La sorpresiva inversión del magnate Bill Gates –según Bloomberg, ahora mismo el rico número uno en estos momentos en el mundo– en la constructora española FCC tiene difícil explicación. El interés de la constructora española, y en general de todo el sector, por captar la atención de los inversores internacionales con un fichaje así es fácil de percibir. Pero ¿cuál es el interés del cofundador de Microsoft? ¿Cómo lograron llamar a su puerta y conseguir la inversión?
Hasta el momento no han trascendido los detalles de la operación. Ni mediante qué sociedad Gates ha materializado esta compra, ni cómo se llevaron a cabo las negociaciones, si bien el consejero delegado de FCC, Juan Béjar, asegura que el interés de Gates se había despertado hace “meses”, aunque se había concretado hace algunas “semanas”.
Cabe recordar que la inversión que ha canalizado el informático en la constructora es mínimo. Apenas 113 millones de euros frente a un patrimonio de 54.000 millones de euros. Pero el movimiento, el apadrinamiento de la empresa, es un gesto que vale mucho más que la transferencia que ayer recibió la firma con sede en Barcelona.
Hasta el momento, el entorno empresarial y personal de Gates no parecía tener ninguna relación con el de FCC, empresa regentada por Esther Alcocer Koplowitz, hija de Esther Koplowitz, principal accionista (a la que sigue ahora el estadounidense) en el capital de la compañía.
Lo que une a los Gates (en el hecho relevante emitido a la CNMV, sólo aparece el nombre de Bill Gates pero lo más probable es que su mujer, Melinda, también participe de la operación) y a los Koplowitz en un primer vistazo es ser ricos. Muy ricos. Aunque las distancias son notables, ambos saben lo que es estar siempre en la lista de los top milmillonarios que publica anualmente Forbes. En 2004, Esther (madre) se situaba en el puesto 310 en el mundo, ya entonces Gates figuraba el primero. En 2012, el estallido de la burbuja había hecho caer a Esther hasta el puesto 804 del ranking. Y aunque Gates se pelea por el primer lugar con Carlos Slim y Amancio Ortega, continúa liderando el podio.
Pero como buenos ricos, a los Gates y a los Koplowitz también les unen sus pasiones filantrópicas. Y no sólo en lo ideológico. También en lo concreto. La Fundación de Bill y Melinda financia la investigación en la vacuna contra la malaria que el doctor Pedro Alonso lleva a cabo en Barcelona. El afamado doctor trabaja en ni más ni menos que el Centre Esther Koplowitz, el pabellón del Hospital Clínic que se ha financiado con las aportaciones de la matriarca de las Koplowitz.
Esther y Bill, que son prácticamente de la misma edad, han orientado sus respectivas fundaciones a la rama biosanitaria. Son ricos tradicionales, de los que no salen en el papel couché y con un bajísimo perfil público.
En su perfil inversor, se podría decir que también tienen algunas similitudes. La principal sociedad de inversión de Gates, Cascade Investment, está asociada con Warren Buffet, otro afamado rico, y filántropo, que posee uno de los fondos de inversión del mundo más potentes, Berkshire Hathaway. Las inversiones principales de Cascade (que puede ser con la que se haya cerrado la operación sobre FCC) son tradicionales y muy centradas en compañías de EEUU. Por supuesto, Microsoft pero también Coca Cola o el gigante de maquinaria John Deere.
Bien es cierto que Gates ya tenía inversiones en dos empresas de sectores muy similares a FCC. Por un lado, posee parte de Waste Management y Republic Services, empresas especializadas en la gestión de residuos en EEUU, una de las patas más importantes del negocio de FCC.
Pero el fondo de Gates también tiene inversiones en infraestructuras y energía, otras áreas que también maneja en su negocio FCC. De hecho, y según publicó el diario Expansión en 2007, Cascade ya tenía una pequeñísima parte de Portland (la filial cementera de FCC) dentro de su cartera de inversiones de la época. También incluía títulos de rivales de FCC, como Acciona o Ferrovial, o participaciones en empresas que son de especial querencia de Alicia Koplowitz –la hermana pequeña que abandonó la empresa–, como Acerinox o Iberdrola.