Llenar el 'carrito' de la compra se encareció de nuevo en abril, pero lo hizo menos que en los últimos meses. La escalada del precio de los alimentos se moderó 3,6 puntos, hasta el 12,9%, según los datos publicados por el INE (Instituto Nacional de Estadística) este viernes. “Es la mayor caída del IPC (Índice de Precios de Consumo) de los alimentos desde que se calcula”, destacan fuentes del Ministerior de Asuntos Económicos.
Mientras, la inflación general subió al 4,1% en abril por la menor caída de carburantes, gas o electricidad, respecto al mismo mes de 2022. Así, el IPC total vuelve a repuntar en su cálculo interanual (8 décimas desde el 3,3%) después del efecto 'escalón' de marzo, cuando los precios energéticos se compararon con el pico de hace un año por la invasión rusa de Ucrania y justo antes de que se aprobarán el descuento a los carburantes y el resto de medidas del primer plan anti inflación.
Las subidas de precios se mantienen lejos de los máximos de esta crisis, que se alcanzaron en julio, en el 10,8%, aunque siguen siendo asfixiantes. La inflación subyacente, que excluye de su cálculo la energía y los alimentos frescos (frutas, verduras...) por su mayor volatilidad, se moderó en abril al 6,6%, un punto desde el techo histórico del 7,6% de febrero precisamente por la ralentización de la escalada del precio de los alimentos.
Este IPC subyacente o estructural refleja el contagio de la crisis energética que se inició en 2021 y que se exacerbó con la guerra a toda la cesta de bienes y servicios. Y es especialmente preocupante porque recoge precisamente la inflación de los alimentos elaborados (por ejemplo el aceite, o la leche o el pan) y de productos o servicios que una vez que se han encarecido difícilmente bajan. Como un menú del día en un restaurante o el corte y peinado en una peluquería.
Caída de los precios de la energía
El mayor alivio para las familias, cuyos ingresos y salarios reales sufren el mordisco de esta inflación, es la caída de los precios energéticos. Del mismo modo, esta tendencia reduce los costes de las empresas. Y los expertos esperan que poco a poco esta menor presión de los carburantes, el gas o de la electricidad siga conteniendo el IPC general y también el subyacente, dando continuidad al proceso de desinflación.
Es muy relevante que los precios industriales cayeron en marzo en España por primera vez de diciembre de 2020. El IPRI (Índice de precios industriales) retrocedió un 1% en marzo respecto al mismo mes de 2022 por la reducción de los costes de producción, principalmente de los energéticos. Y también por el abaratamiento de los bienes intermedios, los que se utilizan para fabricar el producto final.
En la misma línea, la semana pasada, el Índice de Confianza Empresarial que calcula el propió INE señaló que el 72,2% de las empresas cree que los precios se mantendrán estables este trimestre, un máximo desde 2021. El índice recoge que apenas una de cada cinco compañías de España espera más inflación entre abril y junio respecto al primer trimestre.
El mayor problema ahora es que la sequía suma tensión a los alimentos, al amenazar la producción agrícola, ya diezmada en 2022.
En la reducción de los costes de la industria y en la moderación de la inflación en general actúan los planes del Gobierno para bajar el precio de la electricidad (como el tope al gas o las bajadas de impuestos), las ayudas directas (sobre todo a la industrias más electrointensivas), la moderación salarial y otras medidas (como los descuentos en el transporte).
Mientras, el cheque de 200 euros para rentas bajas, el aumento del IMV o de las pensiones mitigan el golpe de la inflación a los ingresos de los hogares, principalmente de los más vulnerables.
Mayores beneficios de las empresas
A estas alturas, ya todas las instituciones admiten que, al margen de la sequía, el último factor que está agravando esta crisis de inflación es la mejora de los márgenes de beneficios de las empresas. Es decir, su capacidad de trasladar el aumento de los costes a los precios de venta por la falta de competencia en ciertos mercados y por la fortaleza de la demanda gracias al crecimiento económico y a la fortaleza del mercado laboral.
“El incremento de las ganancias de las empresas ha jugado un papel importante en la inflación”, confirmó la propia Isabel Schnabel, economista alemana del comité ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE). La institución subió los tipos de interés oficiales otros 0,25 puntos, hasta el 3,75%, el 4 de mayo. Así dio continuidad al histórico incremento de 3,5 enteros de golpe desde el 0% en el que se mantenían en julio para endurecer las condiciones de financiación y luchar así contra la inflación.
La agresividad de esta estrategia, compartida por el resto de bancos centrales, ha puesto en duda la estabilidad financiera. Una incertidumbre que se manifestó con el colapso del Silicon Valley Bank en Estados Unidos, y que ha llegado a Europa con el rescate del banco suizo Credit Suisse, y ha provocado otros rescates posteriormente en la primera economía del mundo.
Hace algunos días, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, reconoció que sin “estabilidad financiera” no hay “estabilidad de precios”. Este aviso es la primera razón que ha hecho reflexionar al BCE. Pero hay más.
Lo que el BCE sabe hoy es que ya es visible la desaceleración del crecimiento actividad en la eurozona, según todas las previsiones, y también de las ventas de viviendas o de las concesiones de préstamos, tanto a familias como a empresas. Es decir, está consiguiendo su objetivo de ahogar la demanda de los hogares y la capacidad de inversión de las compañías, sobre todo de las que dependen más de la financiación.
De momento, los mercados de trabajo están resistiendo el daño. Y concretamente la economía de España destaca por el despliegue del Plan de Recuperación, la fortaleza del sector exterior (con el tirón del turismo), la menor presión de la inflación y las medidas de choque. Aunque, históricamente, los ciclos de subidas de los tipos de interés han terminado por provocar la destrucción de puestos de trabajo.