La inflación de Francia se ha descolgado definitivamente del resto de Europa. En septiembre, el IPC (Índice de precios de consumo) armonizado que calcula Eurostat del país vecino se moderó al 6,2%, cerca de tres puntos por debajo del de España y alrededor de 4 enteros respecto a la media del conjunto de la eurozona.
Este diferencial de la inflación en Francia frente al resto de economías del entorno es una excepción y está relacionada con el conocido como “escudo” energético, que el Gobierno del liberal Emmanuel Macron empezó a desplegar desde octubre de 2021. Entonces, la crisis de precios de la electricidad y los carburantes comenzó a cuestionar la recuperación económica tras el shock de la pandemia, mucho antes de la invasión rusa de Ucrania.
Las medidas han ido desde rebajas fiscales en la factura de la luz de consumidores y empresas, a topes en los distintos mercados energéticos, descuentos en la gasolina y el diésel, hasta la simbólica nacionalización de la eléctrica EDF en julio de este 2022.
“Una razón esencial por la que Francia tiene la tasa de inflación más baja es el menor aumento de los precios de la energía, en comparación con la mayoría de los demás países de la eurozona”, reconoce Eric Dor, director de estudios económicos del IÉSEG.
El profesor francés incide en que la bonificación en las gasolineras existe desde el 30 de septiembre de 2021 (aquí la información del Gobierno de Macron, en francés), así como un límite a la subida de la factura de la luz del 4% (más información oficial en francés) o la congelación del precio del gas y cheques a los hogares con menos ingresos, cuya primera tanda se aprobó incluso antes, en la primavera del año pasado.
“Francia estableció un tope a los precios del gas y la electricidad en octubre de 2021 que está manteniendo la inflación por debajo de la media europea, a cambio de un coste bastante grande para el estado en términos de déficit [la brecha entre el gasto y los ingresos públicos, que se cubre con deuda]”, coincide Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics.
Lo cierto es que, como apunta Ángel Talavera, Francia es la economía entre las grandes de la eurozona que más ha incrementado su deuda pública en términos absolutos desde 2019, algo más de un 20%. Y su ratio de endeudamiento, la deuda frente al PIB, se situaba al cierre del primer trimestre en el 114,4%, apenas 3 puntos porcentuales por debajo de la de España.
“El Gobierno francés también ha tomado medidas para bajar el coste de la energía de las empresas, y como resultado hay un menor incremento en los precios de los bienes y servicios que se producen en el país”, prosigue Eric Dor, quien considera que esto también “puede haber contribuido al aumento relativamente bajo de los precios de los alimentos”.
“Pero hay otras razones para las bajas tasas de inflación en Francia. En particular, los salarios han tenido una tendencia a aumentar menos que en otros países de la eurozona. Y, respecto a la alimentación, el país es relativamente autónomo y menos dependiente que Alemania, por ejemplo, en la cadena de suministro mundial”, añade el experto. Por último, observa que “el sector minorista de Francia se caracteriza por una competencia extrema”.
Inflación del 5,6% en España en 2023
En España, la situación es muy diferente. El Banco de España estimó que la inflación media en 2022 será del 8,7% y que en 2023 seguirá siendo asfixiante, del 5,6% en concreto, lo que implica tasas todavía muy elevadas en los primeros meses del próximo año. Y muy superiores a las de Francia.
Moderar las subidas de precios son “la prioridad del Gobierno” a corto plazo, según admitió este martes Nadia Calviño, vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos. Calviño defendió en la presentación del proyecto de Presupuestos que es “una inflación importada”, con origen en los precios energéticos y exacerbada por la depreciación del euro, que “en España se ha conseguido moderar con los tres paquetes de medidas aprobados hasta el momento [esquema incluido en los Presupuestos]”.
Según su tesis, tras la relajación del 9% del IPC general en septiembre (en el cálculo del INE), la curva seguirá en tendencia descendente en próximos meses porque en nuestro país, aunque la escalada de la electricidad, el gas y los carburantes se ha trasladado a los alimentos, no lo ha hecho al resto de costes de las empresas (los salarios principalmente). De esta manera, no existe la temida inflación de segunda ronda (la espiral empobrecedora de precios/beneficios empresariales, rentabilidades y sueldos).
“A lo largo de 2023, se contempla una moderación progresiva de los precios de los bienes energéticos y alimenticios de acuerdo con las sendas de los mercados de futuros—, una mitigación muy gradual de los cuellos de botella y de las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania, y una traslación relativamente contenida de los aumentos de los costes y los precios pasados a los precios finales de los productos y a las demandas salariales”, defendió este martes el Banco de España.
De hecho, de cara a 2024, la previsión de la institución es de una inflación ya controlada, en el 1,9% de media. “Pese al comportamiento favorable del empleo, el deterioro en la capacidad de compra que están registrando los hogares españoles como consecuencia de la caída de los salarios reales es elevado. En el primer semestre de 2022 se ha producido una contracción de la remuneración por asalariado real próxima al 6%, superando así la contracción observada en el cuarto trimestre de 2012, del 5,2%”, advierte, por su parte, la AIReF.