Europa se descuelga por ahora de los vetos anunciados este martes por Estados Unidos y Reino Unido a las importaciones de petróleo ruso. La medida busca incrementar la presión sobre el presidente ruso, Vladímir Putin, como castigo por la invasión de Ucrania.
Este martes, en paralelo al anuncio del presidente estadounidense, Joe Biden, de prohibir la importación de petróleo, gas y carbón de Rusia para “infligir aún más daño a Putin”, el Brent (de referencia para Europa) se disparaba cerca de un 7%, hasta llegar a superar los 130 dólares por barril. No alcanzó los niveles del lunes, cuando marcó su máximo desde 2008 en una jornada de pánico en los mercados energéticos.
Tras airearse durante el fin de semana un posible veto de Occidente a las importaciones a Rusia, el gas europeo (el denominado TTF del mercado holandés) pulverizó el lunes todos sus récords, lo que en España se tradujo en un nuevo récord del precio mayorista de la luz, en una escalada sin precedentes que ya está obligando a parar a industrias electrointensivas como la planta de Arcelor Mittal en Olaberria (Gipuzkoa).
Esas disparatadas subidas, no obstante, se atemperaron ligeramente después de que Alemania alejase la posibilidad del veto a los suministros rusos, dado su carácter “esencial” para la economía europea.
Los países de la UE contemplan la posibilidad de dejar de importar gas y petróleo ruso en un eventual nuevo paquete de sanciones por la guerra en Ucrania. Un asunto al que evitó referirse este martes desde Letonia el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien tampoco aventuró si las sanciones a Putin se intensificarán en la 'cumbre de Versalles' de este jueves. Mientras, y pese al conflicto bélico, el gas sigue fluyendo de Rusia a Alemania a través del gasoducto Nord Stream 1, cuya distribución amenazaba con cortar Moscú este martes en respuesta a las sanciones. Putin llegaba a firmar a última hora del día un decreto para prohibir exportaciones de algunos productos y materias primas que quedarán explicitados en los próximos días en una lista pendiente de aprobación.
Los expertos consultados coinciden en que renunciar a la energía rusa tendría un durísimo coste para Europa, con la UE ya inmersa en la peor crisis energética desde los años 70, atada a una dependencia de años –sobre todo en los países del centro y el Este– de la energía que le suministra Moscú: el 40% del gas y el 25% del petróleo que consume la UE, cifras que contrastan con el escaso peso que tiene Rusia en los suministros a Estados Unidos.
Este país importa unos 100.000 barriles diarios del gigante euroasiático, lo que supone apenas un 5% de las exportaciones de crudo ruso, según estimaciones de Rystad Energy citadas por AP. El año pasado, cerca del 8% de las importaciones estadounidenses de petróleo y derivados vino de Rusia. Para buscar proveedores alternativos, el Gobierno de Biden ya ha establecido contactos con Venezuela, en un encuentro de alto nivel en Caracas con el que ha roto con años de aislamiento de su país a Nicolás Maduro.
Según estimaciones de Energy Intelligence difundidas ya antes del anuncio de Biden, las exportaciones de crudo y productos refinados desde Rusia han caído en unos 3 millones de barriles diarios y podrían hundirse en 2 millones de barriles diarios adicionales en los próximos días, mientras se suceden los anuncios de petroleras occidentales que dejan de operar con ese país. La última que ha anunciado que va abandonar las compras de crudo a Rusia es la angloholandesa Shell. Lo ha hecho este mismo martes.
A escala global, Rusia concentra el 6,2% de las reservas de petróleo y es el tercer productor mundial, tras Arabia Saudí y Estados Unidos. Representa el 12% del comercio mundial de crudo y el 15% del comercio mundial de productos refinados. Mientras, EEUU “produce mucho más petróleo que todos los países europeos juntos”, como recordó este martes Biden, casi al tiempo que el ministro británico de Energía y Empresas, Kwasi Kwarteng, anunciaba que Reino Unido “reducirá de modo gradual, hasta eliminar, las importaciones de crudo y productos derivados del crudo, a finales de 2022”.
En el caso del gas, Londres está “explorando opciones” para ese desenganche, que por tanto, tampoco se producirá de golpe. Como dijo el lunes el primer ministro, Boris Johnson, “no puedes simplemente cortar de la noche a la mañana el suministro de gas o de petróleo procedente de Rusia”. Este país suministra un 8% del crudo y un 4% del gas que consume Reino Unido.
La UE está en una posición diferente, con una dependencia mucho mayor de la energía de Rusia. Como apuntó el lunes la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, “en 2021, antes de la invasión, Estados Unidos compraba unos 700.000 barriles al día y los europeos unos 4,5 millones de barriles al día, así que somos muy conscientes de que las implicaciones [de un veto al crudo ruso] serían muy diferentes para unos y para otros”.
Y está el gas. Bruselas ha anunciado este martes su plan para acelerar la transición a las renovables, que abre la puerta a intervenciones temporales y contempla desengancharse progresivamente del gas ruso “mucho antes de 2030” y reducir su dependencia en dos tercios este año, garantizándose el suministro de cara al próximo invierno.
Pero la drástica decisión anunciada por Biden no puede adoptarse de un día para otro en el caso de la UE.
El pasado domingo, la consejera delegada de la francesa Engie, Catherine MacGregor, afirmaba en una entrevista en Les Echos que Europa no tiene capacidad para desengancharse de un día para otro del gas ruso: “Sin gas ruso, entramos en un escenario extremo”. “Los recursos disponibles son limitados” e insuficientes para “sustituir enteramente el gas que estamos recibiendo de Rusia” y se abren escenarios de destrucción de demanda. La dependencia, recordó, “es del 100% en ciertos países del Este de Europa” y un corte de suministro “tendría graves y muy rápidas consecuencias”.
Tubería con Francia
Tampoco es cuestión de meses, sino de años, el objetivo europeo de reforzar la interconexión de gas de España con Francia para orillar el gas ruso y convertir a la Península Ibérica en un gran almacén europeo de esta materia prima, aprovechando la copiosa red de siete regasificadoras al sur de los Pirineos para traer gas natural licuado (GNL) por barco y diversificar las fuentes de suministro. Para ello, es clave el proyecto de un nuevo gasoducto hispanofrancés que esta crisis ha desenterrado –se descartó en 2018–, pero que tardaría en construirse al menos cinco años. Pedro Sánchez pedía este martes que se financie con fondos europeos.
En el caso del petróleo, la UE se abastece del mercado ruso por vía terrestre y marítima. Una de las vías es el oleoducto de Druzhba. Con paso por Ucrania, surte a Hungría, Eslovaquia y República Checa de manera directa.
Como advertía el propio gobierno español en el acuerdo por el que la semana pasada se acordó liberar parte de la reserva estratégica de crudo en el marco de una acción coordinada de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), “la creciente inestabilidad sobre el mar Negro podría derivar en una crisis de suministro” de crudo a la UE si este quedara aislado del tráfico de buques petroleros, ya que la llegada de 2,3 millones de barriles diarios de crudo “estaría en riesgo”.
Francisco Javier López, consejero delegado de la distribuidora de electricidad Gaselec, considera que en el caso de un corte del gas ruso, a España “la materia prima está claro que va a llegar”, porque tiene una cesta de proveedores muy diversificada. Otra cosa es a qué precio.
“Tenemos seis puertos con capacidad de regasificar el GNL que nos permiten obtener el gas no solamente por gasoducto, en el caso de Argelia, sino también por barco”. En su opinión, esta crisis “es una oportunidad de España para convertirse en un hub del gas entre el Atlántico y Europa y reducir la dependencia del gas ruso”. “De esta situación tan caótica pueden surgir oportunidades importantes”, afirma.
Por su parte, Manuel Santiago, consejero delegado de la distribuidora jienense de carburante low cost Petroprix, uno de los principales operadores independientes, con una red de más de 120 gasolineras en España, cree que Estados Unidos ha anunciado ese veto a Rusia porque puede: dado su poderío como productor y porque “no tiene exposición al gas ruso”. Europa “no lo puede hacer y el petróleo se iría a 200 dólares”. “Es inviable”, asegura.
De momento, grandes enérgéticas españolas siguen expuestas a la compra de petróleo y gas de Rusia. Empresas como Naturgy, Cepsa y Repsol mantienen su dependencia de compañías rusas en mayor o menor medida.
El mercado venía de un 2020 en el que el crudo llegó a cotizar en negativo por la pandemia y la gran reclusión. El encierro global llevó a la Organización de Países Productores y Exportadores de Petróleo (OPEP) y a Rusia a acordar ese año un recorte de la producción del 10%, 9,7 millones de barriles por día.
Desde entonces, “poco a poco la demanda ha ido recuperando niveles pre covid, pero no la oferta”, recuerda Iosu Larraza, director del Área de Carburantes de la cooperativa navarra AN Energéticos. “Si sacas a Rusia del escenario, las consecuencias pueden ser muy importantes. La semana pasada hubo un conato de bajada porque parecía que Irán volvía al mercado, pero va más lento de lo que parece”, señala Larraza. “Ahora parece que Biden quiere quitar a Putin para poner a Maduro, pero hay críticas dentro de su propio partido”.
Manuel Santiago, de Petroprix, asegura que el retail está “aguantando sus precios” reduciendo sus márgenes “una barbaridad” para no traspasar íntegramente estas subidas a los clientes. “Estamos trabajando prácticamente con margen cero: las subidas son tan rápidas que nos cuesta mucho repercutirlas. Es un desastre”.
Los carburantes, que ya están en máximos históricos, “van a seguir subiendo y, por desgracia, vamos a ver precios de 2 euros por litro”, un nivel que ya se ha alcanzado para la gasolina en decenas de estaciones de servicio españolas, según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica.