Apenas 24 horas después de que el Banco Central Europea (BCE) aumentara los tipos de interés hasta el 4%, un máximo de 2008, el FMI (Fondo Monetario Internacional) ha salido este viernes a pedir más subidas del 'precio' oficial del dinero en la eurozona y ha recomendado mantenerlo alto durante “un periodo prolongado”.
El organismo ve “una inflación persistentemente alta” y aconseja a la institución que preside Christine Lagarde que la política monetaria siga endureciéndose, “manteniendo un sesgo restrictivo”. Es decir, dañando a la economía como única forma de combatir las subidas de precios.
Sin tregua. El FMI avisa que “la alta incertidumbre con respecto a la persistencia de la inflación” sugiere que se necesitará una postura más dura que la actual, mantenida durante un largo tiempo “para mantener ancladas las expectativas sobre los precios y devolver su crecimiento al objetivo” del 2%. También acabando definitivamente con las compras de deuda del BCE y con las facilidades de liquidez que ofrece a la banca.
Tan solo da un respiro. “Dicho esto, un enfoque flexible y dependiente de los datos sigue siendo apropiado, ya que brinda el margen para cambiar de rumbo en caso de que se necesite”, observa. Lo cierto es que Alemania y el conjunto de la eurozona están ya en recesión técnicas (dos trimestres consecutivos de caída del PIB), y que las señales de desaceleración de la actividad y asfixia de las familias se multiplican. Y también de bajada de la inflación. En este contexto, la economía de España es la más fuerte de la región.
Pero el FMI va más allá. Según considera, la política fiscal también debe ser más “estricta”. O lo que es lo mismo, exige recortar el gasto público a los gobiernos y retirar las ayudas (descuento a los carburantes para los profesionales, por ejemplo, en España), el resto de los paquetes de choque y las bajadas de impuestos (en nuestro país están vigentes para la energía o los alimentos), ya que, según su opinión, “ayudaría a reducir las presiones sobre la inflación”, y, por tanto, sobre los tipos de interés, “reduciendo el riesgo de perturbaciones en los mercados financieros”.
Según apunta, “el sistema bancario de la eurozona ha demostrado ser resistente, pero el endurecimiento de las condiciones financieras podría exponer vulnerabilidades”. De hecho, se dirige directamente a las entidades financieras y dice que “es aconsejable aumentar las reservas de capital en jurisdicciones donde están experimentando beneficios elevados temporalmente”.
“Es importante que se ahorren ingresos extraordinarios y que caduquen las medidas de apoyo energético introducidas durante el último año, para lograr una reducción significativa del déficit (el desequilibrio entre ingresos y gastos del Estado)”, incide el FMI. “En caso de que los precios de la energía vuelvan a aumentar significativamente, cualquier nueva medida de apoyo debe estar dirigida a los más vulnerables para ayudar a los esfuerzos de ajuste fiscal”, continúa.
Según las proyecciones macroeconómicas de junio, “los expertos del Eurosistema esperan que la inflación general promedie el 5,4% en 2023, el 3% en 2024 y el 2,2 % en 2025”, desveló este jueves el BCE. E insistió en que las presiones de los precios estructurales [sin tener en cuenta la energía] siguen siendo sólidas, “aunque algunos muestran signos tentativos de moderación”.
“Las anteriores subidas de tipos se están transmitiendo con fuerza a las condiciones de financiación y están repercutiendo gradualmente en toda la economía”, prosiguió. En la actualización de sus previsiones, ha rebajado ligeramente las expectativas de avance del PIB de la eurozona, pero sin esperar una caída o una recesión profunda, ni en 2023 ni en 2024.
El golpe es de 4 puntos porcentuales desde el 0% de hace menos de un año. Y la institución todavía no puede asegurar que las subidas de precios se vayan a moderar hacia el objetivo del 2%. “Y se encuentra con una economía resistente en la que además las turbulencias financieras de hace unos meses [la amenaza de colapsos bancarios como ocurrió en Estados Unidos y en Suiza] no han ido a más”, observa José Manuel Amor, socio director de AFI.
Mientras, la inflación se moderó al 6,1% en mayo en la eurozona, y hasta cerca del 3% en España. Y efectivamente se espera que siga reduciéndose, principalmente por el abaratamiento de la energía respecto al año pasado. Y aunque la actividad económica ya se ha estancado en Alemania y en el conjunto de la eurozona, el empleo sigue resistiendo más de lo que le gustaría al BCE, porque está siendo el principal soporte de las rentas reales de las familias y de las subidas salariales, tras dos años de una histórica pérdida de poder adquisitivo.
Menos consumo, menos inversión, menos gasto... menos inflación. Estos son los objetivos del BCE y del resto de bancos centrales con el endurecimiento de la política monetaria. Porque, según defienden, son más dañinas las subidas de precios durante meses y meses que una recesión (una caída de la actividad), aunque finalmente conlleve destrucción de empleo.
¿La única manera luchar contra la inflación?
Los bancos centrales insisten en que no hay otra herramienta para moderar la inflación que las subidas de los tipos de interés. Pero su estrategia choca con distintas realidades de esta crisis de inflación. Por un lado está la necesidad de proteger a los más vulnerables y a los salarios en general de la pérdida de poder adquisitivo. Por otro, no se ha tenido en cuenta el éxito que han tenido medidas como el tope al gas para frenar la escalada del precio de la electricidad.
Y, por último, esta política monetaria tiene el riesgo último de provocar una recesión profunda y no tiene en cuenta ni el origen geopolítico del shock energético ni tampoco la relación de su segunda fase, la actual, con los beneficios de las empresas (la inflación por avaricia o expansión de los márgenes de ganancias, al trasladar todo o casi todo el aumento de los costes al consumidor).