunda mano, haces una foto de tapadillo al número de serie de una bici y luego denuncias que es tuya”, puso de ejemplo.

Total. Que con la denuncia puesta, la Policía puede pedir a la tienda el nombre del que la vendió. Si finalmente fuéramos a juicio, yo tendría que demostrarle al juez que la bicicleta era mía. Pero como no tengo factura, me sería imposible.

(Una lección aprendida es que, si compramos cosas de valor en Wallapop o a cualquier particular, es interesante firmar un contrato de compraventa y ya de paso incluir el número de serie. Por lo que pueda pasar).

Estando en comisaría, otro policía que escuchó el caso me contó que a él le había pasado lo mismo: le robaron la bici, apareció en una tienda de segunda mano cerca de su casa (el ladrón no era muy listo), tenía el número de serie y denunció. La policía requisó la bicicleta (es decir, la tienda no pudo tenerla a la venta durante un tiempo) y, en el juicio, él no pudo demostrar que era suya al no tener factura. Así que al final la bicicleta volvió a la tienda, que la vendió. Dijo que a él también le había dado rabia, pero que la ley es así.

Con la denuncia puesta, me acerqué por el Real Cash de Bravo Murillo. Nada más entrar había seis deslumbrantes bicicletas, alguna de más de 600 euros.

Le conté mi caso a un empleado, pregunté qué medidas tomaban para saber si los objetos que vendían eran robados y me explicó que no lo podían saber. Que ellos piden nombre y DNI y “si eso” alguna factura. Cada semana pasan a la Policía una lista de los objetos comprados: así, si alguien denuncia y coincide, la Policía puede requisar (recordemos que esto no garantiza que su dueño recupere el objeto). Este empleado también dijo que si algo le resulta “sospechoso” no lo compra. Por ejemplo, si viene un “filipino” con “poca pinta de hacer deporte” a vender una bici, no se la comprará.

Más tarde, llamé al teléfono de contacto de la web de Real Cash. Ahí ya me presenté como periodista, dije que estaba escribiendo un artículo sobre tiendas de segunda mano y cómo identifican objetos robados. “El producto lo tasamos y no valoramos si es robado o no”, dijo el empleado que contestó. “Pasamos un control policial todos los meses. Nos ha pasado que hayan denunciado, haya venido la Policía y hayan requisado, pero ahí no sé cómo proceden. Es algo que asumimos: sabemos que muchas de las cosas que vienen probablemente sean robadas. Pero para eso pasamos los controles. ¿Qué porcentaje lo son? Pues no sé decirte... no es algo que pase todos los días, pero no sé decirte”.

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