El Fondo Monetario Internacional (FMI) celebra esta semana en Bali su cumbre anual. En este foro ha presentado un informe sobre el sector financiero global, coincidiendo con el décimo aniversario del desplome de la banca precipitada por la caída de Lehman Brothers, en EEUU. El extenso documento pone sobre la mesa la necesidad de que, pese a los avances, “la agenda de reformas debe ser completada”.
Una de las principales tareas pendientes del sector son las agencias de rating. Se trata de compañías como Moody's, Fitch o S&P que certifican la calidad de una deuda de una empresa o institución pública y, con ella, se condiciona el coste de su financiación. El FMI considera que son empresas que han generado “conflictos de intereses”, puesto que las contratan las propias empresas a las que deben poner nota.
En este sentido, el organismo asegura que durante la época previa a la crisis, la confianza de los clientes de estas agencias llevaron a sus clientes a tomar decisiones basadas en “fallos y debilidades” de este modelo de calificación. En este sentido, asegura que se han producido avances durante esta última década que han dado “algún éxito”, como la creación de un código de conducta.
Sin embargo, el FMI lamenta que pese a los avances, no han surgido actores “que sustituyan a las agencias de rating” y que siguen manteniendo “un papel central” en el sector financiero. Por ello, el organismo reclama en repetidas ocasiones en su informe que es necesario “repensar” el modelo y avanzar hacia la consolidación de las reformas, que reduzcan la dependencia hacia estas agencias.
El pago de incentivos a empleados figura como otra de las tareas pendientes señaladas en el documento. El FMI desarrolló tras la crisis financiera un plan, junto con otros organismos, que limitara la existencia de aquellas compensaciones a trabajadores por acceder a operaciones o prácticas que, en muchos casos, iban acompañadas de un alto riesgo, poniendo en riesgo la estabilidad del sistema.
Estos incentivos son, para el organismo que preside Christine Lagarde, uno de los responsables del excesivo nivel de riesgo que tenían las entidades financieras antes de su debacle. En este sentido, el FMI asegura que “no está claro” el efecto de las normas internacionales sobre esta práctica y que “existe un riesgo” de que se estén creando nuevas prácticas que esquiven estas limitaciones y se vuelva a esas acciones de “excesiva asunción de riesgos”.
En este sentido, el FMI remarca la necesidad de reforzar las estructuras de buen gobierno interno en las empresas financieras, para controlar por parte del consejo de administración los salarios y los incentivos de la dirección de la entidad. Aunque el organismo defiende que esto por sí solo no es necesario porque “la autorregulación no fue capaz de frenar la asunción de riesgos”.
Una estructura que no ha sido puesta a prueba
Así, aunque se hayan hecho progresos, el FMI considera que hay riesgos latentes en el sector financiero internacional. Además, como subraya, no está comprobado que la estructura de la industria bancaria hacia la que se ha avanzado en los últimos años vaya a resistir mejor la llegada de una nueva crisis.
El FMI defiende que un cambio en la situación macroeconómica, pondrá a prueba la resistencia del sector financiero. A esto se suma que el organismo internacional vea que el precio de algunos activos ya son “muy altos” y que se puede producir un “rápido ajuste”. Pone como ejemplo los precios de la vivienda en algunos países que no han dejado de crecer durante más de seis años.
Otros aspectos que quedan pendientes para los próximos años para el sector financiero y los reguladores son aquellos ligados con la digitalización. En este sentido, asegura que las fintech y otras empresa tecnológicas aportan un fuerte potencial de innovación para el sector. Pero advierte que los reguladores deben permitir esta innovación “evitando el aumento de los riesgos”.
En conclusión, el FMI considera que aunque el sector financiero “es más fuerte” que antes, “todavía no está fuera del bosque”. El organismo entiende que todavía existen ciertas vulnerabilidades y una de ellas es el alto endeudamiento que existe, especialmente entre las empresas no financieras y los estados. Así, apunta que la mejora del control y de los sistemas de resolución son claves para mantener la estabilidad del sector en caso de una nueva recesión.