Las fortalezas del sector exterior de España más allá del turismo
Las exportaciones de servicios de consultoría, transporte o telecomunicaciones y la vuelta de los viajeros tras la pandemia están siendo claves de la resistencia de la economía de nuestro país en esta crisis de inflación
España suma ya doce años consecutivos de superávit comercial. Es decir, vende más fuera (exporta, incluyendo el turismo extranjero que gasta en nuestro país) de lo que compra (importa). Y tiene especial importancia que el sector exterior haya mantenido esta fortaleza en 2022, ejercicio en el que la factura de petróleo y gas (que se importan en su gran mayoría) se disparó por la distorsión que supuso la invasión rusa de Ucrania en los mercados internacionales de materias primas.
Este superávit comercial está siendo clave en la resistencia del crecimiento de la economía al daño de la inflación y al golpe de las subidas de los tipos de interés oficiales del Banco Central Europeo (BCE). Si la vuelta de los viajeros tras el shock de la pandemia tiene un peso crucial en la fortaleza del sector exterior, España exporta otros servicios que han cobrado casi la misma importancia.
“Hace 15 años me dices esto y me hubiera parecido imposible”, admitía recientemente David Cano, socio director de AFI, a elDiario.es. “La balanza comercial es una de las mejores formas de medir si una economía vive o no por encima de sus posibilidades”, reflexiona este experto. “El déficit significa que alguien te financia, y eso pasó entre 2002 y 2012”, continúa.
“España consiguió corregir ese déficit por cuenta corriente: por un lado, porque nos apretamos el cinturón [la economía sufrió una fuerte devaluación, que para las familias se tradujo en una gran pérdida de poder adquisitivo que ahora vuelve a repetirse], dejamos de pedir prestado, se purgó el mercado de vivienda...”, prosigue.
Cambio estructural de la economía
Hoy “la gran novedad es que estamos siendo capaces de exportar: lo más importante es que ingresamos más”, destaca. El primer factor protagonista de esta transformación ha sido el turismo, que consiguió cifras récord en 2019 y que está en plena recuperación. Pero el gran cambio estructural es el aumento de las ventas fuera de otros servicios.
“Lo cierto es que los servicios no turísticos han ido adquiriendo un creciente protagonismo en el comportamiento del saldo exterior y desde 2008 vienen registrando superávit. Así, los ingresos por servicios no turísticos han pasado de representar el 5,1% del PIB (Producto Interior Bruto) en 2014 al 7,1% en 2022, y ya suponen el 16,4% de las exportaciones españolas [totales] de bienes y servicios”, explica Jaume Servert, investigador de Caixabank Research, en un informe publicado este jueves.
Según sus cálculos, al descomponer el saldo de servicios no turísticos, aparecen como mayoras contribuidoras tres actividades. Por orden respecto al saldo total, estos son los servicios empresariales (consultoría, ingeniería, I+D...), los servicios de transporte y los de telecomunicaciones, informática e información.
“Los servicios empresariales son los mayores contribuidores al superávit exterior de los servicios no turísticos, con un saldo que se ha ampliado hasta el 0,7% del PIB en 2022 desde el 0,5% en 2014. Los servicios de transportes, que incluyen tanto de pasajeros como de mercancías, marítimo, aéreo, ferroviario y por carretera, presentan un superávit del 0,6% del PIB, un saldo que se ha mantenido relativamente estable”, destalla Jaume Servert. “Completando el podio, están los servicios de telecomunicaciones, informática e información, con un saldo del 0,4% del PIB”, añade.
Europa es de lejos el destino donde más se exportan estos servicios no turísticos, con un 66% de estas exportaciones. Tras Europa, los destinos más importantes son América del Norte y Central (15%), Asia (8,7%), América del Sur (6,5%), África (3,4%) y Oceanía (0,4%).
“En definitiva, los servicios no turísticos se han convertido en una de las partidas más importantes en la compensación del desequilibrio de la balanza de bienes española, lo que viene a reflejar la creciente internacionalización de las empresas de servicios españolas y la elevada capacidad competitiva de actividades con alto potencial de crecimiento y más ligadas al conocimiento”, expone Jaume Servert, de Caixabank Research.
“La mayor sofisticación, contenido tecnológico y productividad media en servicios como los de ingeniería, consultoría o investigación y desarrollo han permitido que su competitividad no esté tan determinada por el precio, sino por aspectos relacionados con la diferenciación del servicio, la innovación y la calidad del capital humano”, concluye.
Otra muestra del cambio estructural de la economía de España es el aumento de las vacantes en trabajos digitales. Un incremento que es muy relevante en comparación con el resto de economías que el FMI (Fondo Monetario Internacional) clasifica como “avanzadas”, y que está directamente relacionado con el impulso que las inversiones de los fondos europeos (el Plan de Recuperación) han dado y están dando a sectores relacionados con la programación, la robótica o las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC).
Distintos análisis vienen señalando en los últimos meses que el sector exterior de España se ha visto favorecido en general (también la industria o la agricultura, aunque son actividades deficitarias en la balanza comercial) por la moderación del incremento de los precios de carburantes, gas o electricidad y debido a las medidas del Gobierno que los han amortiguado desde hace casi dos años.
El Ejecutivo defiende directamente la mayor competitividad de las empresas de nuestro país dentro de la eurozona tanto por los menores costes energéticos, en buena parte gracias a las planes de 'anti inflación', como por las ayudas directas y por el despliegue más avanzado del Plan de Recuperación.
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