“No nos vamos a engañar: el conflicto en el Este de Ucrania no le quita el sueño a los españoles, y sin embargo el veto a Rusia afecta directamente a nuestros intereses económicos. Otros países, especialmente los que proceden del bloque comunista, tienen otros intereses y siempre se posicionan a favor de todo lo que tiene que ver con confrontar con Moscú. Pero Rusia es un socio comercial de primera para España y aunque las sanciones parecen inevitables, intentaremos que éstas terminen o se suavicen cuanto antes”.
Desde el anonimato, una fuente del Gobierno resume así la engorrosa situación del Ejecutivo de Mariano Rajoy en relación al conflicto ucraniano a lo largo de diciembre, mes de cumbres europeas coronado por el Consejo de la UE los pasados días 18 y 19. Con ese conflicto de fondo, ese Consejo amplió las sanciones contra Rusia al sector turístico, tras ocuparse de las exportaciones y las finanzas. La escalada ha atrapado a España, a la que no le salen las cuentas ni siquiera con la batería de ayudas puesta en marcha por la Comisión Europea para apoyar a los productos afectados (verduras, hortalizas, fruta, lácteos...).
En las últimas semanas, Rajoy ha enmudecido antes que dar su apoyo verbal a las sanciones junto al resto de líderes europeos; por su parte, la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, se ha rebelado abiertamente contra las medidas aprobadas para paliar el veto ruso. La voz de la ministra fue la más crítica de cuantas se escucharon en el Consejo de Agricultura y Pesca de la UE de mediados de diciembre.
El campo español, en pie de guerra
Dicho encuentro evidenció una posición complicada para España, aislada en esta lid. Tejerina transmitió a la Comisión la “insuficiencia de las medidas” en materia de ayudas agrícolas, y remachó que las nuevas propuestas de la Unión -que amplían los subsidios hasta el próximo 30 de junio– son “continuistas” y no responden “ni a las inquietudes ni a las solicitudes realizadas en los últimos meses relativas a las cantidades a asignar y a la inclusión de nuevos productos”. España pide la inclusión del limón, la berenjena o el calabacín en la lista de productos subvencionables.
España no es el país más afectado por las sanciones (es Lituania, una exrepública soviética en la que anida un importante sentimiento antirruso) pero sí uno de los más perjudicados. Y el Ministerio de Agricultura, de perfil más bajo, es el ariete elegido por Rajoy para expresar su descontento ante sus socios. “Las cantidades asignadas por Estado miembro no permitirán resolver la saturación actual de los mercados comunitarios y los bajos precios de determinados productos”, recalcó Tejerina en Bruselas. La sucesora del hoy comisario europeo Arias Cañete en Agricultura puso la manzana como ejemplo de los cupos desigualmente asignados entre los países de la UE.
Datos sin actualizar
Que sea Agricultura la que manifieste a nivel comunitario la disconformidad española con los acontecimientos en curso tiene su lógica: las organizaciones y sindicatos agrarios como Coag o Asaja cargan cada vez con más dureza contra el veto y sus consecuencias, y aseguran que las fórmulas empleadas por la Comisión no funcionan.
El Ministerio no ha actualizado los números de agosto acerca del impacto negativo que están teniendo las sanciones a Rusia sobre las exportaciones españolas: 340 millones hace cuatro meses. Y esa cantidad entonces no incluía el valor de los productos españoles que no se exportan directamente a Rusia pero que son reexportados desde otros países. A preguntas de eldiario.es, desde Agricultura señalan que se trabaja con los productores para explorar nuevos mercados y reconducir las exportaciones.
La soledad de Rajoy en esta batalla por mitigar el efecto de las sanciones a Moscú es patente. Ni siquiera Italia, inicialmente contraria a castigar a Rusia, se alinea ya con esta tesis. Según fuentes del Gobierno, España no espera la desaparición del veto europeo a corto o medio plazo. Tampoco un enfriamiento de las relaciones. Si acaso, un reinicio de las conversaciones entre los presidentes Vladimir Putin y Petró Poroshenko con el visto bueno de la Unión, y rezando por que se detenga la riada de muertos en el este de Ucrania (5.000, según las estadísticas más conservadoras).